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domingo, octubre 6, 2024
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Mujeres, pilares de la economía popular

MUJERES
IARA CERASI / EL NORTE

Judith Coronel
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Las mujeres que realizan trabajos comunitarios son quienes mantienen a flote los 5687 barrios populares que existen en la Argentina y a miles de familias. Son quienes no solo atienden la alimentación de las personas –principalmente infancias y adultos mayores, dos grupos particularmente afectados por la crisis económica–, sino que también crean vínculos y contienen.

Las trabajadoras de los comedores comunitarios, en muchas ocasiones, son la columna vertebral de sus comunidades y por lo que resultan esenciales dentro del mapa. Es el caso de Érica y de Gabriela, quienes trabajan en el comedor perteneciente a la Casa de Encuentro Comunitario Inmaculada Concepción -de San Nicolás- para grupos vulnerables como lo son los menores de 18 años, adultos mayores y personas con discapacidad.
“Conocemos las realidades de todos”, aseguró Érica en diálogo con EL NORTE. Es que el rol de las trabajadoras de comedores comunitarios no solo abarca el acto de cocinar y servir un plato de comida, sino que se involucran muchas veces en las dimensiones emocionales de los sectores más desprotegidos.

Llevan adelante una diversidad de actividades y servicios que resultan esenciales para la comunidad en la que funcionan. “Hace 20 años que trabaja acá, yo antes ya trabajaba en comedores comunitarios”, sostuvo.

TRABAJADORAS ESENCIALES

La organización social latinoamericana La Poderosa estima que unos 10 millones de argentinos y argentinas necesitan algún tipo de asistencia alimentaria. Actualmente, Érica y Gabriela cocinan viandas para alrededor de 30 familias -aproximadamente 90 personas-, todos los días, todas las estaciones del año. “Llegamos 8:30 y trabajamos hasta las 14”, afirmó, y agregó: “Para las 11.30 tiene que estar preparada la comida, tenemos semanalmente un menú más o menos ya establecido que se va cambiando según sea verano o invierno”.

“Ahora nos pasa con frecuencia, que depende el tiempo, a veces no acompaña con la comida. Podemos preparar para acompañar una ensalada por ejemplo, pero hace frío”, se sinceró.

Este trabajo no se puede poner en pausa, no se deja de alimentar bajo ningún motivo: “Con la pandemia cambio todo, la gente venía a comer entonces había que servir, lavar, pasar por lavandina, enjuagar y volver a darles la comida. Estaban las mesas armadas, teníamos tablas donde comían. Nosotras trabajamos durante toda la pandemia haciendo viandas, ahora para nosotras es más fácil”, afirmaron.

ALIMENTAR PARA NUTRIR

La tarea requiere no solo de contar con habilidades en la cocina, sino que también saber administrar los recursos disponibles para tantas personas dependiendo de la época y sin dejar de nutrir. “Desde el año pasado incorporamos mucha más verdura, todo lo que se pueda, que no sea solo un plato de fideos o uno de polenta. Nosotros todo lo que recibimos es de donaciones, nos manejamos con eso, no tenemos otra ayuda”, dijo Érica.

Resulta un verdadero desafío alimentar no solo para saciar, sino brindar platos que ayuden en el crecimiento de las infancias y aporten nutrientes. “Gracias a Dios hay un grupo de personas, hay una red detrás que siempre ayuda. Algunos colaboran con carne, otros con verdura, y es por eso que gracias a todos se puede mantener un buen menú, no es solo fideos”, aseguró.
Debido a la crisis económica que golpea Argentina, las infancias que se encuentran debajo de la línea de pobreza logran comer una o dos veces al día productos de baja calidad nutricional, por lo que muchas veces resulta un verdadero desafío nutrir a los grupos más vulnerables en estos contextos. Según un relevamiento realizado a finales de 2022, por la organización Barrios de Pie en 16 provincias y en la Ciudad de Buenos Aires, el 48,6 1 por ciento de los chicos que concurren a sus espacios comunitarios tiene signos de mala alimentación.

RECLAMO EN NÚMEROS

Si bien tanto Érica como Gabriela reciben una remuneración por el trabajo que brindan, este no es el caso de la mayoría de trabajadoras comunitarias. A nivel nacional, el trabajo sociocomunitario forma parte de la economía popular vinculada al mercado laboral –en su mayoría informal, o en situaciones de precariedad– e integrada mayormente por mujeres.
Según el Registro Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Popular (Renatep 2022), las trabajadoras representan el 57% de las personas inscriptas, con una fuerte participación en todos los rubros no calificados (trabajo doméstico, tareas de servicio, trabajo voluntario y otros). Las mujeres que hacen trabajo comunitario en el barrio, además, trabajan dentro de sus hogares en tareas de cuidado, suelen tener otro trabajo precario afuera: limpian casas ajenas, hacen changas, venta ambulante o atienden negocios.

Del total de inscripciones, la rama de servicios sociocomunitarios concentra el 29%, con predominio de comedores y merenderos comunitarios (63,5% de la rama). Los resultados también constatan que el trabajo en comedores y merenderos se encuentra feminizado (casi el 63% son mujeres).

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