Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (Lc 12, 35-40).
Por el Monseñor + Norberto Hugo Santiago *
“Jesús dijo a sus discípulos: ‘Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.” Palabra del Señor.
¿Hay vida trascendente o no?
Esta es la gran disyuntiva de la vida. Si creemos que Jesús resucitó, que vive en una vida trascendente, que por nuestro bautismo somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros, que siguiendo la llamada de Dios somos invitados a vivir una vida honesta y vivimos de acuerdo a los diez mandamientos y a las bienaventuranzas que nos dejó Jesús, si creemos que viviremos más allá de esta vida, que habrá un juicio final en el cual todos tendremos que dar cuenta de la administración de lo que Dios nos regaló en esta vida, luego del cual habrá premios y castigos, que ante Dios no habrá impunidad y que por fin nuestra hambre y sed de justicia quedará saciada; entonces trataremos de vivir de la manera a la cual Dios nos invita. En cambio, si no creemos en una vida trascendente, si Jesús no resucitó, si con la muerte todo se termina para nosotros, es lógico vivir de manera amoral, es decir, sin un estilo ético de vida; acumular bienes materiales, tener todo el poder posible, vivir de manera egoísta y desinteresarnos del bien común porque en realidad lo que prima hasta que nos llegue el final es el “sálvese quien pueda”, ese es el estilo de vida que elegiremos.
Las consecuencias de una u otra opción
Sin embargo, es bueno ser conscientes de que la consecuencia de vivir sin fe en Jesús trae una inmoralidad que nos daña gravemente como personas y como sociedad. Con estilo literario de ‘lunfardo’, hace tiempo que Discépolo, describió en el tango “Cambalache” estas consecuencias: “Siglo XX cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil. Dale nomás, dale que va, que allá en el ‘horno’ ‘se vamo’ a encontrar, no pienses más, sentate a un ‘lau’, que a nadie importa si naciste ‘honrau’, si es lo mismo el que labura, noche y día como un buey, el que vive de las minas, el que afana, el que jura, o está fuera de la ley. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, pretencioso, estafador, todo es igual, nada es mejor…”
Una salida intermedia: vivir con justicia hoy
El Papa Juan XXIII redactó una oración que bien puede ser una solución intermedia a la disyuntiva planteada en el Evangelio de este domingo y que no tenemos del todo solucionada. Se titula “Sólo por hoy” y dice así: “Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez”. “Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar a nadie, sino a mí mismo. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en éste también. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, igual que el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma. Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie. Sólo por hoy haré por lo menos una obra que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere. Sólo por hoy me haré un programa detallado, quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión. Sólo por hoy creeré firmemente—aunque las circunstancias demuestren lo contrario—que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo. Sólo por hoy no tendré temores, de manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.” (San Juan XXIII. Papa)
Si cada día tratamos de vivir así, aunque no resolvamos la disyuntiva de si habrá o no vida trascendente, nos inclinamos a hacer algo bueno en el día a día, mejoramos la calidad vincular de nuestro ambiente, hacemos nuestro pequeño aporte de bondad y, aunque el Señor nos venga a buscar sin avisar – como dice el Evangelio de este domingo y suele ocurrir en la práctica -, nos encontrará bien preparados; no obstante algunas deudas que pagar, seguramente tendremos crédito a nuestro favor porque en el día a día habremos contribuido a la construcción de un mundo más justo, menos violento, más pacífico y digno para todos. Buen domingo.