En promedio, las mujeres representan más del 40% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo. Sin embargo, generalmente se enfrentan desigualdades en lo que refiere a la propiedad de la tierra y el ganado, remuneración, participación en la toma de decisiones de entidades como las cooperativas, y el acceso a recursos, crédito y mercado.
Redacción por Rocío Vega
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A nivel mundial, una de cada tres mujeres empleadas se aboca a tareas relacionadas a la agricultura. Debido a esta situación, es que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) determinó que cada 15 de octubre se conmemore el Día Internacional de la Mujeres Rurales en busca de reconocer su contribución al sector, la erradicación de la pobreza y la mejora en la seguridad alimentaria.
Se trata de una fecha para visibilizar las labores de la mujer agrícola, reconocer su esfuerzo cotidiano por conciliar el trabajo duro de la tierra, como así también las tareas de crianza y el cuidado de la familia en muchos casos.
DESIGUALDAD
En promedio, las mujeres representan más del 40% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, pudiendo alcanzar más del 50% en algunas partes de África y Asia.
Sin embargo, generalmente se enfrentan desigualdad en lo que refiere a la propiedad de la tierra y el ganado, remuneración, participación en la toma de decisiones de entidades como las cooperativas, y el acceso a recursos, crédito y mercado.
Todo ello se traduce no solamente en el empeoramiento de su calidad de vida, sino en un obstáculo mundial para terminar con la pobreza y el hambre, ya que si las mujeres lograran el mismo acceso que los hombres a los recursos, la producción agrícola en los países en desarrollo incrementaría entre 2,5 y 4%, y el número de personas desnutridas a nivel mundial disminuiría aproximadamente entre un 12% y un 17%.
VULNERABILIDAD Y VALOR
En el contexto de la pandemia del coronavirus se agudizó la situación de vulnerabilidad de las mujeres y niñas en zonas rurales, originándose mayor dificultad para su acceso a servicios de salud y educación de calidad, además de un incremento de la carga de tareas domésticas y de cuidado, y la profundización de las situaciones de violencia de género.
En el MERCOSUR, las mujeres rurales fueron reconocidas como actoras importantes para el desarrollo económico y social de la región. En ese sentido, en la Recomendación No.7/2012, el Consejo del Mercado Común señaló que una mejora de las condiciones de vida de las mujeres rurales contribuirá a realizar avances para la erradicación del hambre y la pobreza; el desarrollo sustentable y la protección del medioambiente.
EN ARGENTINA
La subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación, Yanina Settembrino, sostuvo que en Argentina la brecha de género en el sector agropecuario es más amplia que en otros países de la región, incluso teniendo en cuenta el acceso a la tierra, maquinaria, tecnología y asistencia técnica para producir.
De acuerdo con los últimos datos relevados por el Registro Nacional de la Agricultura Familiar (Renaf), el 50 % de la mano de obra en los núcleos familiares de la ruralidad tiene condiciones de informalidad. Asimismo, sólo el 10% de esos núcleos identifican a mujeres como referentes.
Patricia, en primera persona
Patricia Díaz tiene 43 años y hace 20, que vive en La Clemencia (Partido de San Nicolás de los Arroyos). “Vine desde Esquina, Corrientes”, precisó en diálogo con EL NORTE.
“Ser mujer rural implica mucho sacrificio, más en esta época de sequía, se complica. Estamos en una época muy dura con el tema de los animales, no hay pasto. Soy ama de casa, crío pollos, gallinas, chanchos, ovejas, más la huerta y el jardín. Las plantas son las que más me gustan. Otras actividades que realizo son limpieza, curar ´avichados´ en el verano, arreglar alambres, picar leña. El hombre lo hace pero como mujeres de campo, también lo hacemos”, definió.
“En cuanto a necesidades, nos juega en contra la distancia. Estamos a 9 km de la Autopista, a 15 de General Rojo. Cuando llueve se complica con la escuela, uno de mis hijos va a la Secundaria de Rojo. No tenemos luz eléctrica, sí con pantalla solar. A la Primaria, mis hijos la hicieron en la Escuela 9 de La Clemencia, hasta ahí llega la luz eléctrica”, expresó.
“HAY MÁS IGUALDAD PERO TODAVÍA CUESTA”
“Vivimos en un campo como empleados, no es nuestro. Mi familia está constituida por mis hijos: dos mujeres y dos varones. El mayor ya no vive con nosotros, viven tres de mis hijos y un nieto. Mi marido trabaja también en el campo, trabaja en una quinta, hace mantenimiento acá cerca, del mismo dueño del campo donde vivimos. Mi marido tiene sueldo. Vendemos lo que producimos, los lechones, algún cordero, huevos”, contó.
Patricia valoró: “INTA es una institución muy buena porque había cosas que no sabía y siempre me respondieron, fui a una par de charlas. Es una organización muy importante para nosotros”.
Sobre si como mujer rural nota alguna diferencia en el acceso a las cosas o posibilidades en relación a los varones, respondió: “Creo que hay más igualdad pero todavía cuesta que te tomen como empleada de campo”. “Yo no tengo sueldo, trabajo para ayudar en la economía familiar”, agregó.
En cuanto a cuáles son sus sueños, sus deseos, cosas que le gustaría concretar, manifestó: “La felicidad de mi familia, tener luz eléctrica y la casa propia”.