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San Nicolás de los Arroyos
martes, noviembre 26, 2024
Edición Diaria
Edición N°

Homilía del obispo: “Poco ruido y muchas nueces”

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 12,38-44).

Por monseñor Hugo Norberto Santiago
Obispo de la Diócesis de San Nicolás

      «Jesús enseñaba a la multitud: “Cuídense de los escribas a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes, que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad”. Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesta más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”». Palabra del Señor.

“Mucho ruido y pocas nueces”

El título que antecede a este párrafo es un dicho conocido y hace referencia a las actitudes de apariencia que guardan una cierta distancia con los hechos concretos; en otras palabras, se refiere a la persona que aparenta ser lo que no es. A eso se refiere Jesús en el primer párrafo del Evangelio referido a los escribas, que eran especialistas en la ley de Dios, pero no la cumplían; más aún, se habían corrompido porque aparentaban ser personas religiosas pero su vida era deshonesta.

“Poco ruido y muchas nueces”

Si damos vuelta el conocido dicho, lo podemos aplicar a la viuda pobre que es observada por Jesús cuando deposita su limosna en el templo. Jesús la pondera porque constata que, sin mucha publicidad, sin tener apariencia ni presencia, siendo poco valorada en la comunidad de entonces, mientras que otros daban en limosna lo que les sobraba, esta humilde mujer, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir.

Un testimonio

Visitando un comedor de periferia me llamó la atención que funciona en una casa cuyas paredes no tienen revoque interior, es realmente precaria y pertenece a una mujer que ayudada por otras vecinas animan ese servicio. El comedor se sostiene con aportes que hace llegar el párroco, Caritas y el Municipio, con lo cual alimenta a unos 80 niños tres o cuatro veces por semana. La señora me contó que como habían cesado los aportes de comida del Estado había utilizado los pocos recursos propios que tenía hasta agotarlos, por lo cual debía interrumpir el servicio en enero y febrero. Me impresionó porque esta mujer no solo tenía un gran amor a los niños pobres de su barrio, acompañado de una gran sensibilidad con el hambre que sufrían y que ella intentaba saciar, sino que terminó usando recursos que ella necesitaba para vivir, hasta que no pudo más. Pocos conocen el comedor, más allá de la gente humilde que lo rodea. Poco ruido y muchas nueces. Sin duda estos pobres nos indican el camino para una sociedad mejor, son los “santos de la puerta de al lado”, los que no están en los altares, sino en la realidad cotidiana sirviendo silenciosamente, movidos por un amor al prójimo admirable que Dios ve, pondera y nos invita a imitar. Que Dios te bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.