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San Nicolás de los Arroyos
domingo, enero 19, 2025
Edición Diaria
Edición N°

Homilía del Obispo: la alegría del amor

HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn 2,1-11)

Por monseñor Hugo Norberto Santiago
Obispo de la Diócesis de San Nicolás

“Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí, Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’. Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía’. Pero su madre dijo a los sirvientes: ‘Hagan todo lo que Él les diga’. Había unas tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: ‘Llenen de agua estas tinajas’, Y las llenaron hasta el borde. ‘Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete’. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: ‘Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento’. Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él”.

Palabra del Señor.

El símbolo del vin

El vino es símbolo de la alegría, y la celebración del amor. Jesús y María, su Madre, participan de una fiesta de bodas, fiesta del amor en la que en medio de la celebración falta el vino. La Virgen María lo nota y se lo dice a Jesús, quien hace el milagro de transformar el agua en vino, un vino mejor que el que habían servido antes. El amor de pareja, el amor matrimonial entre un hombre y una mujer es vocación, llamada, atractivo, proyecto central para la mayoría de los hombres y las mujeres. Los que creemos, sabemos que Dios hizo al hombre y a la mujer complementarios y con la misma dignidad. El hombre es para la mujer y la mujer es para el hombre un “tú” con quien dialogar, amarse, complementarse, unirse, ser fecundos y felices. Por otra parte, este mutuo encuentro hay que cultivarlo para que sea estable y creciente, porque el egoísmo, el dominio, el destrato tienden diluir el amor de pareja. El hombre y la mujer tienen que cultivar el encuentro con la “persona” del otro de la cual se enamoraron y la cual es única. Los cuerpos -si se puede hablar así- son parecidos, mejores o menos lindos, y tarde o temprano envejecen; la “persona” con la cual se unieron en alianza es única y puede renovarse de día en día.

La crisis del amor

El matrimonio está en crisis porque el amor está en crisis; y el amor está crisis porque ha disminuido el cultivo del encuentro interpersonal entre el varón y la mujer, ha perdido profundidad, entre otras cosas porque la sensualidad y lo “visceral” ha avanzado sobre el cultivo de la relación interpersonal profunda, afectiva, cariñosa, que es lo que da estabilidad y profundiza el amor de pareja. Así el vino del amor termina aguándose y se acaba.

La Virgen se da cuenta y Jesús convierte el agua en vino. Si los cónyuges imploran a Jesús cuando ven que se les va acabando el vino del amor, si vuelven a los valores del Evangelio, la pureza, la humildad, la consideración del otro, el servicio, entonces la alegría del amor no solo vuelve, sino que es mejor que antes, porque resurge un amor más maduro, más profundo, más estable.

Buen domingo.