El domingo Ramallo fue foco de atención en todo el país por el accidente que costó la vida a Gustavo Degliantoni, cuando el helicóptero que pilotaba se precipitó sobre el Paraná. Los otros cuatro tripulantes de la aeronave resultaron heridos con lesiones leves. EL NORTE dialogó con tres de los sobrevivientes: Osvaldo Iommi, Rubén Ojeda y Rubén Calderone.
De la Redacción de El Norte
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Un domingo para el olvido para los cuatro ramallenses que iban a bordo del helicóptero del empresario y ex corredor de autos, Gustavo Degliantoni. El Robinson 55 de color rojo, cayó en las aguas de la vecina ciudad de Ramallo, tras la descompensación de quien iba pilotando el helicóptero.
Por varios minutos, el tiempo parecía transcurrir lento para los sobrevivientes. Incluso, llegaron a pensar que también podían perder su vida. A dos días de la tragedia, EL NORTE dialogó con tres de las cuatro personas que iban en la cabina del helicóptero esa tarde: Osvaldo Iommi, Rubén Ojeda y Rubén Calderone.
“Verdaderamente no sé qué pasó. Veníamos de regreso de Rosario, volando un poco bajo, estábamos yendo para la guardería porque queríamos llegar a ver el partido de River. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, estábamos adentro del agua”, comenzó relatando Osvaldo Iommi. “Yo me pude desprender del cinturón, abrir la puerta y salir. Cuando llego a la superficie, lo veo a Gustavo, que estaba del otro lado del helicóptero enganchado con medio cuerpo afuera prácticamente y empiezan a salir los otros muchachos que venían atrás. Por suerte no tenían cinturón, a todo esto, empezamos a las patadas y a movernos abajo porque debajo del agua no veíamos nada y pudimos salir”, agregó.
Sobre la situación de Degliantoni, expresó que “durante todo el viaje estuvo muy bien, no nos dimos cuenta en ningún momento de nada raro o algo que nos marcase que podía pasar lo que pasó. Fue todo tan rápido que no nos dio tiempo a actuar”.
Más sobrevivientes
En el helicóptero viajaban cinco personas: Gustavo Degliantoni, quien pilotaba la aeronave; Osvaldo Iommi; Rubén Ojeda; Rubén Calderone; y Julio César Puchet. Los dos primeros iban en la parte de adelante, mientras que, el resto, estaban sentados en la parte trasera de la cabina. Era habitual para ellos realizar este tipo de salidas, no tan rutinario, pero sí que lo hacían cuando lograban juntarse los cinco.
Calderone contó a este diario que “nosotros veníamos en la parte de atrás, afortunadamente sin cinturones de seguridad que fue lo que nos salvó. Pasó todo muy rápido, no nos dimos cuenta de nada. En un momento estábamos volando y a la milésima de segunda ya habíamos impactado en el agua”.
“Déjame agradecer a toda la gente que nos ayudó. Una pareja que iba en moto de agua que nos socorrió de inmediato, a los hijos de unos amigos que estaban con su lancha ahí que fue de donde nos agarramos para llegar a la orilla; la verdad que sin ellos no sé qué hubiésemos hecho”, añadió.
“El helicóptero hace como una especia de vuelta campana, y nosotros dos (por Ojeda) hablamos incluso cuando estábamos ahí abajo. Se podía ver algo, no mucho, y me tuvo que agarrar del hombro y de ahí salimos los dos”, continuó relatando Calderone.
Por su parte, Ojeda detalló que “Degliantoni hacía las maniobras que hace siempre, que toda la vida hicimos. No hubo nada raro, siempre fue muy prudente y muy respetuoso de su vida y de la de los demás. Por eso jamás pensamos que esto iba a pasar. Mientras regresábamos íbamos discutiendo quién iba a hacer las pizzas para ver el partido de River que ya había comenzado. Nunca nos imaginamos nada de esto, es una tristeza muy grande. Es más, en un momento pensé ´hoy me muero´”.
“Ahí empecé a golpear para todos lados a ver cómo podía salir. A mis costados no podía, para abajo tampoco, para adelante no sentí nada y atiné a subir hasta que vi una luz y llegué a la superficie. Cuando voy subiendo, pateo algo, era él (por Calderone) y ahí lo agarré y salimos ambos”, afirmó.
Sobre Degliantoni, confió que “se había quedado enganchado con el cinturón. Le atamos una soga para sacarlo con una lancha, empezamos a tirar y se corta la soga. Lo volvemos a atar después de cinco o siete minutos y lo llevamos hasta la orilla. Era una persona de 120kg más o menos”.
“Cuando lo logramos recostar sobre la barranca, pregunté si alguien sabía hacer RCP, pero nadie sabía. Entonces se lo hice yo, cinco aproximadamente, porque todavía tenía signos vitales. Después de eso se puso morado y me di cuenta que ya había fallecido. Me saqué la remera y lo tapé”, relató.
Un día que quedará para siempre grabado en sus memorias. “Se nos fue otro amigo de la peña, un tipazo”, describieron los sobrevivientes. Con la voz quebrada, lo recordaron como una grande persona y mejor amigo.