Marzo del 2022 trajo consigo anuncios alarmantes, ya que se anunció la inflación mensual más alta en 20 años en Argentina, y el incremento de la canasta básica total en un 7%.
El índice de precios récord de marzo, tuvo su correlato en dos indicadores decisivos que marcan el ritmo del bienestar social. La canasta alimentaria, que solo incluye los bienes de primera necesidad, tuvo una suba de 6,5% en el tercer mes del año. De esa forma, un hogar precisó $39.862 para no ser considerada indigente. Incluso el Indec informó que una familia compuesta por dos adultos y dos niños, necesita de un ingreso mensual de casi $90.000 para no caer bajo la línea de la pobreza.
Interanualmente, la Canasta Básica Total (CBT) tuvo una suba del 47,3%, que la ubica por detrás del ritmo general de precios. En ese sentido el registro más crítico es el de la canasta alimentaria, cuyo valor creció 55,2% a marzo, en línea con el Índice de Precios al Consumidor (IPC).
Los dos indicadores son decisivos para medir el impacto de la crisis económica en los indicadores sociales. Eso sucede porque la canasta básica –que además de alimentos incluye otros ítems del gasto como indumentaria, salud, transporte o educación– determina la denominada “línea de pobreza”. Es decir, los hogares con ingresos menores a la CBT son los que pasan a ser considerados pobres.
De la misma manera, la canasta alimentaria –que tiene un alcance limitado a bienes de primera necesidad– es la que configura la “línea de la indigencia”: aquellas familias que no lleguen a cubrir los ingresos necesarios para adquirir la CBA son indigentes.
La última medición oficial marcó que el 37,2% de la población -unas 17,4 millones de personas- es considerada pobre en la Argentina y el 8,2% vive en condiciones de indigencia. De acuerdo a los datos del segundo semestre de 2021, de esta manera, los indicadores sociales principales mostraron una mejora respecto al 42% de pobreza que marcó el 2020 y el 40,6% de la primera mitad del año pasado.
No obstante, tanto la pobreza como la indigencia tuvieron un recorte, que se generó por la recuperación económica superior al 10% en 2021, acompañada por un rebote en los números de empleo. De todas formas, ese alivio fue muy parcial, en especial para las familias que viven de ingresos de empleos no registrados. Como referencia, los trabajadores informales perdieron por unos 12 puntos porcentuales contra la inflación.