27.9 C
San Nicolás de los Arroyos
jueves, diciembre 12, 2024
Edición Diaria
Edición N°

“Tener eterna vida en abundancia”

HE VENIDO PARA QUE TENGA VIDA

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn 6,51-59).

Por monseñor Hugo Norberto Santiago
Obispo de la Diócesis de San Nicolás
    

  “Jesús dijo a los judíos: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo’. Los judíos discutían entre sí, diciendo: ‘¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?’. Jesús les respondió. ‘Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente’. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm”. Palabra del Señor.

¿Comer el Cuerpo de Cristo?

      Es verdad que si nosotros hubiésemos estado entre los que seguían a Jesús y hubiésemos escuchado qué decía “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo”, también nos habríamos hecho la pregunta que se hicieron los judíos: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. Y tal vez le hubiésemos dicho a Jesús: “No somos caníbales antropófagos, no vamos a hacer eso, aunque vos digas que comer tu carne nos dará la vida eterna”. El problema de comprensión es real. Sin embargo, Jesús se refería al sacramento de su cuerpo y de su sangre que se encuentra en el pan de la Eucaristía. Jesús está verdaderamente presente en ese poco de pan y ese poco de vino después de la consagración en la misa y cuando comulgamos, es su Espíritu, su Persona la que se une a nuestro espíritu, a nuestra persona, dándole “Vida” con mayúsculas.

Tener eterna Vida en abundancia

La persona de Jesús que se une a nuestra persona cuando comulgamos, nos da Vida con mayúsculas, es decir, nos da fe, alegría, esperanza, amor a los demás, consideración, cordialidad, capacidad de ponernos en el lugar del otro y llorar con él si está llorando por algo que lo lastimó y alegrarnos con él si está festejando un acontecimiento significativo para su vida. De ese modo nos hacemos cercanos a los que nos rodean, amigos, hermanos, y de ese modo experimentamos alegría, plenitud, satisfacción, porque la Vida, con mayúsculas, es “relación”, “vínculo”, “unión”. No hay vida ni alegría en la soledad, la felicidad es relación y unión profunda con otra persona. Así, cada vez que comulgamos entramos en relación con Jesús, él nos hace vincularnos con los demás a través de la amistad y de ese modo experimentamos la Vida en abundancia, la Vida con mayúsculas. Jesús nos asegura, que esta experiencia es un anticipo de algo que está llamado a ser eterno, estable, para siempre. Que Dios te bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Buen domingo.