San Nicolás, como otros municipios, tomó la decisión hace muchos años de semaforizar con luces intermitente las avenidas más transitadas, en las horas de menos circulación de vehículos. ¿El argumento? Seguridad.
De la redacción de EL NORTE
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Aún no se conoce el resultado de las pericias toxicológicas y accidentológicas que podrán echar luz en la investigación del accidente que apagara las vidas de Carmen Montes y Miguel Arroto, el 5 de febrero en la esquina de avenida Savio y Terrasson. Aquella madrugada, la camioneta Amarok conducida por el joven Jeremías Ramírez impactaba brutalmente contra el Ford Fiesta en el que se trasladaban Carmen y Miguel.
La Amarok circulaba por Savio, según testigos presenciales, a altísima velocidad. El Fiesta se dirigía por Terrasson hacia el oeste. El semáforo, a esa hora del día y a esa altura de la avenida, se encontraba en amarillo intermitente por ser la vía de tránsito más rápido. En las esquinas de cruce los semáforos de las vías perpendiculares a la avenida se encuentran en rojo intermitente. La normativa en estos casos da prioridad de paso al que circula por avenida, es cierto. Pero también en muchos casos genera impunidad. La impunidad de quien siente que transitar por una avenida con semáforos intermitentes lo habilita a no mirar, a no pensar, a no tener en cuenta la vida de terceros.
Los hechos hoy son irreversibles. Las vidas de Carmen Montes y Miguel Arroyo se apagaron definitivamente. El resultado de las pericias solo aportará pruebas incriminatorias –o no– para determinar responsabilidades. Pero no devolverán las vidas perdidas.
Ahora es momento de pensar hacia adelante. De evaluar cuán acertado o desacertado es liberar la avenida más rápida y más transitada de la ciudad al libre albedrío de un conductor que poco valora su vida y las de los demás. Dejemos de lado, de ahora en más, los nombres y apellidos. Miremos hacia adelante, para que hechos tan dolorosos no se repitan.
¿Seguridad?
San Nicolás, como otros municipios, tomó la decisión hace muchos años de semaforizar con luces intermitente las avenidas más transitadas. Desde las 23:00 hasta las primeras horas del día siguiente, cuando la circulación vehicular se reduce notoriamente. ¿El argumento? Seguridad, en sus dos acepciones: vial y delictual.
Fuentes vinculadas a la oficina municipal de tránsito defienden la intermitencia de los semáforos en razón de que resulta riesgoso que un semáforo opere normalmente durante la madrugada porque expone a los ocupantes del vehículo a hechos de robo. Al mismo tiempo entienden que no se puede confiar en que un conductor se detenga ante un semáforo en rojo cuando es de noche. “¿Quién va a respetar de noche la luz de stop si tampoco se la respeta de día?”, preguntó retóricamente una de las fuentes consultadas.
Atendiendo a este último argumento, la norma pierde vigor frente a la conducta temeraria de quien se encuentra al volante. Este es un punto esencial, porque lo supuesto entonces es que –se haga lo que se haga– las desgracias siempre estarán supeditadas a la responsabilidad/irresponsabilidad del conductor.
Debatir
Como sea, el debate es necesario puesto que los hechos consumados obligan a repensar cuál es el menor riesgo. Los accidentes viales han existido desde que se inventó la movilidad a motor. Y seguirán existiendo. Lo urgente es generar las condiciones para reducir al mínimo posible los incidentes trágicos, y también aquellos en los que tal vez no se producen muertes pero sí ocasionan lesiones graves y/o secuelas irreversibles. Muchas ciudades lo han logrado.
El sentido común nos lleva a pensar que no se puede relajar la política de concientizar a los conductores. De reforzar la obligatoriedad en el respeto a las normas de velocidad, de paso, de no ingesta de sustancias que puedan deprimir el estado de alerta que debe tener todo el tiempo un conductor. Pero también nos recuerda que controlar es otro de los factores que permiten salvar vidas en las calles. Concientizar y controlar no pueden tomarse como políticas disociadas. Una está atada a la otra. Cuando alguna de las dos falla los riesgos de incidentes fatales aumentan. Y cuando ambas fracasan suceden episodios como el que ahora se vuelven a lamentar.