31.7 C
San Nicolás de los Arroyos
miércoles, diciembre 11, 2024
Edición Diaria
Edición N°

ROSALÍA SUPERÓ TODA EXPECTATIVA EN EL MOVISTAR ARENA

La expectativa por ver a Rosalía en vivo con su Motomami Tour era inmensa, a tal punto que las 15 mil entradas del Movistar Arena se agotaron en cuestión de minutos y hubo que agregar otra fecha más, que también se vendió en tiempo récord.

Foto: Clarín

El jueves por la noche llegó el tan esperado momento del debut, y el público se veía ansioso y dispuesto a disfrutar cada gesto, sonido y mohín. Y así fue: un concierto espectacular que rompió muchos preconceptos de lo que “debe” ser un recital.

No hubo músicos ni cambios de vestuario, por ejemplo. Tampoco muchas canciones de sus discos anteriores. Todo fue un gran “Motomami tour de force”, con el nuevo material y concepto como eje.

El punto de partida fue el álbum que este año causó conmoción en todo el mundo, aunque ese impacto luego fue eclipsado por el reciente hit Despechá, un inédito que sumó a la gira y terminó siendo editado casi a pedido del público que enloqueció en las redes sociales.

Con Motomami (el álbum), Rosalía corrió los límites de los sonidos y los estilos musicales. No es trap ni flamenco, pero también son ambas cosas y todo lo que hay en el medio. El desafío fue trasladarlo al vivo, y en lugar de armar una superproducción con decenas de músicos, decorados y bailarines, la talentosa cantante española optó por una apuesta digna de Bjôrk o Kanye West.

Foto: Clarín

El concepto podría resumirse como una suerte de menos es más, pero tampoco es tan sencillo. Desde el vamos, con la luces del estadio más bajas, sonó a todo volumen el Matsuri Shake de la banda de punk experimental japonesa Ni Hao. Ovación general, enseguida se apagaron las luces y se escuchó un infernal ruido a motos. El show había arrancado.

Los primeros temas

Rosalía subió a un escenario completamente despojado junto a sus ocho bailarines (o “motopapis”), todos con máscaras luminosas y caminando en cuatro patas. Al lado, como un integrante más, un camarógrafo con su steadycam filmaba todo desde muy cerca.

Foto: Clarín

La canción que rompió el hielo fue Saoko, cantada por todo el estadio de pie. Siguieron Candy, Bizcochito y La fama, con el público coreando “Olé olé ole, Rosy, Rosy” con clima de cancha.

Cada tanto saludaba al público o mencionaba a Buenos Aires, pero antes de agarrar la guitarra eléctrica y cantar Dolerme recordó su visita de tres años atrás, “que era la primera actuación de gira y fue la primera vez que me acogían así fuera de mi casa”.

Su ADN flamenco se lució en De aquí no sales y Bulerías. Armó un clima extraordinario y enseguida dio un golpe de timón e hizo el tema Motomami, montada en una montaña humana con forma de moto.

Un show sin respiro

Aunque no mantuvo siempre el ritmo arriba, sino que varió con maestría la dinámica, Rosalía logró mantener siempre en alto la atención y energía del público, una tarea seguramente agotadora, ya que todo el peso del show recae sobre ella, sin respiro alguno.

Foto: Clarín

Hizo g3n15 con dedicatoria previa “a alguien que no vi por casi dos años”, y la cantó parada sobre una base circular que giraba. Luego, en Linda, dos de los bailarines se hicieron cargo de las cámaras, casi como sacando selfies.

En un momento Rosalía decidió leer los carteles y pancartas de los fans, con mucha simpatía y picardía. Hasta terminó cantando un tramo de Alfonsina y el mar, que solía hacer -dijo- cuando tenía 16 años.

Luego bajó entre la gente y convidó el micrófono para que algunos cantaran La noche de anoche. Volvió al escenario envuelta en una bandera y se sentó en un insólito sillón de peluquería y cantó Diablo mientras se cortaba algunas trenzas y se sacaba el maquillaje.

“Con tu permiso, Buenos Aires, me voy a despeinar”, comentó, y se sentó en un piano que apareció tan mágicamente como el sillón. Dio una gran versión de Hentai, por supuesto coreada por todos, y después volvieron los bailarines para Pienso en tu mirá.

El tramo final

Rosalía siguió con Perdóname, que cantó a solas en el inmenso escenario, y sobre el final llegó una procesión que le colocó encima un vestido con una cola gigantesca. El vestuario del show, vale aclarar, es todo de del australiano Dion Lee.

Foto: Clarín

Un momento muy simpático fue cuando hizo Abcdefg dando pie a que el público completara cada verso de la letra que sigue el orden del abecedario. Ahí fue cuando se puso un pañuelo verde y se estremeció el estadio.

En La combi versace zapateó flamenco e hizo twerking, mientras subieron fans y hasta sonó un tramo del hit Gasolina de Daddy Yankee. La fiesta siguió con Despechá, el aún inédito Aislamiento, Blinding Lights, Dinero y libertad y Como un g, donde se emocionó mientras los fans levantaban cartelitos con la frase “A nosotros siempre nos tendrás”.

Hubo lugar para su viejo hit Malamente, pero al rato llegó la frase “La noche está terminándose” y la despedida fue con el tema Con altura. Hubo bises como Chicken Teriyaki, todos montados sobre patinetas y Salura con acompañamiento de un pianista.

Rosalía volvió y venció, dando cátedra de talento con una voz única, y lecciones de creatividad y originalidad, cualidades que la hacen sobresalir en en todo el mundo.

Fuente: Clarín