Delincuentes juveniles arriesgan sus vidas para descargar la droga que se envía desde el otro lado del Atlántico.
Es un negocio criminal al alza.
El aumento en el volumen de cocaína enviada desde América Latina hacia Países Bajos, a través del puerto de Rotterdam, ha incrementado también el número de jóvenes empleados por las organizaciones delictivas para recoger la droga oculta en los fletes.
La BBC ha podido ver el peligroso trabajo de los llamados “recolectores de cocaína”, que actúan como enlace con las cadenas de suministro de droga en Europa.
El monitor muestra una docena de figuras oscuras que corren en fila con precisión militar hacia un contenedor de carga en el puerto de Rotterdam.
El cargamento de fruta tropical colombiana quizá haya sido ya descargado, pero esta caja de metal de 12 metros de largo entre los miles de contenedores idénticos aún tiene mercancía en su interior: 80 kilos de cocaína ocultos en un refrigerador, con un valor en el mercado de alrededor de 4 millones de euros (US$4,52 millones).
La misión de los recolectores es sacar la droga del contenedor y alejarla de los muelles. Luego será enviada a capitales europeas como Ámsterdam, Berlín o Londres.
“El puerto es una mina de oro”, asegura un hombre encapuchado cuando lo entrevista el periodista Danny Ghosen en la cadena holandesa VPO.
“Puedo ganar un buen dinero cerca de casa… y siempre hay trabajo”.
Es uno de los jóvenes empleados por poderosas bandas criminales.
“Cada encargo es diferente”, afirma. “Un jefe te dice ‘vais a ganar tanto a repartir’; otros dicen ‘os quedaréis parte de la droga para venderla vosotros'”.
2.000 euros por kilo
Un recolector puede ganar alrededor de 2.000 euros (US$2.260) por cada kilo de cocaína que descarguen. Y el negocio está en alza.
“Los descubrimos hace unos dos años”, afirma Andre Kramer, propietario de una compañía logística en el puerto.
“Había uno o quizá dos y los veías un par de veces al año. Pero en los últimos seis meses los grupos han crecido. Son 10 ó 12 personas y actúan 3 ó 4 veces por semana”.
El aumento en el tráfico está haciendo los métodos de los recolectores más sofisticados.
A veces, no sacan la cocaína del puerto, sino que la trasfieren a otro contendor señalado por las bandas con la ayuda de alguien de dentro. La mercancía saldrá entonces del recinto portuario en un camión. En otras ocasiones, las bandas esperan dentro del puerto los cargamentos de droga.
“Recientemente encontramos tres contenedores hotel”, cuenta Kramer. “Los recolectores pueden pasar días allí. Comen, beben y hacen sus necesidades dentro. Encontramos colchones, botellas de agua vacías y envases de comida.
Pero ocultarse en un contenedor a la espera de que el camino esté despejado puedes ser extremadamente peligroso.
A comienzos de septiembre, nueve jóvenes se vieron atrapados después de que se atrancara la puerta del contenedor en el que se ocultaban, en parte lleno con troncos.
“Si te encierras con cosas como madera o fruta, que consumen oxígeno, quedará menos aire para la gente dentro”, explica Jan Janse, jefe de la policía de puerto de Rotterdam.
Pese a que normalmente las bandas se aseguran de que los contenedores se pueden abrir desde dentro, esta vez algo salió mal y los recolectores quedaron atrapados.
En medio del pánico los recolectores llamaron al 112 para pedir ayuda.
“Teníamos esa información de que nueve personas iban a morir en un contenedor, pero en una terminal con 100.000 contenedores, y los propios recolectores no sabían exactamente dónde estaban”, dice Janse.
“Tuvimos que buscar en todas las instalaciones, con helicópteros, un montón de policía, agentes de aduanas, bomberos y ambulancias. Tuvieron suerte de que los encontráramos a tiempo”.
Tardaron 4 horas en encontrarlos. Algunos de los hombres tuvieron que ser hospitalizados por dificultades respiratorias. Por motivos de seguridad, Janse, que lleva siete años como jefe de policía del puerto, prefiere no revelar cómo encontraron a los recolectores.
“Dejémoslo en que hicimos algunas cosas inteligentes”, dice.
Un negocio al alza
En 2014 las autoridades interceptaron más de 5.000 kilos de cocaína en el puerto. En 2020 esa cifra había crecido hasta los 41.000 kilos.
“Estimamos que este año van a ser 60.000”, pronostica Janse. “Cada año batimos el récord. No estoy orgulloso. Está bien que aprehendamos la cocaína, pero llega una enorme cantidad”.
Y la que se descubren en el puerto representa solo una mínima parte de este tráfico ilícito.
En septiembre, 110 recolectores fueron capturados en el área portuaria en solo una semana. Pero, a menos que los pillen con las manos en la masa, el único riesgo para ellos es una multa de menos de 100 euros (US$113). Algunos llevan el dinero en efectivo para pagar al instante en caso de que los atrapen.
“Decimos que estamos dando un paseo, que nos fascinan los contedeores”, confiesa el joven que vive de descargar la droga que llega.
Con sus 42 kilómetros de largo, el de Rotterdam es el puerto marítimo más grande de Europa. Más de 23.000 contenedores de carga se procesan aquí cada día.
Hay algo imprescindible para los recolectores de cocaína y las redes del narcotráfico que llegan aquí: la corrupción.
“Si viene aquí mañana, le garantizo que puede hacerse con uno de los pases de seguridad. Solo dígale a un trabajador que le pagará 500 euros (US$565) si le presta el suyo”, dice el recolector de droga.
“Es difícil hacer nuestro trabajo sin alguien de dentro, como un agente de aduanas. Puede que saque de la lista un contenedor que debía ser inspeccionado”.
Con quienes se rehúsan a cooperar, los recolectores usan la intimidación.
“Cuando un agente de aduanas dice que no, amenazas a sus hijos. Entonces dice que sí muy rápido”, cuenta el joven encapuchado.
Kramer asegura que sus empleados están bajo presión porque están a la vista de quienes trabajan para el crimen organizado.
“Hay gente a la que se han acercado en su casa para decirles que coloquen contenedores en un lugar concreto, como junto a una valla”, cuenta. “Y he tenido gente que ha renunciado. No quieren trabajar aquí más; están asustados”.
El fiscal jefe de Rotterdam, Hugo Hillenaar, está familiarizado con estas historias.
“Gran parte de la delincuencia en la ciudad guarda relación con el problema de la droga en los muelles”, afirma. “Tenemos un tiroteo casi cada día. La violencia está aumentando”.
Y las sangrientas repercusiones del tráfico de cocaína en todo el país también aumentan, incluida el asesinato a plena luz del día en Ámsterdam de Peter R de Vries, el más famoso periodista de investigación holandés.
“Las mafias están muy bien organizadas. Tienen su CEO, sus recursos humanos, personal y captadores”, dice Nadia Barquioua, fundadora de YOUZ, una organización de apoyo a los jóvenes.
YOUZ desarrolla su labor en la orilla sur de Rotterdam, una de las zonas urbanas más deprimidas del país y hogar de muchos de los recolectores de droga. Más de una cuarta parte de su población tiene menos de 23 años y más de la mitad es de origen inmigrante.
En las décadas de 1960 y 1970, migrantes se instalaron aquí atraídos por las oportunidades de empleo en el puerto. Pero cuando la actividad industrial se desplazó al oeste y el trabajo aquí se acabó, quienes pudieron permitírselo se marcharon, dejando un vecindario en el que muchos hogares son ahora de bajos ingresos.
YOUZ se centra en escuelas, clubes y centros comunitarios en un intento de alejar a los jóvenes de la delincuencia.
“Debemos enseñarles que ganar dinero de una manera normal es mucho más seguro y que tienen oportunidades en la ciudad”, expica Barquioua.
“Es mas fácil criar niños felices que enderezar a hombres rotos”.
Y en el puerto de Rotterdam hay cada vez más recolectores de droga.
“Tenemos chicos de 14 y 15 años haciendo ese trabajo y eso es preocupante”, dice Hillenaar. “Son cada vez más y más jóvenes”.
Ahora que se acerca la Navidad y en la ciudad se habla de una “blanca Navidad”, no precisamente por la nieve, Hillenaar tiene un mensaje para los consumidores de cocaína.
“Cada día se esnifan 40.000 rayas de cocaína en la ciudad. Cada raya que esnifas tiene una detrás una historia de extorsión, violencia y muerte”.
El fiscal confía en que un cambio legal que está previsto para 2022 sirva como disuasión para los recolectores.
Prescinde de las multas e impone una pena de prisión de hasta un año a toda persona no autorizada que se encuentre en la zona portuaria. Pero, dadas las grandes cantidades de dinero en efectivo que se pueden ganar como recolector, no todos están convencidos de que vaya a funcionar.
“Honestamente, no creo que vaya a detenerse la llegada de droga hacia el puerto de Rotterdam”, dice Kramer.
También le preocupa que aumentar el castigo y amenazar con penas de prisión pueda conducir a un aumento de la violencia.
“Hoy los recolectores se retiran silenciosamente. Pero va a ser duro cuando usen cuchillos, armas o lo que sea para escapar. No queremos esa especie de salvaje oeste en nuestra terminal”.
Para algunos jóvenes, el riesgo de acabar en la cárcel puede hacer que se lo piensen dos veces antes de enfundarse en la ropa oscura de los recolectores y colarse en los depósitos de contenedores. Pero dado lo mucho que se ofrece, otros no serán disuadidos tan fácilmente. Saben que son un eslabón vital en la cadena del negocio del narcotráfico hacia Europa. Y ese negocio no tiene visos de agotarse pronto.