El acusado fue aislado del grupo de 8 rugbiers condenados y hay preocupación en la familia y el penal por su estado anímico. Hace unas horas trascendió información sobre la inquietante condición en la que se encuentra el joven.
Durante este fin de semana se dieron a conocer detalles del preocupante estado psicológico de los rugbiers, luego de darse a conocer la sentencia por el crimen cometido a Fernando Báez Sosa. Uno de los condenados que genera alarma y atención en las últimas horas es Máximo Thomsen, quien no estaría pasándola del todo bien en el penal de Melchor Romero.
Según informó hoy el canal Crónica TV, el joven fue separado en el penal del resto de sus amigos también condenados. La noticia se conoció luego de que el propio Blas Cinalli confirmara a uno de los periodistas de Crónica que se había provocado un “distanciamiento de palabra” entre los condenados.
En las últimas horas se divulgaron nuevos datos de los días de Máximo Thomsen en la cárcel. “Mi vida no tiene sentido, nadie me quiere”, habría dicho a sus conocidos más íntimos luego de la ruptura del vínculo con sus amigos. Al mismo tiempo, indicaron que “se la pasa llorando y leyendo la Biblia”.
Así mismo informaron que, tanto los familiares como el personal del servicio penitenciario, “tienen miedo de que se quite la vida”.
Máximo Thomsen es conocido como “Machu” en Zarate, donde creía que le esperaba un gran futuro deportivo. Pero sus actos le mostraron que su destino no era el que imaginaba ni mucho menos.
Según cuentas, las actitudes del rugbier comenzaron a cambiar cuando se separan sus padres Rosalía Zárate y Marcial Javier Thomsen. Esto afectó de sobremanera tanto a Máximo, como a sus dos hermanos.
Su confianza en el deporte lo llevó a probar suerte en las juveniles del Club Atlético San Isidro (CASI): “Nunca terminó de integrarse en CASI. En el plantel de su nuevo club ya no era el referente, ni el jugador más fuerte, ni el capitán. Por eso nunca se mudó a San Isidro y siguió viviendo en Zárate para mantener su círculo social”, cuentan sus cercanos.
El club de San Isidro inmediatamente expulsó a Máximo Thomsen cuando se lo acusó del crimen de Fernando Báez Sosa.“Acá todos sabíamos que esa bandita salía a buscar pelea. A veces ni siquiera tomaban alcohol, salían a pelearse”, contó un vecino. “Máximo no era el que buscaba pelea, esos eran los Pertossi, pero cada vez que había piñas Máximo se transformaba y no lo podían parar”, relataron personas cercanas a los condenados.