El acusado por el crimen de María Marta aseguró que no hay pruebas que lo incriminen y dijo que “la gente lee lo que la fiscalía quiere”.
Por Martín Sassone
Desde que la abogada Raquel Pérez Iglesias se sumó a su defensa durante el juicio por el crimen de María Marta García Belsunce, Nicolás Pachelo cambió su estrategia. Del personaje evasivo y reacio a los medios, una postura que cultivó durante casi 20 años, de un día para el otro pasó a hablar tanto en la sala de audiencias como con los periodistas.
Frente a los fiscales y los jueces ya se animó cuatro veces. La última fue este miércoles cuando por primera vez amagó con responder preguntas de la parte acusatoria: le concedió una al abogado querellante Gustavo Hechem y cuando éste se la hizo respondió con una chicana que eso ya lo había contestado: “Chau, perdió”.
Con los periodistas, en tanto, primero brindó un par de entrevistas telefónicas desde la cárcel, y ahora lo hizo frente a las cámaras, aunque con algunas condiciones, como por ejemplo la duración y la forma. Pareciera que hay algo que Pachelo no puede cambiar y eso es tener el control de la situación.
El mismo miércoles, pero durante el cuarto intermedio del debate oral que se le sigue en los Tribunales de San Isidro, Pachelo sostuvo que son los jueces los que deben determinar quién asesinó a María Marta, aunque aprovechó para lanzarle un dardo a la familia de la víctima: “Yo no voy a formar parte del show de los García Belsunce que me acusan (del crimen) y se sientan acá a insultar fiscales”.
En los poco más de siete minutos que estuvo parado frente a las cámaras, con su abogada al lado acotando cada vez que lo creyó necesario, Pachelo se defendió: “No hay ninguna prueba que me incrimine, no se me sitúa en la escena del crimen y ni siquiera se me sitúa en la puerta (de la casa de la víctima)”, aseguró.
Con un gesto serio y una actitud un tanto desafiante, el ex vecino problemático de Carmel -siempre bajo sospecha por robar desde palos de golf hasta computadoras- eludió las preguntas como lo hizo durante los últimos 20 años. “No soy muy partidario de hablar con ustedes. Lo saben bien. De acá me han llamado todos mil veces. No me gusta mucho lo mediático. El tema es que yo acá no tengo el beneficio del alegato leyendo papeles como si tienen la fiscalía y la defensa. Entonces yo no me puedo acordar un juicio de tres o cuatro meses de duración con ciento y pico de testigos, con lo que dijo el primer testigo la primera audiencia… al principio yo no iba a decir nada, pero después me pareció prudente empezar a contestar”, esbozó.
Pachelo se quejó de “las acusaciones de amenazas sin denuncias penales, de los dichos de dichos de dichos, de la versión del perro (que le robaron a María Marta), que ya escuché cuatro distintas, de cuatro personas que se sentaron bajo juramento, porque se le está dando una entidad al perro que carece de seriedad”.
“Hay cosas que tengo que empezar a contestar porque si no la fiscalía tira titulares a los medios y la gente lee lo que la fiscalía quiere que lea”, añadió.
Evitó explayarse sobre lo que hizo aquél 27 de octubre de 2002, el día que María Marta fue asesinada, tal vez para no volver a contradecirse como lo hizo en sus declaraciones como testigo, entre diciembre de 2002 y febrero de 2003 (durante la cuestionada instrucción que llevó adelante el fiscal Diego Molina Pico), y la indagatoria que le realizó el fiscal Andrés Quintana en 2019. Cuando las preguntas de los periodistas apuntaron a los tres testigos que lo ubican cerca de la casa de María Marta minutos antes de que se cometiera el crimen decidió terminar la entrevista abruptamente. Un Pachelo en estado puro.
Un personaje oscuro
A nadie le llama la atención la ausencia de su familia o amigos en la sala en las audiencias. Sus hermanos no quieren saber nada de él desde hace años, sus hijos tampoco y mucho menos su ex esposa, Inés Dávalos. Solo su incondicional abogado Roberto Ribas, quien asumió una especie de tutela desde que su se suicidó su padre, Roberto Pachelo, no se despega de su lado en ningún momento.
Pero los años de esplendor de Ribas, en los que prácticamente oficiaba de vocero de Molina Pico, parecen haber quedado atrás y ahora tuvo que sumar a la defensa a Pérez Iglesias y Marcelo Rodríguez Jordan para resistir el embate del Ministerio Público Fiscal. Es que el procesamiento y elevación a juicio sacó a Pachelo de ese limbo en el que se mantuvo durante años: acusado por los acusados y protegido por Molina Pico, una especie de testigo sospechoso cuyo rol en el caso nunca se terminó de aclarar… al menos hasta ahora.
En este juicio también se están ventilando los asuntos de familia de un hombre con un historial problemático con un abanico de antecedentes penales. Dijeron que le quemó la cuna al hermano, que le robó la moto a un amigo, que le prendió fuego la casa a otro hermano, que amenazó de muerte a un vendedor de autos y hasta pusieron en duda su rol en el suicidio de su padre. Además, se exponen detalles de otros múltiples robos a casas en countries y la venta de drogas en fiestas vip (por este último delito ya fue condenado a una pena menor).
Pachelo tiene la convicción de que las pruebas en su contra no son concluyentes: nunca se encontró el arma asesina y tampoco lo pueden ubicar en la escena del crimen. Pero hay muchos indicios testimonios que sí lo complican, según sostienen los fiscales. El primero es que su coartada se desmoronó y a la hora que mataron a María Marta, alrededor de las 18:30 de acuerdo con la pericia que benefició a Carlos Carrascosa, él todavía estaba adentro del country Carmel. El otro es que, a diferencia del viudo, él sí habría tenido un móvil para matarla y es que ella lo descubrió mientras robaba en su casa, justo la mujer que quería que lo echaran del country porque sospechaba que le había secuestrado al perro.
El juicio entra en etapa de definiciones y Pachelo lo sabe. Por delante, tiene una pena a prisión perpetua o la absolución en una causa que está a punto de prescribir el próximo 27 de octubre cuando se cumplan 20 años del homicidio que todavía mantiene en vilo al país.