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martes, noviembre 26, 2024
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Los 3 edificios más icónicos de Nueva York, ¿Por qué son de acero y cuáles son sus réplicas porteñas?

El Empire State, el Chrysler y el Flatiron son referencias obligadas en la Gran Manzana. Sus esqueletos de acero desafían el tiempo y los rigores del suelo y del viento de la isla más famosa del mundo. En Buenos Aires hay construcciones similares que se levantaron, en principio, como posibles imitaciones.

¿Dónde se sentiría más seguro en 1933 un gorila gigante traído a Nueva York desde una isla remota que escapa de sus captores? En la cima del Empire States, por supuesto. La pregunta y la respuesta se la hicieron Merian Cooper y Ernest Schoedsack, directores de King Kong, la primera película de la saga.

El Empire State fue inaugurado dos años antes tras 410 días de construcción acelerada. Fue anunciado en agosto de 1929. Y las primeras obras comenzaron en 1930. La belleza externa de su estilo Art Deco trepa a más de 443 metros de altura y tiene 102 pisos, algo inaudito para comienzos del siglo pasado.

¿Cómo se produjo esta pequeña revolución arquitectónica, que permitió al hombre desafiar las alturas y construir casi hasta tocar el cielo? En buena medida, por el acero, que se trata de un material dúctil, versátil y resistente. Una combinación que dio forma a una de las siete maravillas del mundo moderno y que es desde 1986 monumento histórico nacional de los Estados Unidos.

“El acero tiene varias cualidades, pero la posibilidad de superar desafíos estructurales proviene de su resistencia y otras características intrínsecas que lo hacen insustituible debido a sus propiedades y capacidad para soportar las cargas a las que se verá sometido, no solo por peso sino por la acción de los vientos”, consignó Carlos Vaccaro, director ejecutivo de la Cámara Argentina del Acero (CAA).

Un año después de inaugurado el edificio emblemático de Nueva York, Buenos Aires quiso tener su propio Empire State. La Sociedad Anónima, Financiera y Comercial, SAFICO, contrató al ingeniero suizo Walter Moll para levantar un rascacielos en Corrientes al 400 siguiendo las líneas arquitectónicas del gigante de Nueva York.

El SAFICO se inauguró en 1934 y representó un hito de la ingeniería y la producción nacional. A diferencia del edificio norteamericano, su destino inicial fue para viviendas. Pero conservó la idea base: el acero, que se utilizó en las columnas internas y en sus portentosos ascensores modernistas. En su célebre departamento 321, que ocupa los últimos tres pisos, vivió el poeta Pablo Neruda. Sus 25 pisos que se elevan hasta los 90 metros hoy están ocupados por las agencias de noticias más importantes del mundo.

El Chrysler, el antecedente del Empire

Antes del Empire State, el techo de Nueva York era el edificio Chrysler. Su hegemonía duró poco: fue inaugurado en mayo de 1930. También en base a los lineamientos del Art Decó, esta estructura de 319 metros de alto pensada por el magnate automovilístico Walter P. Chrysler como símbolo de poder. Su alma, al igual que la de su rival, está forjada en acero.

Se necesitaron 21 mil toneladas de vigas de este material y más 400 mil remaches para darle sostén. El exterior del complejo de oficinas de Chrysler está inspirado en el automóvil: el ojo atento podrá descubrir adornos de carrocería, guardabarros y hasta las águilas que representan a la marca Chrysler. El edificio está inmerso ahora en un esquema de renovación.

Buenos Aires también tuvo su edificio Chrysler, pero no terminó así. Se trata del Palacio Alcorta, una obra hecha por el arquitecto italiano Mario Palanti para la Concesionaria Resta, representante en Argentina de la marca de automóviles, por lo que inicialmente se lo conoció como “Palacio Chrysler”. Su diseño y construcción comenzó en 1927 y fue inaugurado un año después.

Está ubicado en Figueroa Alcorta al 3300. Como característica principal de esta construcción de una manzana de superficie resalta que su interior fue diseñado para ser una pista circular de prueba de vehículos. De allí que se lo conociera como el primer Palacio Autódromo.

El edificio plancha, otra invención neoyorquina

En 1902, el arquitecto Daniel Hudson Burnham decidió usar los conceptos de la escuela arquitectónica de Chicago para construir el Edificio Flatiron, aunque su nombre original es Fuller, en honor al fundador de la empresa que lo construyó. El nombre que lo hizo popular está relacionado con su parecido con las planchas de la época. Esto es debido a que está emplazado en un triángulo ubicado en la intersección de Broadway y la Quinta Avenida.

Los neoyorkinos lo bautizaron así y bromeaban y apostaban qué tan lejos llegarían sus escombros cuando el viento lo derribe. Un siglo más tarde sigue en pie y sus detractores son historia. El gran avance de este mole de 21 pisos y 87 metros de altura es que utilizó por primera vez un sistema de martillo neumático en lugar del tradicional de vapor para remachar las vigas de acero, lo que aceleró y eficientizó el uso del material y la disponibilidad de la mano de obra.

Se necesitaron 3.500 toneladas de acero para forjar el esqueleto metálico. Esta estructura sostiene las paredes de piedra caliza y terracota que no actúan para distribuir la carga, sino que están “colgadas” de la estructura.

Existe también un Flatiron porteño. En realidad existen varios, pero uno es el más visible. Se trata del Somisa, ubicado en Diagonal Sur y Belgrano. El responsable de la obra fue el arquitecto Mario Roberto Alvarez, ganador de un concurso lanzado en 1967. El requisito de la competencia es que la construcción esté hecha en acero, ya que la firma titular del complejo era una acería: Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (Somisa).

El edificio se realizó completamente con acero argentino y fue el primero de su tipo hecho en el país. Y resultó innovador en el mundo ya que su armado se hizo a través de soldaduras. Es, además, monumento histórico nacional. Su estructura de acero azulado y de vidrio doble marcan la identidad de una época de Buenos Aires y aún hoy se muestra futurista. Otro de los desafíos de Álvarez fueron las disposiciones edilicias que imponían tope a la elevación de las construcciones sobre Diagonal Sur. Para sortearlas, apeló a hacer siete subsuelos y 14 pisos altos.

“El acero que desafió las alturas hoy nos permite superar otros obstáculos. Representa una oportunidad de renovación sustentable para la construcción doméstica. Este sistema es desarrollado en acero de alta resistencia que, mediante la industrialización y uso de tecnología, optimiza procesos, disminuyendo los costos y los tiempos de ejecución hasta en 40% con respecto a la construcción tradicional”, concluyó el directivo de CAA.