Con una misa presidida por el obispo de La Rioja, monseñor Dante Braida, la comunidad recordó el domingo 1° de agosto al beato Enrique Angelelli.
El obispo de La Rioja, monseñor Dante Braida, presidió el domingo 1° de agosto en el Paraje El Buen Pastor, Punta de los Llanos, una misa en memoria del beato Enrique Angelelli.
Asistió a la celebración un reducido número de fieles y algunos sacerdotes de la comunidad. Fue un especial momento en que “se compartieron las virtudes heroicas de la entrega generosa del obispo de los pobres, la justicia y la paz”.
En su homilía, monseñor Braida destacó el amor de monseñor Angelelli por el pueblo que se le encomendó pastorear, buscando todos los medios para que el pueblo pudiera crecer y desarrollarse de un modo integral.
“Su gran fe en Jesucristo lo llevó a valorar a este querido pueblo riojano, conociendo y estimando su alma noble y solidaria, y reconociendo en esa alma, sus raíces profundas y cristianas”.
“Su gran fe en Jesucristo lo llevó a entregar su vida, como lo hizo Él en la cruz. A entregar su vida con la esperanza en la eternidad que brotaba de ese Evangelio en el que él creyó y que tanto predicó para ampliar el horizonte del pueblo, ese horizonte de vida eterna, don de Dios al que se accede, en primer lugar, abriéndose para recibirla, y al mismo tiempo, peregrinando en el día a día, buscando vivir de esa Buena Noticia que es el mismo Jesucristo”.
“El beato Enrique creyó profundamente en Jesús, el Pan vivo bajado del Cielo. Por eso se interesó por las necesidades vitales de las personas: la del trabajo, desde su labor con la JOC en Córdoba hasta el fomento de la actividad cooperativista aquí; del alimento; de la vivienda; de la educación, etc. A su vez, invitaba a todos a trabajar y a ocuparse de cubrir las necesidades del pueblo”.
Al finalizar su prédica, el obispo valoró: “Qué bueno es Dios al darnos, en el beato Enrique y sus compañeros mártires, ejemplos tan claros de vidas orantes, fraternas y misioneras. De vidas que fueron pan, signos claros de Aquel que los habitaba y conducía interiormente”.
Finalizada la misa, el obispo junto con los sacerdotes y los fieles peregrinaron llevando la cruz y cantando hasta la ruta donde ocurrió el martirio de monseñor Angelelli.