22.9 C
San Nicolás de los Arroyos
jueves, octubre 24, 2024
Edición Diaria
Edición N°

“LA ORACIÓN GENERA AMOR Y UNA ECOLOGÍA HUMANA”

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (Lc 10, 38-42)

*Por el obispo Hugo Norberto Santiago.

  “Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude’. Pero el Señor le respondió: ‘Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”. Palabra del Señor. 

La oración genera amor

       Los griegos, que después del tiempo de Jesús fueron el pueblo más culto de todo el mundo y dieron origen a la filosofía –amor a la sabiduría–, conformaron un pueblo con muchos pensadores que nos dejaron como legado la importancia de pensar, de buscar el sentido de todo, el origen de las cosas, el porqué de la vida y del sufrimiento. Por eso le daban importancia al “ocio” como tiempo dedicado solo a pensar y ponían en un nivel más bajo a la gente que se dedicaba solo al trabajo manual. 

      El cristianismo, sin dejar de ver la importancia de pensar, concibió la relación pensamiento-acción de otro modo. Desde la fe en Dios, y partiendo del ejemplo de Jesucristo, desarrolló la relación entre contemplación y acción. La contemplación que brota de la oración no es tanto algo de la inteligencia, sino del corazón, del amor, y da origen y sentido a la acción. El amor, que es creativo y concreto, usa la inteligencia para generar el gesto adecuado al servicio del que está cerca o lejos, en beneficio del bien común. Así contemplación y acción están en un mismo nivel de dignidad, solamente que la primera da origen y le da sentido a la segunda. Los cristianos, fundamentados en una historia de más de dos mil años, constatamos que la reflexión de la Palabra de Dios y la contemplación que de allí brota dan origen al amor que se concreta en gestos de servicio y es lo que fundamentalmente construye el bien común de una familia, una escuela, un hospital, una cooperadora escolar, un club, una nación.

      Por eso Jesús dice que María, que lo está escuchando, ha elegido una parte mejor que la de Marta que está trabajando. No porque el trabajo sea de menor nivel que la oración o el pensamiento, sino porque la contemplación, la escucha de Jesús y de su Palabra le dan sentido y creatividad a la acción. En efecto, la acción sin el pensamiento y la oración corre el riesgo de quedarse sin significado y degradarse; es decir, uno puede tener una vida activa sin sentido y entonces trabajar solamente para ganar dinero, o ser muy activos porque no queremos detenernos para pensar en un problema que no sabemos cómo resolver, o por personalismo, es decir, para hacer ver a los demás que valemos. En estos últimos casos la acción se degrada, pierde dirección y deja de ennoblecernos porque no está al servicio de Dios y no es fruto del amor a los demás. 

El amor genera una ecología humana

         En la cultura de hoy, en la que tantos vivimos con estrés por la diversidad y complejidad de desafíos que enfrentamos, donde la relación humana insana nos hace sufrir, a veces con consecuencias psicosomáticas –gastritis, úlceras, tensión arterial alta, psoriasis, etc.–, es sensato e inteligente “levantar un cambio” y preguntarnos: ¿cómo me relaciono? ¿Por qué o por quién trabajo? ¿Por qué hago lo que hago? ¿Quién me obliga a tener el ritmo de vida que tengo y a estar siempre insatisfecho con el nivel alcanzado? ¿Por qué tengo tanta ansiedad? ¿Qué la genera? Mi actividad ¿tiene dirección y sentido? Seguramente constataremos que la calidad de vida no está tanto en la “cantidad” de cosas que hagamos, sino en la “calidad” de relación que logremos con los demás. A esto último, el papa Francisco en “Laudato si”, documento en el que escribe sobre el cuidado de la casa común, es decir, de la creación, la llama “ecología humana”; una relación humana basada en caminar juntos, escucharnos, ser cercanos, abiertos y empáticos para una mayor amistad en la convivencia y al servicio del bien común, especialmente de los más vulnerables. Por allí comienza a construirse la ecología que tiene que ver con una ética social basada en la relación humana y el bien común que incluye el cuidado del ambiente y los más vulnerables. 

     Tal vez descubriremos que haciéndole lugar a la lectura en la que incluimos la reflexión cotidiana de un trozo del Evangelio, creceremos en sabiduría, descubriremos que Dios está y nos regala la vida y muchas personas que nos quieren y nos acompañan, que hay un bien común que construir, y sobre todo, tendremos más amor en el modo de relacionarnos; en fin, le daremos más dirección y sentido a la actividad y celebraremos más el hecho de estar vivos. Para los católicos, la misa se llama Eucaristía y significa ‘acción de gracias’. En las misas de este fin de semana le damos gracias a Dios por la vida vivida y le pedimos que seamos personas de oración y reflexión para cuidar y construir una ecología humana. 

¡Buen domingo y buena convivencia! 

- Publicidad - spot_img