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domingo, noviembre 24, 2024
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LA HISTORIA DEL ÚLTIMO FALCON PRODUCIDO EN ARGENTINA

SE FABRICÓ EN OCHO DÍAS Y SE SORTEÓ ENTRE LOS EMPLEADOS

La fabricación del último Ford Falcon (la unidad 494.209) no fue precisamente el mejor ejemplo de eficacia laboral. Ese auto, el último que salió de la planta de General Pacheco, demoró ocho días en ser producido. El retraso estaba justificado: todas las áreas involucradas en su montaje despidieron con los honores que merecía el miembro final del modelo más exitoso en la industria automotriz argentina.

Entonces mientras avanzaba lento iba recogiendo aplausos, fotos, mensajes, brindis, lágrimas… Operarios de planta, administrativos de oficina, ejecutivos de traje; nadie quiso estar ausente en el ritual que excedió a Ford, porque el Falcon fue y es una parte de la historia del país.



La empresa Autolatina, la sociedad formada por Ford y Volkswagen en la Argentina y Brasil entre 1987 y 1995 y que tenía a cargo las plantas de Pacheco y de Sao Bernardo do Campo (San Pablo), decidió que ese último Falcon no saliera a la venta, sino que iba a quedar en manos de uno de los empleados de la compañía en el país. Por eso fue a sorteo. Y el ganador fue un novato: Emilio Félix Poligiotto.

Cordobés, entonces tenía 30 años y llevaba 12 meses como empleado de Transax, la fábrica de transmisiones afincada en la capital provincial (había sido fundada para la producción de ejes traseros por Industrias Kaiser Argentina, en 1967) y que luego pasó a ser el actual Centro Industrial Córdoba de Volkswagen Argentina, un complejo dedicado a la fabricación de cajas manuales y automáticas.



Pogliotto fue el afortunado entre más de seis mil trabajadores de la compañía. Padre de tres hijas, sus compañeros contaron en aquellos días que ni se inmutó cuando supo que había sido beneficiado con semejante premio.

Incluso, el mismo afortunado manifestó que, cuando las autoridades de la planta lo convocaron un día lunes para informarle la buena nueva, no la pasó bien: “La verdad es que me asusté un poco, pensé que me había mandado algo y como soy nuevo…”, narró.



La vida, de algún modo, le había cambiado. Iba a trabajar en bicicleta y de golpe pasó de las dos ruedas a pedal a las cuatro ruedas a motor. “En mi casa no me querían creer cuando les conté”, expuso en aquellos días.

Más allá de la adquisición, tampoco le dio mucho uso al auto al principio porque el salario que percibía por entonces no le permitía disponer de un presupuesto para cargarle nafta con habitualidad. Por eso, siguió yendo a la planta de Transax en bicicleta o en colectivo.