Así lo indica la Encuesta Permanente de Hogares del Indec. Santa Cruz, Chubut y la Provincia de Buenos Aires son las provincias con diferencias salariales más amplias entre ambos géneros. Además, solo 2 de cada 10 puestos de máxima jerarquía están ocupados por mujeres en Argentina. La desigual distribución de las tareas deja a las mujeres expuestas a otras formas de opresión.
De la Redacción de EL NORTE
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Las mujeres ganaron en promedio un 26,3% menos que los hombres en el tercer trimestre del 2022, de acuerdo con la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). El ingreso medio de las mujeres, durante ese período, fue de $68.310, mientras que en el caso de los hombres, la cifra ascendía a $92.655.
Del total de 24 jurisdicciones, seis presentan una brecha salarial superior al promedio nacional: Santa Cruz (36,5%), Chubut (35,9%), Provincia de Buenos Aires (29,5%), Santa Fe (29,4%), Córdoba (29,2%) y Entre Ríos (26,5%). La Rioja fue la provincia con menor brecha, con una diferencia salarial entre hombres y mujeres del 14,1%, pero los salarios se encontraron entre los más bajos del país: $57.242 y $49.170 promedio para hombres y mujeres, respectivamente.
Trabajo productivo y reproductivo
Ecofeminita, una organización interdisciplinaria centrada en la visibilización de las desigualdades de género, reveló que, durante el mismo período, la brecha de ingresos mensuales sin descuentos jubilatorios es incluso mayor y se eleva al 33,6%. Esto indica que la brecha se amplía cuanto peores son las condiciones de trabajo.
Esta diferencia salarial se explica, en parte, por la histórica división sexual del trabajo que asigna roles de género. Los hombres, en este esquema, suelen realizar trabajo productivo mientras que las mujeres se desempeñan en trabajos reproductivos, es decir, tareas de cuidado que permiten garantizar el bienestar y la supervivencia del hogar. Los quehaceres domésticos, los cuidados de los más vulnerables y el apoyo escolar son tareas que recaen de manera asimétrica sobre las mujeres. Esta tendencia es constante independientemente de la edad, pese a que la brecha es más acentuada entre los 30 y 64 años.
Feminización de tareas domésticas y de cuidados
La Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2021 del Indec muestra que el 91,7% de las mujeres realizan trabajo no remunerado y le dedican un promedio de 6 horas y 31 minutos diarios. En el caso de los hombres, solo el 75.1% lleva a cabo este tipo de tareas y le dedican un promedio de 3 horas y 40 minutos al día. Cuando tienen personas demandantes de cuidado a su cargo, la cantidad de horas destinadas al trabajo no remunerado en ambos casos aumenta, pero la dedicada por las mujeres casi duplica a la de los hombres: alrededor de 9 horas y 4 horas y media, respectivamente.
Esta feminización de las tareas domésticas y de cuidado ya había comenzado a profundizarse durante la pandemia de COVID-19.
Según datos del Indec relevados en 2020 en el AMBA, el 73% de los hogares con niños, niñas y adolescentes incrementaron las tareas de cuidado y, de éstas, las mujeres realizaron el 64% de las tareas domésticas, el 70% de las tareas de cuidado de personas, y el 74% de las tareas de apoyo escolar.
Otras formas de opresión
Iris Marion Young, filósofa política y feminista, advierte que esta división del trabajo consiste en una forma de explotación de las mujeres que trasciende la diferencia de estatus, poder y riqueza resultante de su exclusión de las actividades remuneradas. Que las mujeres realicen las tareas domésticas y de cuidado releva a los hombres de las tareas de cuidado y permiten su realización en el mercado laboral remunerado, otorgándoles mayor libertad, poder y estatus.
Esta desigual distribución de las tareas deja a las mujeres expuestas a otras formas de opresión. Para Schenone Sienra, la feminización de las tareas de cuidado afecta las posibilidades de estudio de las mujeres y de insertarse plenamente en el mercado laboral, por lo que obtienen empleos más precarios con ingresos más bajos y tienen menor acceso a la seguridad social contributiva y peor calidad de vida. Esto condiciona la autonomía económica y física de las mujeres y las priva de los recursos materiales necesarios para romper con relaciones violentas. “Sin ingresos, sin empleo, sin una vivienda propia, difícilmente una mujer que sufre violencia pueda romper la dependencia con la pareja, más aún si tiene hijos a cargo. Por eso creemos que el foco de las políticas de género tiene que estar en pensar en la integralidad de la agenda y en todo el entramado de desigualdades”, sostiene.
Techo de cristal y más
El techo de cristal al que se enfrentan las mujeres para acceder a cargos de liderazgo también contribuye con la brecha salarial de género. El estudio “Sexo y poder: ¿Quién manda en la Argentina?”, realizado en 2022 por el ELA, reveló que solo 2 de cada 10 puestos de máxima jerarquía están ocupados por mujeres. En el ámbito empresarial, el liderazgo femenino cae al 5%.
“Pero no solo influye el techo de cristal, también hay que pensar que las mujeres no nos insertamos en todos los sectores de la misma manera y buena parte de las mujeres ocupadas lo hacen en actividades que tienen promedios salariales más bajos que ámbitos más masculinizados, como por ejemplo, el ámbito educativo o el de las trabajadoras de las casas particulares que tienen los salarios más bajos del mercado”, asegura la socióloga.
El informe de Ecofeminita para el tercer trimestre de 2022 también señala que la brecha de género en relación tanto con la tasa de actividad como con la tasa de empleo rondaba el 19%. La tasa de desocupación alcanza el 7,8% en el caso de las mujeres mayores de 14 años, a comparación del 6,5% de hombres. La tasa de subocupación también es superior para las mujeres: 14,4% en oposición a un 8,4% de varones. “En promedio las mujeres se encuentran más subocupadas que los varones, lo que significa que trabajan menos horas de las que quisieran y, en general, esto sucede porque necesitan conciliar trabajos de cuidado con las responsabilidades laborales”, destacó Schenone Sienra.