Jorge Martín, declaró el lunes pasado y contó lo que vivió en aquellos años junto a su hermana Analía. “Nada de lo que sucedió fue casualidad”, sostuvo.
En la reanudación de las audiencias por el juicio de la causa El Villazo, finalmente llegó el turno de la declaración de Jorge Martín. Martín es una de las víctimas y a su vez, se convirtió en uno de los voceros de esta causa. Desde su inicio en noviembre pasado, se mostraba expectante por que este día llegara y así poder contar qué sucedió en aquellos años.
En los minutos previos a ingresar al recinto dijo sentirse no nervioso pero sí ansioso, por relatar todo lo que vivió junto a su hermana Analía Martín. La intención fue contar toda su experiencia poniendo en contexto el por qué se desarrolló. “Nada fue casualidad, respondía a un plan sistemático que se estaba poniendo en marcha y que luego se manifestaría con el golpe del ’76”, recalcó.
“Tambien es una forma de reivindicar a Analía, que hoy lamentablemente no nos está acompañando. Ella fue la primera detenida, y después vinieron a buscarme a mí. También declaró Rubén Ramos, que es uno de los compañeros que venían en el auto desde la Facultad de San Nicolás. Ese día venían Claudio Clementeli, Analía, Rubén y Víctor Fernández fallecido-, y mi hermana -Analía-, hizo parar el vehículo para retirar un gamulán que había dejado la noche anterior en la casa de un primo hermano de mi papá. Ahí se le arrimaron al auto a los otros chicos que habían quedado. Empezaron a preguntar, y entre los apuntes de mi hermana había una lista porque nosotros colaboramos con el comité de lucha juntando fondos para ayudar a las familias que habían sido detenidas. Esa era toda nuestra participación”, recordó Martín. Luego de esa situación, “fueron a allanar mi casa, y ahí nos implantaron panfletos de los montoneros y esa fue la acusación sobre nosotros, cuando en el caso nuestro en realidad pertenecíamos al partido comunista, junto a Tito Martín. Nada que ver con montoneros”, aclaró.
“Eso me costó en mi caso casi 4 años de cárcel y mi hermana un poquito menos. Estuvimos primero en la Policía Federal de Rosario, ahí me trasladaron a la Prefectura de Rosario y estoy más de 3 años y medio en un calabozo ciego, solo todo el tiempo. Durante el primer año y medio dormí en el suelo. Poca comida, no tenía comida ni nada. Así permanecí y me salvó la lectura. Me leí prácticamente toda la Biblioteca Popular Perrissol. A Analía la trasladaron al sótano de la alcaidía y después a Devoto en donde le dieron la libertad”, continuó su relato.
“Fueron tiempos terribles, pero después de eso hemos demostrado que en la vida se pueden hacer un montón de cosas. Hemos salido adelante. Analía continuó sus estudios, se recibió de contadora; yo me recibí de profesor de historia e hice toda una carrera en la educación de la cual me siento muy feliz”, finalizó.
Por Tomás Herrera