En 2009, Sandro enfrentó su mayor desafío: un trasplante doble de corazón y pulmones, su única esperanza frente al enfisema pulmonar que lo aquejaba. A pesar de los riesgos, dijo al cirujano Claudio Burgos: “Si me dieras el 1% de chances de vida, me trasplanto igual. Soy un muerto en vida”.
En los pasillos del Instituto del Diagnóstico de Buenos Aires, Roberto Sánchez, conocido por millones como Sandro, pronunció una frase que reflejaba su espíritu indomable y la crudeza de su realidad: “Si me dieras el 1% de chances de vida, me trasplanto igual. Soy un muerto en vida”. Estas palabras, dirigidas al cirujano Claudio Burgos, resumían el drama del icónico cantante argentino, que enfrentaba el desafío más grande de su vida: un trasplante doble de corazón y pulmones como única esperanza frente a un enfisema pulmonar crónico que lo consumía desde hacía años.
La enfermedad de Sandro, producto de una adicción al tabaco que se remontaba a su infancia, fue diagnosticada en 1998, conmocionando a un público que lo idolatraba. “Desde los 10 años fumaba sin parar, y ese fue su gran enemigo”, recordó uno de sus médicos. A pesar de su deterioro físico, el cantante no dejó los escenarios y llegó a ofrecer conciertos con un tanque de oxígeno, como en su emblemático show El Hombre de la Rosa en 2001.
Un trasplante de alto riesgo
Para 2009, la salud de Sandro estaba gravemente comprometida. Tras múltiples internaciones, los médicos concluyeron que solo un trasplante doble podía salvar su vida. El caso llegó a manos de Claudio Burgos, quien recibió la historia clínica bajo las iniciales “R.S.” para evitar influencias externas. “Era enorme, como la guía de Nueva York. Estuve dos meses estudiándola y finalmente les dije: ‘Es un caso de alto riesgo, pero no hay contraindicaciones absolutas. Se puede trasplantar, siempre que el paciente acepte los riesgos’”, relató el cirujano.
Cuando Burgos descubrió que el paciente era Sandro, se sorprendió. En su primer encuentro, le explicó al cantante que la cirugía tenía un 70% de probabilidades de fracaso. La respuesta de Sandro fue impactante: “Qué bueno”, dijo. Ante la incredulidad del médico, aclaró: “Yo ya estoy muerto en vida. Si tengo una mínima chance, quiero intentarlo”.
El 20 de noviembre de 2009, Sandro ingresó al quirófano del Hospital de Guaymallén en Mendoza. La operación fue un éxito técnico, pero el verdadero desafío comenzó en el postoperatorio. Su cuerpo, debilitado por años de enfermedad, enfrentó complicaciones que pusieron en jaque su recuperación.
Una batalla desigual contra una bacteria letal
A pesar de las primeras semanas favorables, una bacteria resistente, Acinetobacter baumannii, complicó el cuadro. Conocida como la “bacteria de la Guerra de Irak” por su agresividad y resistencia a los antibióticos, este microorganismo ya había colonizado su cuerpo antes del trasplante. La inmunosupresión necesaria para evitar el rechazo de los nuevos órganos permitió que la infección avanzara.
“Al principio todo iba bien, pero luego surgieron complicaciones”, explicó Sergio Perrone, el cardiólogo de Sandro. “La bacteria empezó a causar problemas graves. Tuvimos que intervenir varias veces, pero era una situación muy complicada”.
A mediados de diciembre, el cantante enfrentó una nueva crisis: una perforación en uno de sus pulmones causada por la bacteria. Los médicos realizaron cirugías de urgencia y lo entubaron para mantenerlo con vida. Sandro, que temía por sus cuerdas vocales, accedió finalmente a una traqueotomía como último recurso.
En vísperas de Navidad, hubo un breve respiro. Sandro mostró signos de mejoría y compartió una cena con su esposa Olga. Sin embargo, la batalla contra la infección continuó, y el 4 de enero de 2010, un shock séptico puso fin a su vida. Había sobrevivido 45 días después del trasplante.
Un adiós multitudinario
La muerte de Sandro dejó al país sumido en el duelo. Las calles de Buenos Aires se llenaron de fanáticos que acudieron al Congreso de la Nación para despedirlo. Más de 50,000 personas desfilaron por el Salón de los Pasos Perdidos, llevando rosas rojas y mensajes de amor. El cortejo fúnebre, acompañado por casi 100,000 seguidores, lo llevó al cementerio privado Gloriam, en una despedida monumental.
“Sandro sobrevivió 45 días después del trasplante. Fueron días de muchísimo movimiento en el hospital e inmediaciones. Todos los días había 14 o 15 vehículos con antenas de los canales estacionados afuera, que transmitían permanentemente. No faltaba ningún medio”, recordó Burgos.
El cirujano también destacó la presión que implicó equilibrar el delicado procedimiento médico con la atención mediática y el fervor de los fanáticos. “Además de los medios, estaban las fanáticas y fanáticos en la puerta, haciendo vigilia día y noche”, añadió. La familia de Sandro, por su parte, insistió en mantener la privacidad del cantante, pero las filtraciones constantes dificultaron el esfuerzo.
Un legado eterno
Roberto Sánchez, nacido el 19 de agosto de 1945, dejó un legado que trasciende su muerte. Inspirado por Elvis Presley, comenzó su carrera musical en su juventud y se convirtió en el rey de la balada romántica en América Latina. Con álbumes icónicos, actuaciones en 12 películas y su histórica presentación en el Madison Square Garden en 1970, Sandro marcó un antes y un después en la música y el espectáculo.
A pesar de sus problemas de salud y desafíos personales, Sandro vivió intensamente, llevando su pasión por la música hasta el final. Su última batalla, aunque trágica, es un recordatorio de su resiliencia y determinación. “Siempre decía que podía perder la vida, pero que nunca perdería la pasión por vivirla”, recordó Perrone.
Hoy, su voz y su espíritu siguen vivos en el corazón de millones, consolidando su lugar como uno de los mayores íconos de la música latinoamericana.