Un momento marcado a fuego en los especialistas abocados al proceso obstétrico y en la Sociedad Argentina de Pediatría. “Quedamos estupefactos con lo que vimos. Un bebé hermoso y enorme”, rememoró el Dr. Pablo Primucci, el médico que vio por primera vez a Luciano Nicolás Sandoval, el niño que llegó al mundo pesando 7.150 kilos.
Nicolás Fenley
[email protected]
La sorpresa invadió los pasillos del centro de salud local. La noticia recorrió rápidamente las salas del Hospital y llegó a los medios de comunicación de todo el país. Era la madrugada del 29 de marzo del 2000 cuando Liliana Beatriz Maza ingresó a la guardia, sorprendió a una partera y dio lugar a un día histórico en San Nicolás.
Fue ingresada al quirófano, los profesionales le realizaron una cesárea y tras dos horas de trabajo obstétrico dio luz a Luciano Nicolás Sandoval, su cuarto hijo. Sin embargo, no fue un nacimiento igual al de sus hermanos, ya que su tamaño impresionó a los allí presentes. Sucede que, Luciano llegó al mundo con 7.150 kilogramos, siendo así el bebé más grande en la historia nicoleña y para algunos, del país. “En ese momento era el más grande en cuestión de peso en Argentina y todavía se mantiene. Seguramente debe ser uno de los más grandes en el mundo”, aseguró el director del nosocomio por ese entonces, Ismael Passaglia.
Asombro
Al día de hoy, 24 años más tarde, el recuerdo sigue latente. “Yo estaba descansando, eran casi la cuatro de la madrugada y me llama la partera de turno comentando que había llegado una paciente en pre parto, con muchos dolores y sensación de pujos. Le llamaba la atención porque le costaba identificar al bebé”, comenzó su relato el doctor Pablo Primucci en diálogo con EL NORTE. Aunque actualmente se encuentra jubilado de sus funciones en el San Felipe y se desempeña como concejal en nuestro municipio, todavía preserva en su memoria aquella particular madrugada de otoño. “Voy hasta la sala de parto y lo primero que le dije a la partera fue: ´Mira Noemí, ¿serán dos o tres?’. La panza era enorme”, detalló sobre el primer vistazo sobre Liliana. Ya daba cuenta inconscientemente de lo que se avecinaba.
“Decidí llevarla al quirófano y le hice la cesárea. Normalmente cuando vos sacas un bebé, lo levantas y se lo mostras a la madre, pero en este caso no pude. Lo tuve que dejar acostado entre las piernas de su mamá, arriba del campo quirúrgico, porque era tremendamente pesado”, aseguró médico, quién fue la primera persona en ver al niño.
“A la mañana temprano, pasó por neonatología a verlo y había pesado 7,150 kilogramos, lo pesamos en dos balanzas”, expresó, y agregó: “No entraba en la incubadora”.
“Quedamos estupefactos con lo que vimos. Un bebé hermoso y enorme”, subrayó.
Incluso, horas más tarde del parto, el Dr. Manuel Zárate –encargado del Servicio de Obstetricia en el año 2000- aseveró que era algo nunca antes visto. “Recuerdo nacimientos con seis kilos, pero que sobrepasara los siete, jamás con mis años de profesión”, manifestó en aquel momento con los medios que se acercaron hasta el San Felipe.
Prevención
Más allá de lo llamativo del nacimiento y que el niño se encontraba en un buen estado de salud a pesar de su peso, lo ocurrido develó una preocupación que no podía ser ignorada: la falta de controles previos en la madre. “Este es un bebé de alto riesgo por su peso, también por ser hijo de una madre no controlada. Si la señora se hubiera hecho los controles, la hubiéramos derivado al consultorio de alto riesgo, para determinar los diferentes factores, se le hubiera ordenado una dieta adecuada”, señaló la Dra. Graciela Olloco –Jefa del Servicio de Neonatología- el día del nacimiento en diálogo con EL NORTE.
“El problema fue que la paciente no se había hecho estudios, o tenía muy pocos”, detalló Primucci, y agregó: “Los controles insuficientes o la falta directamente, es lo que te lleva muchas veces al mal resultado obstétrico”. “Deberían ser periódicos y en cercanía, porque en algunos casos no tienen cómo trasladarse. A veces lo que frena esta práctica también es el factor social de la madre. Son fundamentales para determinar los posibles riesgos, deberían ser mínimo entre seis y ocho”, aseveró. Consultado sobre este nacimiento en particular, destacó: “Fue raro, pero afortunadamente no generó complicaciones durante la cesárea. Podría incluso haber desgarrado el útero, pero por suerte no”. “Era una madre no controlada”, ratificó Ismael Passaglia sobre el caso.
En aquel entonces, Liliana Beatriz Maza no habría visitado a un obstetra durante los meses que cursó el embarazo debido a un estado depresivo, según le indicaron a EL NORTE desde el área de neonatología el 5 de abril del 2000. Afortunadamente la evolución fue positiva, y una semana luego de dar a luz –lapso en el cual debió superar un cuadro de anemia-, pudo retornar a su hogar junto a su familia y disfrutar con su “súper hijo”.