A nivel mundial, las mujeres reciben el 77 por ciento de lo que es el promedio de ingreso de los varones. Esa desigualdad se profundiza en el acceso y condiciones laborales de la población LGTBI+.
La brecha salarial es la diferencia que existe entre el ingreso que perciben los varones y las mujeres en general, no solo si realizan el mismo trabajo. A nivel mundial, las mujeres reciben el 77 por ciento de lo que es el promedio de ingreso de los varones. Esa desigualdad se profundiza en el acceso y condiciones laborales de la población LGTBI+. En nuestro país, 2,5 millones de mujeres se dedican a trabajos domésticos y de cuidado de forma no remunerada alcanzando el 84 por ciento del total tomado como referencia. El hecho de que las mujeres aporten el 76 por ciento del total de las horas destinadas a estas tareas reduce sus posibilidades de insertarse en el mercado laboral remunerado y de poder dedicarse plenamente a este.
Un informe del Indec indica que la tasa de actividad de las mujeres es del 50,2%, mientras que la de los varones es el 68,6%. La brecha se acentúa en 18,4 puntos porcentuales.
Feminización de tareas
Esto sucede, en gran parte, por la división sexual del trabajo que feminiza cierto tipo de tareas y las jerarquiza de manera que se les resta valor y prestigio cuando son centrales en la sociedad, mientras que se masculinizan profesiones mejor pagas y de prestigio. Esta desigualdad se acentúa en la población LGBTIQ+ y les expone a realizar trabajos informales.
A partir de esta exclusión del mercado laboral a que se ven expuestas las mujeres, el 53 por ciento de los hogares monomarentales (los sostenidos por mujeres) se encuentran bajo la línea de pobreza.
Barreras
En nuestro país según el Indec, las mujeres ganan casi un 30 por ciento menos que los varones por la misma tarea. En el ámbito profesional, los varones ganan un 28,6 por ciento más. En el trabajo no calificado, un 35,7 por ciento más y en el asalariado, un 23 por ciento más.
La situación se debe en parte a la discriminación que sufren las mujeres en variables como la maternidad, la etnia, el color de la piel, la orientación de género, entre otras. Y por otro lado, a la ausencia, hasta el momento, de políticas regulatorias que supervisen y accionen en contra de que se cometan estas discriminaciones.
Se vuelve urgente la ampliación de licencias por paternidad y maternidad que a su vez sean igualitarias y un cambio educacional y social que permita repartir equitativamente las tareas domésticas y de cuidado. Sumado a ello, deberían tener valor remunerado para que se visibilicen.
Otra de las barreras invisibles que atraviesa de forma transversal a todos los sectores de la economía es que las mujeres se enfrentan a barreras invisibles como el techo de cristal que cohesiona que ocupen cargos de alta dirección y, por ende, mejor remunerados.
Solo una de cada cinco empresas tiene mujeres CEO
Según una encuesta realizada en 2022 por el portal de empleos Bumeran, el 75% de las personas sostuvieron que la mayoría de los puestos de liderazgo en sus trabajos estaban ocupados por varones.
Estos números no hacen más que confirmar lo que se conoce como techo de cristal: las mujeres y personas de otras identidades de género cuentan con menos posibilidades para acceder a puestos de liderazgo en las organizaciones. Otros estudios ratifican esta estadística. Datos de la OIT muestran que solo una de cada cinco empresas en el país tiene mujeres CEO.
El informe Gran Thornton 2022 sobre mujeres directivas también da cuenta de esta situación, y demuestra que en este aspecto el país se ubica por debajo de la media de la región, en donde las mujeres representan el 35% de los puestos directivos.