Mientras el juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa transita sus horas decisivas, el rugby sigue debatiendo cómo revertir una imagen negativa exacerbada desde lo mediático, pero para la cual también ha hecho su aporte. La “condena social” al deporte a partir de una estigmatización que necesita revertirse. Referentes nicoleños del deporte dan su opinión.
EZEQUIEL GUISONE
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La generalización es una práctica tan antigua como peligrosa a la hora de cualquier análisis. Y el asesinato de Fernando Báez Sosa es una cuestión tan sensible, tan dolorosa a nivel social, que su enorme repercusión fue y sigue siendo una tentación para todo tipo de estigmatizaciones. Fernando fue asesinado. Lo mataron. Ocho jóvenes están siendo juzgados por el crimen, con pruebas concluyentes en su contra. ¿Ocho rugbiers? No. Cuatro de ellos no tenían nada que ver con el deporte. Asociar automáticamente la brutalidad con la que se cometió el crimen con una característica del deporte en cuestión es cuanto menos simplificar demasiado las cosas. Y asociar al rugby con un “nivel social alto” es reducirlo prácticamente al mínimo, llevarlo a un lugar geográfico específico (el rugby de Buenos Aires) y arrastrar consigo al resto del país, en el que el deporte atraviesa una realidad bien diferente.
Así surgieron los denominados “Tinchos”, la figura cuasi cómica (y peligrosa) del rugbier violento, machista y sin conciencia social que moldeó la imagen que la sociedad condena. El rugby también hizo lo suyo para que así sea, y necesita revertirlo.
Nuestra ciudad fue protagonista de un caso inédito en el país: el de unir dos clubes rivales de toda la vida bajo una misma bandera. El Rugby lo hizo posible. Y es por eso que esta situación se vive y se sufre de manera particular. “Entendemos que mediáticamente vende poner ‘rugbiers violentos’; el rugby es un deporte en el que el impacto y la fuerza forman parte del mismo, entonces es fácil para el que no conoce unir los dos conceptos, pero son conceptos totalmente diferentes”, expresó Jerónimo Galván, exjugador de Belgrano y actual entrenador de categorías juveniles de La Fusión nicoleña. “Sentimos mucha bronca por la forma en la que se ata tanto este caso terrible, de una violencia asesina, con el deporte. Yo creo profundamente que no es para nada lo que el rugby enseña y pregona con los chicos. Pegarle una patada en la cabeza a un pibe que está en el piso es de una violencia asesina, no tiene que ver con ningún deporte”, agregó.
Por otra parte, el entrenador reconoció también que “el rugby tiene que hacer un mea culpa”. “Con respecto a cómo se transmiten algunas ideas de lo que es ser fuerte, ser un tipo entrenado y jugar fuerte en la cancha, de forma vehemente en lo deportivo, pero no ser violento fuera de la cancha. Hay que tratar de transmitirlo bien, porque a cierta edad como la adolescencia, eso puede generar una confusión y hacer que una persona al estar entrenada y fuerte, entre el grupo de amigos, sea violenta”, opinó. En ese sentido, amplió: “También está el tema de transmitir de manera correcta lo que es la unión dentro de la cancha, de defenderse y cuidarse tanto. El rugby tiene que rever algunas cuestiones a la hora de transmitir ciertos mensajes”.
“Yo no viví nada parecido ni como entrenador ni como jugador”, contó Adrián Parodi, reconocido exjugador y entrenador de Regatas. “Existe agresión en el deporte porque es algo lógico, porque es un deporte de contacto, un deporte que cuando fui jugador se permitía un poco más de lo que se permite ahora, pero eso para mí es algo que está dentro del deporte en general. Nunca relacionaría una situación de tal violencia con el rugby”, agregó. “Creo que es un problema de la sociedad. No relaciono que pueda ser algo común en los rugbiers. Siento que tiene que ver con cada grupo de amigos y con lo que vienen arrastrando desde la casa. Creo que es un problema más de educación en la casa que en el rugby. En el rugby no se estimula ni se aconseja que sean agresivos, ni nada por el estilo. Lo veo totalmente aberrante y para nada relacionado con el deporte. Me duele mucho cuando usan al rugby, porque hay mucha gente que desconoce el deporte, desconoce lo que uno trata de pregonar y generar, que no tiene nada que ver con lo que está generando ahora, donde tienden a apuntar a que todos los rugbiers son potenciales asesinos”, concluyó.
“Creo que el rugby se jactó de ser dueño de ciertos valores que no le son exclusivos”, tiró Mauro Maiztegui. “Vinculamos siempre al rugby de ciertos valores que no le son inherentes específicamente a un deporte, sino a todos los deportes en general, y que eso va a depender a su vez de cada docente, de cada entrenador o profesor. No se puede generalizar que porque jueguen al rugby sean todos asesinos, así como tampoco se puede decir que todos los jugadores de rugby tienen ciertos valores que el deporte intenta pregonar, porque no le son exclusivos”, opinó.
Pablo Fontana, exjugador de Belgrano y entrenador, reconoció que “el rugby tiene su cuota de mala prensa que es muy difícil de erradicar, y que muchas veces está bien ganada”. “Hay una diferencia enorme entre lo que es el rugby de capital, inclusive un poco lo que es Rosario, y lo que es el rugby del interior. Acá se hace todo absolutamente a pulmón, con chicos que no tienen una situación socioeconómica de lo más adecuada, y se los trata de ayudar, de incorporar, de meterlo en el mundo del deporte para que tengan la posibilidad de hacer algo en conjunto. Esa visión sobre los ‘chetos’ o ‘tinchos’ como se los llama en Capital Federal, acá en el interior no sucede. Y es muy difícil cambiar esa opinión que hay en general, sobre todo con las redes sociales que son impiadosas con el deporte”, analizó.
Ya de por sí al rugby, al ser un deporte de contacto, le cuesta sumar chicos. Y después de un hecho salvaje como el ocurrido tres años atrás en Villa Gesell, mucho más. En nuestra región, la Unión de Rugby de Rosario rápidamente buscó marcar presencia en su momento extendiendo sus facultades disciplinarias fuera de las canchas, considerando que un jugador de rugby lo es en todo momento, no solamente a la hora de jugar un partido. También instó a los clubes a hacer lo mismo frente a conductas antideportivas de los jugadores.
“En otras épocas, y en muchos deportes, se hacía el clásico ‘bautismo’ cuando un pibe llegaba a primera. Es algo que estamos empezando a erradicar”, contó Jerónimo Galván. “Buscamos evitar que se produzcan estos rituales, que si bien en la gran mayoría de los casos son inofensivos, no dejan de tener un grado de violencia. Nosotros estamos dando un mensaje de cero violencia dentro y fuera de la cancha, tratando de trasladarlo al público, a los entrenadores, los managers y a todos los involucrados en el deporte”, cerró.