El caudal creció en los últimos meses, pero aún está 1,60 metros por debajo del promedio de junio desde 1997. El INA señaló que el río Paraná podría volver a bajar hacia fines de julio. En San Nicolás, este domingo la altura era de 1,67 m, 43 centímetros superior al registro del día viernes. Hace exactamente un año la altura era de 0,40 m.
De la redacción de EL NORTE
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El río Paraná mantiene una fuerte tendencia de crecimiento desde fines de febrero aunque el Instituto Nacional del Agua (INA) aseguró que podría volver a bajar y deberá ser monitoreado al menos hasta el 31 de julio próximo.
La bajante histórica que afecta ese curso de agua tuvo su inicio en marzo del 2020 y desde el mismo mes del año pasado el descenso de las aguas se incrementó y provocó notorios cambios en la vida ambiental, económica, productiva y social entrerriana.
De características extraordinarias por su “magnitud y persistencia, la bajante seguirá siendo motivo de especial monitoreo”, advirtió el INA. En ese marco, señaló que la perspectiva al 31 de julio del 2022 “no permite esperar un rápido retorno a la normalidad, con probabilidad de extenderse (un nuevo descenso) durante el invierno”.
El INA detalló que si bien se prevé que la próxima semana continúe el ascenso de las aguas, las últimas medias semanales registradas permanecen aproximadamente en 1,60 metros por debajo del promedio de junio desde 1997.
Para registrar una situación peor a esta bajante, hay que remontarse a 1944 cuando el río marcó 1,40 m por debajo del nivel del mar frente a la ciudad de Paraná al igual que en Diamante (-1,38), Victoria (-41) y en La Paz (-1,11).
Algo similar ocurre con los registros del puerto en San Nicolás. Este domingo marcó 1,67 m, 43 centímetros más que el viernes pero lejos del pico, según Prefectura Naval.
La bajante afectó la fauna íctica al dejar seco el valle de inundación (donde los peces se refugian, alimentan, reproducen y crecen); produjo inconvenientes en el riego de cultivos y complicó las producciones industriales que necesitan captar agua.
También acrecentó los problemas de incendios en las islas y los de contaminación del agua, ya que se redujo la capacidad del río de dilución de los afluentes crudos o industriales.
Desmentida
El viernes 3 de junio, el río Iguazú registró una crecida de 18,02 m a las 22.30, luego de las intensas lluvias que se desarrollaron en la cuenca de este río y que hicieron crecer en forma robusta el caudal. El Parque Nacional Iguazú anunció el cierre del paseo la Garganta del Diablo, lo que provocó versiones de una posible crecida en el río Paraná porque el Iguazú es uno de sus afluentes. Según la Subsecretaría de Obras Hidráulicas de la Nación, que realiza mediciones del río cada media hora, no existe riesgo de inundación, ya que la crecida del río Iguazú no fue extraordinaria.
Para que haya un nivel de alerta, el río Iguazú debe crecer 25 metros. El nivel normal del Iguazú es de 15 metros y el pico máximo que alcanzó el viernes fue de 18 metros, un poco por encima de lo normal.
A partir del continuo descenso de las aguas, se detectaron consecuencias directas en el ambiente. Entre ellas, se vio afectada la fauna íctica debido a que se secó el valle de inundación donde los peces suelen refugiarse, alimentarse, reproducirse y crecer. Más allá de los animales, también hay inconvenientes en el riego de cultivos y, por ende, en las producciones industriales que necesitan obtener agua para su trabajo. Por tal motivo, la problemática generó una situación compleja que podría seguir hasta 2025.