Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos (Mc 9,30-37)
Por Monseñor Hugo Norberto Santiago
Obispo de la Diócesis de San Nicolás
“Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará’. Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: ‘¿De qué hablaban en el camino? Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: ‘El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos’. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: ‘El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a Aquél que me ha enviado”.
Palabra del Señor.
Querer ser grandes
Dice el Evangelio de este domingo que los discípulos “habían estado discutiendo sobre quién era el más grande”. Está muy bien querer ser grandes, importantes, para nuestra familia, los vecinos, la sociedad, ser coronado, obtener el primer puesto; se podría comprobar que este sentimiento está en todas las personas e indica que no estamos hechos para la chatura. Es un sentimiento que se suele ver en los jóvenes que sueñan con llegar a concretar grandes ideales y por eso son capaces de sacrificios, de entregas generosas y nobles. Recuerdo a un joven que tenía un buen empleo y dinero; en un momento decidió dejar todo e ir un tiempo a servir como voluntario de Madre Teresa en los barrios más pobres de Calcuta. Querer ser grandes desata la esperanza, pone en funcionamiento nuestras capacidades de amar, servir, emprender, y hace que nos comprometamos con lo que queremos. Querer ser el “más grande”, aunque parezca presunción o soberbia, de suyo no entraña nada malo y puede indicar simplemente que la persona tiene grandes aspiraciones.
¿Qué es ser el “más” grande?
En todo caso, el interrogante que genera discusión es: ¿quién es verdaderamente grande? Para alguien puede ser elegir una profesión que le haga ganar mucho dinero para luego pasarla bien; otro querrá ser un gran futbolista o un cantautor aclamado por las multitudes; otro deseará ser un empresario o un político exitoso. Estos casos expresan el ser grandes en algún aspecto de la vida: el deporte, la música, el trabajo, la profesión, pero no significan ser el “más grande”. El camino que nos conduce a ser los “mas” grandes consiste en salir de nosotros mismos y entender que lo verdaderamente valioso está en utilizar nuestras capacidades y oportunidades para promocionar y hacer feliz a otro. En general las carencias sociales suelen despertar ese deseo; tantas ONG en la actualidad, son un signo de ese deseo noble de entrega por los más desvalidos. También es útil observar a qué tipo de persona la sociedad considera “grande” o “el más grande”. Recuerdo que en los municipios de la provincia de Corrientes, era muy frecuente premiar al “ciudadano ilustre”; se trataba de personas ya maduras, que se habían destacado en el servicio al bien común en el campo de la educación, la salud u otros aspectos sociales, y que además habían realizado su servicio con “perfil bajo”, con mucha humildad, sin alardes. El más grande, entonces, es el que descubriendo las necesidades de los demás, sale de sí, encuentra alegría en concretar un servicio desinteresado, y realiza ese servicio con perfil bajo. A eso se refiere Jesús en el Evangelio de este domingo cuando habla del “más” grande.
Buen domingo.