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San Nicolás de los Arroyos
martes, octubre 22, 2024
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Edición N°

El complejo espacio de las mujeres madres +50

Tironeadas a menudo por los deseos de nuestras madres, ya grandes, nuestra prole, nuestra pareja –si la hay- y los casi siempre postergados deseos propios. ¿De qué modo, las mujeres de más de 50, nos situamos hoy, en el siglo veintiuno en ese punto ciego entre las maternidades en línea ascendente (en tanto hijas) y en línea descendente  (en tanto madres), habiendo atravesado profundas transformaciones sociales vinculadas al rol, especialmente en los últimos 30 o 40 años?

Por Lic. Marité Gutiérrez y Psic. Fabiana Conti

Poder pensar  las maternidades es, sin dudarlo, un privilegio que tenemos algunas  mujeres. Muchísimas otras transcurren su vida cotidiana plagada de inequidades, urgencias y necesidades por lo que ni siquiera se les brinda esa posibilidad. Anteriormente hablábamos de varios aspectos de las maternidades y nos preguntábamos dónde quedan nuestros deseos en el concurso real de todos los deseos de las personas que nos rodean. Es necesario abordar la temática de manera situada, para entender las múltiples discriminaciones que, no sólo por motivos de género, han determinado los modos de maternar y con ello, nuestras vidas como mujeres. En este sentido, es que hablamos de maternidad(es). Diversas, complejas, asociadas históricamente a la identidad femenina, fuente de culpas, renuncias, inequidades y a la vez de posibilidades infinitas en clave de amorosidad y deseos.

Cuando la cotidianeidad nos acorrala, se hace difícil generar un espacio de reflexión, de escucha sorora, de abordaje de esos malestares. Es inevitable sentir todos esos tironeos que conviven con el resto de las cosas que nos pasan. No por no poder pensarlos, nos dejan de afectar. Es demasiado amplio, intenso, recurrente. Imposible de abordar en algunas líneas. En esta oportunidad nos abocaremos a una franja de edad, las mujeres de más de 50.

DESEOS POSTERGADOS

En ese cúmulo de seres deseantes que nos convoca, las mujeres +50 nos encontramos en un espacio complejo. Tironeadas a menudo por los deseos de nuestras madres, ya grandes, nuestra prole, nuestra pareja –si la hay- y los casi siempre postergados deseos propios.

En el trabajo que venimos desarrollando estos últimos años, a través de los talleres de lectura, grupos de estudio, pero sobre todo elaborando la escucha de esos emergentes;  intentamos organizar el abordaje de las maternidades, en particular para la franja etaria a la que nos referimos tomando como organizadora, una pregunta que consideramos grafica de manera contundente esa encrucijada y pone a la articulación intergeneracional en torno a las maternidades, como eje de estas reflexiones: ¿De qué modo, las mujeres de más de 50, nos situamos hoy, en el siglo veintiuno en ese punto ciego entre las maternidades en línea ascendente (en tanto hijas) y en línea descendente  (en tanto madres), habiendo atravesado profundas transformaciones sociales vinculadas al rol, especialmente en los últimos 30 o 40 años?, ¿Cuál es el impacto  tanto en lo individual como en lo colectivo, de ese “tironeo” entre ambas líneas para nuestras vidas?, ¿De qué modo las tareas de cuidado siguen teniendo centralidad?, ¿Cuál es la vía para no caer en nuevos mandatos, expresados en exigencias y sobrecarga de proyectos y ocupaciones?, ¿De qué forma la culpa, presente en los mandatos tradicionales de abnegación y sacrificio, se cuela en nuestros vínculos cotidianos?

La interpelación al rol tradicional de la mujer-madre y sus efectos devastadores para las subjetividades femeninas, presente en las reivindicaciones y teorías feministas, aún no termina de incluirse en las definiciones diarias de muchas de nosotras.

LECTURA DESPATRIARCALIZADA

Uno de esos aspectos se vincula con el conflicto generado entre el respeto por la  autonomía  de nuestras madres, y las necesidades emanadas de las situaciones de vulnerabilidad vinculadas a la edad. ¿Cómo nos situamos frente a esto?, ¿Hasta dónde cuidar?, ¿Qué tensiones se generan entre las madres y sus hijas mujeres? (porque en general, no hay varones haciéndose cargo de estas necesidades).

El rol de los afectos, de la amorosidad ¿de qué modo permea estas relaciones? Pensemos, que para la mayoría de nuestras madres (las que hoy ostentan entre 75 y noventa años) salvo escasas excepciones; la vida estuvo signada por el deber de la maternidad, de las tareas de cuidados, en fin, de todas las inequidades que constituyen la matriz de opresión visibilizada.

El impacto que esto tiene para nosotras, su descendencia, nos remite a esos lugares incómodos, generalmente ambivalentes, que fluctúan entre reproches y  demandas de amor; atravesadas por la conflictividad estructural de ese vínculo. Pero si lo podemos leer en clave despatriarcalizada podremos advertir que nuestras madres no han tenido las mismas oportunidades que nosotras y que parte de esas “deudas” generadas desde la “omnipotencia obligatoria”, desde los mandatos de abnegación, de silencios y sumisiones tal vez puedan comenzar a saldarse a través del reconocimiento de la incidencia de estas matrices en cada trama singular.

Al decir de Jaqueline Rose, en su ensayo “Madres”: “Una de dos: o reconocemos qué es exactamente lo que les estamos pidiendo a las madres que hagan en el mundo —y por el mundo—, o seguiremos destrozando el mundo y a las propias madres”.

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