Esos datos son fundamentales para comprender el comportamiento sismológico de la Antártida y para conocer cómo afectan a ese territorio los movimientos sísmicos en otros lugares del mundo.
La red de sismógrafos más importante de la Antártida fue desarrollada por un proyecto de cooperación científica internacional entre Italia y la Argentina, y está compuesta por seis estaciones de recopilación de datos ubicadas en seis de las bases permanentes de Argentina en su territorio antártico.
En pos de ello, el Instituto Antártico Argentino (DNA-IAA, Cancillería) designa personal técnico que supervise esas estaciones durante todo el invierno antártico, mientra que en los meses de verano un equipo de investigadores italianos recorre los seis emplazamientos a bordo del rompehielos “Almirante Irízar” para realizar tareas de calibración, reparación o actualización de los equipos.
Milton Plasencia Linares es un investigador nacido en Perú hace 62 años, que egresó como licenciado en Geofísica de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y obtuvo un doctorado en Ciencias de la Tierra en la Universidad de Trieste, ciudad italiana en la que vive y trabaja para el Istituto Nazionale di Oceanografia e Geofísica Sperimentale (OGS).
Desde 2011 además es jefe del proyecto “Sismología Itinerante”, un acuerdo de cooperación científica internacional entre ese centro de investigación europeo y el Instituto Antártico Argentino para desarrollar esta red de monitoreo sismográfico.
Y agregó: “Esto comenzó en la base Esperanza en 1992 con instrumentación que en ese momento era temporaria y que en 1997 tuvo su primer equipo permanente en la base Orcadas en un proceso que permite que llegados a este punto tengamos sismógrafos registrando y transmitiendo datos de manera permanente en las bases Esperanza, Orcadas, Carlini, San Martín, Marambio y Belgrano II”.
El científico sostuvo que “los datos que recaba esta red de sismógrafos, la más importante de la Antártida, tienen un valor doble: a corto plazo como insumo en el monitoreo de los movimientos terrestres y a largo plazo para el análisis y los trabajos de investigación en diferentes centros de estudios en todo el mundo, que se hacen con largas series de datos. Por eso, nuestro objetivo cada verano es hacer mantenimiento a cada uno de los equipos para que funcionen todo el año al máximo de sus capacidades”.
“El hecho de que esta red de sismógrafos esté instalada en las bases permanentes de Argentina en la Antártida hace que los equipos tengan un monitoreo con personal cerca todo el tiempo cosa, que no pasa con muchas estaciones sismológicas en otros puntos del planeta, en lugares inhóspitos como este. La posibilidad de que si algo sucede haya siempre alguien cerca para ir a ver el equipo, permite producir algunas de las series de datos más completas del mundo con niveles de disponibilidad que son reconocidos a nivel mundial, y eso no sería posible si Argentina no sostuviera su presencia permanente en este continente y el Instituto Antártico Argentino no apoyara el proyecto desplegando personal técnico para vigilar los sismógrafos en invierno”, valoró.
“Con un colega italiano -relató el geofísico- cada verano recorremos las seis bases argentinas en las que hay sismógrafos para hacer todas las tareas de mantenimiento correspondientes y entrenar al personal técnico sobre las características de los equipos y su correcta operación, nosotros tenemos una ficha técnica de cada estación y cada verano tenemos que revisar su calibración, fijarnos que la red que le provee energía esté bien protegida de cara al invierno, que las antenas que transmiten datos estén bien protegidas, y otras cosas que tenemos que verificar para asegurarnos que cumplan su función hasta que las visitemos el próximo verano”.
“Para recorrer las seis estaciones sismológicas tenemos que participar de toda la campaña antártica que está durando unos cuatro meses, y eso implica que vengamos de Italia algunas semanas antes para completar trámites y exámenes médicos, en un montón de esfuerzo porque ahora voy a volver a Italia a mediados de mayo y voy a tener que controlar la subida a los servidores de toda la información que es algo que lleva mucho tiempo porque hay que verificarla y a mediados de Julio ya tengo que empezar a preparar el próximo viaje a la Antártida mientras que también nos mantenemos en contacto permanente con los operadores que están instalados en cada una de las estaciones por si surge alguna novedad”, apuntó.
Plasencia Linares destacó: “Estamos renovando el instrumental de esta red de estaciones sismológicas para llevarlo al nivel más avanzado a nivel mundial, ya renovamos dos y esperamos renovar otras dos en los próximos años, es una inversión que se hace con fondos italianos”
“Yo nací en Casa Grande, un pueblo al norte de Perú y en 1970 viví un terremoto de más de 7 puntos en la escala Richter que me cambió la visión del mundo. Eso hizo que me interesase en el tema y ni bien terminé la secundaria en 1978 obtuve una beca y me mudé a Argentina porque había averiguado que en la UNLP podía estudiar geofísica. Ahí me gradué y me quedé algunos años como profesor; a partir de ahí me fui especializando en lectura informática de sismogramas en una época en la que todavía se trabajaba mucho con los datos en papel y eso me abrió la puerta a participar de mi primera campaña antártica en 1992 como parte de un equipo de Argentina y España que monitoreaba actividad sismológica y volcánica en la Isla Decepción”, recordó.
En ese sentido, señaló que “participar de las campañas antárticas hizo que me perdiera de muchas cosas en casa, mi primera hija tenía 13 días cuando me fui por primera vez a la Antártida y cuando regresé ya tenía 5 meses y parecía otro bebé, siempre le digo a mis hijos que tienen seis ‘hermanos’ en la Antártida porque le dedico a esas seis estaciones sismológicas entre cuatro y cinco meses de cada año”.
“Me trasladé a Italia por primera vez hace 22 años con una invitación para dar clases por un año que se extendió al 18 meses, volví a Argentina donde nos agarró el ‘corralito’ y después mis colegas italianos me empezaron a insistir en que vaya para allá y nos terminamos mudando con toda la familia aunque siempre volvemos a ver a mis padres que están en La Plata y yo cada verano para la campaña antártica. Cada vez que llega septiembre y mi esposa me encuentra pensativo me mira y me dice ‘vos ya estás queriendo irte a la Antártida de nuevo, ¿no?’ Y me ayuda a prepararme diciéndome ‘mirá que esta es la última’ aunque sepamos que el año próximo va a pasar lo mismo”, añadió.
El investigador remarcó: “de mis 62 años pasé los primeros 18 en Perú, 20 en Argentina en los que me eduqué y formé familia, 20 trabajando en Italia y 4 en la Antártida si sumo todos los viajes de estos 30 años en los que viajé a trabajar con los sismógrafos; son 4 años que me perdí de la vida de mis hijos y que pudimos sobrellevar porque mi esposa siempre estuvo y se hizo cargo de todo lo que necesitaron los chicos mientras yo viajaba”. (Télam)