Soledad Pastorutti es una de las artistas más queridas de nuestro país. Después de un tiempo algo olvidada, La Voz Argentina la volvió a poner en el candelero y sus noticias generan repercusión. Y en las últimas se pudieron ver unas fotos de su gigantesca casa en su Arequito natal de la que habla todo el pueblo.
“Todo lo que tiene se lo ganó trabajando, de eso no hay dudas”, dice en su círculo íntimo. Pero los metros construidos en el medio de la nada hablan del placer máximo de Soledad: estar con su familia y que sus hijas se críen en el mismo ámbito que ella. “Por eso elegimos una escuela pública acá en nuestro barrio”, contó en un reportaje.
Con el paso de los años, su talento sobre el escenario y su representación tan distintiva de la cultura argentina, se transformó en una de las mujeres más importantes del país que, además de deslumbrar con su canto, brilló en diversos espectáculos televisivos.
Sin embargo, la fama no logró cambiar las raíces de la artista que decidió mantener su hogar y formar su familia en Arequito, tierra que la vio nacer, crecer, formarse profesionalmente, crear su historia de amor con Jeremías y convertirse en mamá de Antonia y Regina.
Es allí, en el pueblo de Santa Fe, en donde La Sole asentó las bases de su casa y optó por trasladarse seguido a Buenos Aires cuando tiene que afrontar otros compromisos, pero mantiene el hogar desde hace años ya que además comparte el gran terreno con sus papás, Omar y Griselda, y su hermana, Natalia. “Es como un zoológico”, lo describió su hermana menor. En la propiedad también viven perros, cabras, tortugas, gansos, caballos y otras especies.
Los Pastorutti eligieron un enorme predio en las afueras del pueblo, situado sobre la ruta, y como contaron en diversas ocasiones que arreglan todos juntos un día del fin de semana para acercarse a la casa de algún miembro de la familia y pasar una tarde unidos, dejando de lado los dispositivos electrónicos y las responsabilidades por unas cuantas horas.
Asimismo, en varias oportunidades, Soledad relató que en aquel lugar se considera una habitante más, ya que todos los vecinos la conocen desde pequeña e incluso algunos fanáticos pasan con respeto por la entrada de su hogar y le tocan bocina con el auto en señal de saludo. “Me siento cómoda acá. Me voy al gimnasio en bicicleta. Nunca viviría en Buenos Aires”, dijo.
Como era de esperarse, el terreno no solo es inmenso, sino que posee muchísimos metros cuadrados al aire libre para que los más pequeños estén en contacto con la naturaleza y puedan jugar entre ellos sin la preocupación que se puede tener en la ciudad. “Se suben a los árboles y juegan en el barro como lo hacía yo”, explicó Soledad.
Desde sus redes sociales, tanto Sole como su marido, con quien está casada desde 2007, comparten postales de sus días en casa, de sus travesuras con sus hijas, de las visitas a su abuela Valeria -quien también reside en el predio-, y de sus charlas con su hermana Natalia, quien vive junto a su esposo y sus pequeños hijos, Pascual y Salvador.
“A todos les parece raro y hay quienes no me creen que vivo en Arequito. Viví casi dos años en Buenos Aires en la semana y los fines de semana volvía al pueblo. Como los estudiantes. Nos casamos sin tener nuestra casa terminada y, al principio, vivimos en la casa de mis viejos y la libertad y la vida de pareja la teníamos más en Buenos Aires”, había comentado la cantante hace un tiempo atrás en una entrevista.
“En el medio comemos todos juntos en un quincho familiar. Lavamos los platos y acomodamos entre todos y cada uno se va a su casa. A la noche también cenamos todos ahí: mi hermana es la que menos va porque le gusta acostarse temprano. En el pueblo tengo una vida tranquila. Mis amigas son las de siempre”, agregó con humildad.