La ballena picuda de Bahamonde, considerada la más inusual del mundo, podría haber sido vista con vida por primera vez.
Este cetáceo, del cual no se conoce cuántos ejemplares existen, qué comen ni dónde viven, sigue siendo un enigma en la vasta extensión del sur del océano Pacífico. Sin embargo, científicos en Nueva Zelanda creen haber hallado una pista crucial.
La agencia de conservación de Nueva Zelanda informó que una criatura varada este mes en una playa de la Isla Sur podría ser una ballena picuda de Bahamonde. Este ejemplar de cinco metros de largo fue identificado por sus colores. También por la forma de su cráneo, pico y dientes, tras quedar varado en la playa de Otago.
Hannah Hendriks, asesora técnica marina del Departamento de Conservación, explicó a The Associated Press: “Sabemos muy poco, prácticamente nada sobre esta especie. Esto va a llevar a una ciencia increíble e información de primera mano”.
Si se confirma que el cetáceo pertenece a esta esquiva especie, sería el primer ejemplar encontrado en condiciones que permiten su estudio detallado. Hasta ahora, sólo se han documentado otros seis ejemplares de esta ballena, y los hallazgos anteriores en Nueva Zelanda no permitieron pruebas de ADN concluyentes.
En esta ocasión, la ballena varada fue rápidamente trasladada a un almacén refrigerado. Los investigadores colaborarán con las comunidades indígenas Māori iwi para planificar su estudio. Dado que los pueblos indígenas neozelandeses consideran a las ballenas como un taonga, un tesoro sagrado de importancia cultural.
Las pruebas genéticas para confirmar la identificación de la ballena podrían tomar meses. Kirsten Young, profesora en la Universidad de Exeter y estudiosa de la ballena picuda de Bahamonde, comentó: “El nuevo descubrimiento me hace preguntarme, ¿cuántas hay en el océano profundo y cómo viven?”.
El primer hallazgo documentado de esta especie fue en 1872. En las décadas siguientes, se encontraron otros especímenes, pero no fue hasta 2002 que el análisis de ADN demostró que pertenecían a la misma especie, distinta de las otras ballenas picudas. El enigma sobre su existencia continuó hasta que en 2010, dos ejemplares completos fueron encontrados muertos en una playa de Nueva Zelanda.
Nueva Zelanda es un lugar frecuente de varado de ballenas, con más de 5.000 incidentes registrados desde 1840, según el Departamento de Conservación.