Con la llegada del otoño, tenemos cuestiones como los resfríos o grípes, pero también tenemos la llamada astenia.
Para los que se pregunta la astenia otoñal es la sensación de cansancio, apatía, debilidad física y psíquica, consecuencia de las dificultades del organismo para adaptarse de manera muy lenta a los cambios en las condiciones ambientales que se producen en esta época del año. Algo a destacar es que también puede aparecer en primavera.
A pesar de que no suele prolongarse en el tiempo ni tener cierta gravedad, la astenia otoñal puede bajar la calidad de vida, disminuir la motivación, afectar a las relaciones personales, y el rendimiento laboral y académico.
¿Con qué síntomas se manifiesta?
La astenia otoñal se caracteriza por una sensación de fatiga o debilidad generalizada, que aparece sin que se hayan llevado a cabo esfuerzos físicos previos.
Está acompañada de otros síntomas como fatiga intelectual y dificultad para concentrarse, perdida de memoria, dolor de cabeza, somnolencia y problemas para dormir. También puede darse apatía, falta de interés, una menor líbido, ansiedad, tristeza, irritabilidad y un estado de ánimo más bajo de lo habitual sin que, aparentemente, haya un motivo.
¿Cuáles son las causas?
Se desconoce la causa específica de la astenia. Se considera por tanto una alteración infradiagnosticada y sin un diagnóstico claro, aparte de la sintomatología y el momento de aparición. El menor número de horas de sol, que altera o reduce la producción de una serie de hormonas que el cerebro produce de acuerdo a la cantidad de luz que recibe, podría jugar un papel en su aparición pero esta no llega a ser la causa principal ni la única.
Una de estas hormonas, la serotonina, es un neurotransmisor implicado en la regulación del estado anímico y del estrés: conocida popularmente como “la hormona de la felicidad”, contribuye a aumentar el buen humor y la sensación de relajación. Dado que, como se decía, su producción parece depender de las horas luz, en otoño, cuando los días son más cortos y hay menos sol, sus niveles descienden. Esto podría explicar que muchas personas se sientan más tristes y con menos energía.
Por otra parte, la serotonina es necesaria para regular la síntesis de melatonina, hormona que influye en el ciclo de sueño y vigilia, que el organismo segrega durante las horas de oscuridad para aumentar la sensación de somnolencia y facilitar el sueño. Por tanto, si el cerebro no es capaz de producir la suficiente melatonina, pueden producirse trastornos del sueño como el insomnio.
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Asimismo, el cambio de hora y los días más cortos llevan a que anochezca mucho antes, por lo que el organismo secreta la melatonina antes de tiempo, lo que puede producir somnolencia horas antes de la hora de irse a dormir. A todo esto, debe sumarse el mayor riesgo de contraer infecciones como la gripe y los resfriados, ya que el descenso de las temperaturas y la mayor circulación de virus respiratorios afectan al sistema inmunitario. Por último, el estrés, generalmente debido al reinicio de las actividades laborales y académicas, tras el paréntesis vacacional, también parece jugar un importante papel.
¿Cuánto dura y como se trata?
La astenia otoñal no cuenta con un tratamiento específico, pero suele ser algo pasajero, leve y de corta duración (de unos días a dos semanas), aunque en ocaciones se han descrito duraciones más largas (incluso años). Por regla general, el organismo se reajustará cuando se haya adaptado a las nuevas condiciones ambientales y, una vez recuperado el equilibrio hormonal, los síntomas de astenia van a desaparecer.
En caso de que los síntomas se prolonguen por más tiempo, conviene consultar por un profesional de la salud.
Algunas claves para afrontar la astenia son: alimentación equilibrada, ejercicio físico y cuidar la rutina del sueño.
(Con información de CinfaSalud)