La mayor expectativa de vida alargó el tránsito a la tercera edad, que muchos de los hombres y mujeres nacidos en los ´50 y ´60 convirtieron en segunda adolescencia.
El tránsito a la vejez reconoce tres etapas tentativas: una, entre los 34 y los 60 años, la segunda entre los 60 y los 78 años y a partir de esa edad, la senectud.
Un estudio científico realizado por la Universidad de Stanford, que analizó el plasma de más 4.000 personas entre los 18 y 95 años, dio como resultado que a la edad de 78 años surgen notorios cambios que hacen que una persona sea considerada vieja.
Previamente, desde la edad de jubilarse, se acentúan los cambios físicos más notorios que preparan el terreno para la aceleración del envejecimiento.
Sucede porque, en lugar de simplemente aumentar o disminuir de manera constante o permanecer durante toda la vida, los niveles de muchas proteínas se mantienen durante un tiempo prolongado y luego, en un momento u otro, las personas sufren cambios repentinos.
Esperanza de vida
Sin embargo, esta progresión estadística del deterioro que identifica a la tercera edad se relativizó desde que la División de Población de las Naciones Unidas informó que la esperanza de vida de una persona se prolongó del promedio actual de 73,4 años a 77,3 hacia el 2050.
El nuevo escenario inspiró al psiquiatra Manuel Posso Zumárraga a identificar con un nuevo término a un grupo de adultos de 60 años para arriba: los sexalescentes.
Está comprendido por hombres y mujeres que manejan las nuevas tecnologías, modernos, progresistas, con ganas de disfrutar de la vida, aprender, colaborar con la sociedad, viajar, conocer gente nueva, y ser dueños de su destino, renunciando a la ubicación como personas de la tercera edad.
Según viralizó en las redes sociales, se trata de una generación que ha echado fuera del idioma la palabra “sexagenario”, porque sencillamente no maneja entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer.
Es una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición, en su momento, de la “adolescencia”, que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del Siglo XX.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura le dio durante décadas al concepto del trabajo.
Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso.
Ni soñar con jubilarse
Debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse.
Los que ya lo han hecho aprovechan con plenitud cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad.
Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía.
La mujer sexalescente pudo sobrevivir al deseo de poder que le dio el feminismo de los 60 y detenerse a reflexionar qué quería en realidad.
Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio “yo”.
Este tipo de mujeres nacidas en los 50s no son personas detenidas en el tiempo; la gente de “sesenta o setenta”, hombres y mujeres, manejan la compu como si lo hubiera hecho toda la vida.
Se escriben, y se ven, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos.
Por lo general, están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se preocupan por cambiarlo.
Ponderación de los riesgos
A diferencia de los jóvenes; los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos.
Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, cultivan su propio estilo.
No envidian ellos la apariencia de jóvenes astros del deporte, ni ellas sueñan con tener la figura de una vedette.
En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía no tiene nombre, antes los de esa edad eran viejos, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias. Y lo saben.
Plasma
Más allá de la actitud, que cuenta y mucho, los científicos de la Universidad de Stanford construyeron una especie de reloj fisiológico a partir de las 373 proteínas que circulan por la sangre.Además de ser un indicador del estado de salud, permiten detectar migraciones de numerosas proteínas desde los tejidos del cuerpo a la sangre circulante, las que muy posiblemente, aducen, causan el fenómeno del envejecimiento.
De la cantidad y comportamiento de las proteínas en el plasma puede inferirse qué está sucediendo en todo el cuerpo.