La cuarta encuesta de Unicef sobre la manera en la que la situación sanitaria afecta la vida de los más chicos en el país dejó ver que al menos 357 mil menores abandonaron la escuela en 2020. Además, el 56% de los hogares dijo tener ingresos inferiores a los meses previos a la pandemia.
De la Redacción de EL NORTE
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La inestabilidad laboral de los jefas y jefes de hogar, la falta de recursos para comprar alimentos, la contribución de los programas de transferencias sociales a la economía familiar, las estrategias de cuidado y las dificultades para sostener la educación son algunos de los temas centrales que abordó la cuarta encuesta de Unicef sobre el impacto que la segunda ola de la pandemia COVID-19 tiene en hogares donde viven chicas y chicos.
Realizado entre el 24 abril y 12 mayo de este año, el estudio indaga sobre temas vinculados a la infancia y la adolescencia en relación con su alimentación, educación, conciliación vida familiar y laboral de quienes los cuidan y acceso a transferencias sociales, entre otros.
El relevamiento contiene información comparable con las rondas anteriores -abril, julio y octubre 2020- y es representativa de todos los hogares con niños, niñas y adolescentes que viven en el país.
Inestabilidad
“La inestabilidad laboral de las personas adultas repercute fuertemente en la economía familiar y, en consecuencia, en el bienestar de la población infantil y adolescente”, afirmó Luisa Brumana, representante de Unicef Argentina sobre los resultados recogidos. “Los datos de la encuesta marcan que, en la situación de emergencia actual, en la que más de la mitad de los chicos y las chicas vive por debajo de la línea de pobreza, continuar fortaleciendo los sistemas de protección social es clave para evitar que crezca la indigencia”, agregó.
La encuesta señala que el 38% de los hogares atravesó situaciones de inestabilidad laboral durante el 2020, como desempleo, cambio de un empleo formal a uno informal, entre otras, porcentaje que asciende al 44% entre las mujeres. Al ser consultados por sus ingresos, el 56% de los hogares declaró que eran inferiores a los de meses previos a la pandemia: este indicador se incrementa al 73% entre los hogares más pobres del país y al 60% entre perceptores de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que en el 81% de los casos, destina este dinero a la compra de alimentos.
Según el relevamiento, son 3,5 millones de hogares los que se encuentran en esta situación.
En este contexto, si bien el apoyo del Estado es fundamental y de acuerdo con la encuesta, el 39% de los hogares reciben la Tarjeta Alimentar y otros apoyos alimentarios, esto no impidió que el 25% de los hogares se endeudase para comprar alimentos.
“El 41% de los hogares tuvo que dejar de comprar algún alimento por no tener dinero. Este porcentaje se incrementa sensiblemente con respecto a las rondas anteriores y aumenta en los hogares sin miembros ocupados, así como en algunas regiones como el NOA y NEA” alertó Sebastián Waisgrais, economista, especialista en inclusión social y monitoreo de Unicef. El impacto de la pandemia en los ingresos de los hogares también generó que el 25% de los hogares con niñas y niños dejen de pagar al menos un servicio como la luz, el gas o internet.
Educación, acceso a internet y otros
Además de medir el impacto económico de la segunda ola, la encuesta genera datos sobre otras dimensiones como la educación, el acceso a internet y dispositivos tecnológicos, crianza y salud mental.
En educación, el 6% de los hogares afirmó que algún niño, niña o adolescente que vive en el hogar abandonó la escuela durante 2020 (al menos 357 mil chicos y chicas) y el 19% de los que abandonaron, afirmó no haber retornado en 2021 (al menos 67 mil). El abandono tiene incidencia en todos los segmentos de la sociedad, aunque afecta en mayor medida a los sectores más vulnerables de la población.
Consultadas sobre la accesibilidad para las clases virtuales, un 58% de los hogares sostuvo que tenía conexión previamente a 2020, un 23% accedió a la conexión a internet durante la pandemia y un 19% aún no tiene acceso. El 83% de los hogares que no tiene acceso corresponden a los dos estratos socioeconómicos más vulnerables del país. Por otro lado, el 47% de los hogares no cuenta con una computadora o tablet para la realización de las tareas escolares, con mayores desigualdades en NOA y NEA.
El COVID-19 también profundizó desigualdades al interior del hogar. El 54% de las mujeres de más de 18 años entrevistadas expresó que, desde el inicio de la pandemia, tiene más sobrecarga por las tareas del hogar y de cuidado. Además, se profundizaron las dificultades de conciliación cuando las y los adultos del hogar tienen que salir a trabajar, lo que genera mayores situaciones de cuidado inadecuado: un 10% de los chicos y chicas se quedan solos en sus casas y un 7%, a cargo de un hermano o hermana menor de 18 años.
Salud mental
En cuanto a la salud mental, cerca de la mitad de los hogares consultados en los que viven niñas y niños de hasta seis años, manifestaron que los chicos y las chicas sufrieron alteraciones con las comidas en los últimos seis meses. Además, un 39% indicó que tuvieron alteraciones en el sueño y el 27% dificultades en la comunicación. Los y las adolescentes manifestaron que se sienten angustiados (33%), asustados (25%) y deprimidos (18%). Todos los indicadores aumentaron respecto de las encuestas anteriores.
Acerca de las tres problemáticas más salientes a las que están expuestos los niños argentinos, Waisgrais resaltó que “la pandemia, en primer lugar, impactó en la situación económica de los hogares donde viven los chicos y chicas. Esto está asociada a determinantes laborales, que generan insuficiencia de ingresos, mayores niveles de endeudamiento y mayor riesgo de inseguridad alimentaria”.
En segundo lugar, la situación sanitaria “profundizó brechas de género, ya que las mujeres son las que más temprano se caen del mercado de trabajo y a las que más les cuesta volver, y cuando vuelven tienen un mayor riesgo de inserción en trabajos informales”. “Esto también se asocia que son las mujeres las que absorben en mayor medida las cargas de cuidado al interior del hogar”, señaló, para luego sostener que “una tercera problemática saliente refiere a los impactos socioemocionales de la pandemia. Con la prolongación de la pandemia se nota un creciente agotamiento de la capacidad de adaptación de las niñas, niños y adolescentes”.