Estaba USD $ 4 mil por una mesa vip y $100 mil por un champagne.
“Me gasté como 5 lucas gringas entre la mesa y el escabio”, cuenta un hombre de unos 35 años en el sector vip más cotizado de la fiesta del verano. Prefiere no revelar su identidad y habla, por supuesto, de dólares. Pero no es en Punta Del Este ni Miami: es en Mar Del Plata.
La misma ciudad que recibe a las familias que acortaron gastos durante todo el año persiguiendo el sueño de las vacaciones en la playa se hace espacio para este otro estilo de vida.
El joven intenta explicar “lo hermoso que se siente” el hecho de poder invitar “con todo pago” a un grupo de ocho amigos y amigas a disfrutar de lo que él mismo define como “una noche para toda la vida, un fiestón”. Una sensación que cuesta casi un millón de pesos argentinos y que, por lo tanto, la gran mayoría de la gente nunca va a conocer.
A la fiesta en aviones privados
Decenas de aviones privados para llegaron al la ciudad y sus pasajeros se encontraron con algunos precios desorbitantes en la carta de bebidas, a la que se accedía de manera virtual con un sofisticado sistema de carga de dinero en tarjetas: hasta $50 mil por una botella del famoso whisky de “etiqueta azul” o entre $40 y $100 mil por los más reputados espumantes franceses.
Cerca del faro, en el kilómetro 7 de la Ruta provincial 11, el sábado 22 de enero hubo una fiesta que recibió más de 14 mil personas y que tuvo como atracción principal al DJ bosnio Solomun, un destacado exponente de la música tecno. Fue en Mute, un club nocturno de cinco estrellas ubicado en el sur de la ciudad balnearia.
El evento empezó a promocionarse a principios de diciembre y agotó las entradas cuando todavía faltaban más de dos semanas para que se realice. Los tickets costaban alrededor de $10 mil pesos y se podían adquirir a través de plataformas de venta online.
El valor ya supone uno de los más costosos de la noche argentina y se parece más a los precios de ingreso para fiestas de similares características en Punta Del Este. Quienes lo pagaron, disfrutaron de un show de seis horas desde el campo general ubicado sobre la arena y bailaron hasta el amanecer. Fueron la mayoría de los asistentes
Los espacios vip, mucho más caros
Sin embargo, existen también otros grupos de espectadores dispuestos a desembolsar mucho más dinero para vivir la experiencia de una manera especial, con un trato diferenciado. En términos aerocomerciales podría definirse como una “primera clase”. La comparación parece más atinada si se tiene en cuenta que desde el aeropuerto de Mar Del Plata confirmaron que se movilizaron 27 aviones privados durante el fin de semana para llegar específicamente al espectáculo.
El dato de los vuelos cobra mucho más sentido cuando se repasan algunas cifras. Seis niveles distintos de espacios vip se distribuían por el predio y rodeaban la gran pista. En el más exclusivo se pagaron hasta $720 mil por una mesa para 12 personas. Unos 4 mil dólares, al precio oficial. El 30% de ese gasto se reintegraba como consumo.
Ese sector, que fue incorporado este año, se encontraba en escenario principal, a ambos costados del DJ. Ni los valores que suenan exorbitantes para casi todo un país ni el pronóstico de una lluvia que finalmente nunca llegó impidieron que se llene por completo.
Por detrás, un pasillo conectaba a ese vip con las barras, los baños y el resto del lugar. Por allí circulaban casi sin descanso meseras y meseros, parte del equipo de 500 personas que trabajó para el show, para abastecer los pedidos de esos invitados
En el backstage, de Bizarrap a un legislador de Milei
La propuesta del back stage fue, sin lugar a dudas, la más codiciada de la noche. Era donde querían estar todos, apenas a unos pasos de las bandejas de Solomun. Músicos reconocidos, personajes de la farándula, modelos exitosas o incluso funcionarios públicos solicitaron sus respectivos accesos.
El ícono de la cultura pop juvenil Bizarrap, artista argentino más escuchado del momento, bailó, seguramente sin notarlo, a metros del legislador porteño e influencer libertario Ramiro Marra, alfil de Javier Milei.
Entre algunas mesas se genera, de a ratos, una suerte de competencia no declarada de millonarios. El que más gasta, gana. Un derroche insólito que se grafica a la perfección con el caso del joven mencionado al comienzo de esta nota.
La fiesta terminó y el lugar empieza a vaciarse. El joven de las “cinco lucas gringas” habla con sus acompañantes del “after” al que irán en una lujosa casa del bosque Peralta Ramos. En la mesa ubicada en el escenario, como si fuera una exhibición para el gran público, quedan tres whiskys y cuatro espumantes caros. Todos sin abrir.