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domingo, noviembre 24, 2024
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La obesidad infantil podría duplicarse en la próxima década

SEGÚN PROYECCIONES DE LA FEDERACIÓN MUNDIAL DE OBESIDAD

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ubicó a la Argentina en el puesto 11 entre los países con más niños obesos menores de cinco años, y la Federación Mundial de Obesidad proyecta un incremento del 100% en la obesidad infantil para 2035. Lo que implica un desafío inminente para las políticas públicas y el bienestar de las generaciones futuras.

“Las proyecciones son alarmantes, pero no sorprenden”. Así comenzó a hacer su análisis la médica pediatra, secretaria de la Subcomisión de Medios y Comunicación de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y jefa del Hospital de Día Polivalente del Hospital Elizalde Ángela Nakab (MN 68.722) a Infobae acerca de las cifras de obesidad infantil en Argentina y en el mundo.

Es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ubicó a la Argentina en el puesto 11 entre los países con más niños obesos menores de cinco años, mientras que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Unicef informaron una prevalencia de obesidad en menores de cinco años de 12,9%, la más alta de la región sur.

Estas cifras no solo reflejan una crisis sanitaria en el presente, sino que auguran un futuro plagado de enfermedades crónicas, deterioro emocional y costos sociales crecientes.

Los datos son contundentes: según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) de 2019, el 41,1% de los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años ya presentaba sobrepeso u obesidad. Y ante este panorama, la Federación Mundial de Obesidad proyecta un incremento del 100% en la obesidad infantil para 2035, lo que implica un desafío inminente para las políticas públicas y el bienestar de las generaciones futuras.

Entornos obesogénicos y hábitos culturales

Tanto Nakab como la médica pediatra especialista en Nutrición Infantil y miembro del Comité de Nutrición de la SAP y la comisión directiva de la SAP filial Bahía Blanca, Romina Lambert (MP 2241), coincidieron en señalar que son múltiples los factores que perpetúan la obesidad infantil.

Por un lado, el sedentarismo, exacerbado por el tiempo frente a pantallas, desplaza el movimiento físico y las actividades lúdicas. “Muchos niños pasan largas horas sentados, lo que limita su actividad física y fomenta la ansiedad”, explicó Lambert.

Por otro lado, la alimentación basada en productos ultraprocesados -altos en azúcares y grasas saturadas- domina el menú diario de muchas familias. “Estos alimentos, además de ser más accesibles económicamente, generan adicción y desplazan opciones frescas y naturales”, señaló Nakab, quien remarcó que esta tendencia afecta de manera desproporcionada a las familias de menores ingresos, quienes enfrentan barreras económicas y de educación alimentaria para mejorar sus elecciones.

“Desde el entorno familiar hasta las estrategias de marketing dirigidas a los niños, todo fomenta el consumo rápido y poco saludable”, añadió la especialista, y surayó cómo la publicidad agresiva exacerba el problema.

Impactos devastadores

Las consecuencias de la obesidad infantil trascienden lo visible. Según Nakab, niños pequeños ya presentan enfermedades crónicas asociadas tradicionalmente a adultos, como diabetes tipo 2, hipertensión arterial, esteatosis hepática (hígado graso) y apnea de sueño, por mencionar algunas. Y tras resaltar que no es extraño ver en la consulta menores con obesidad extrema y signos de diabetes del adulto.

El impacto no se limita al aspecto del cuerpo o la salud física. Ambas expertas coincidieron en que la obesidad afecta profundamente la autoestima de los niños, generando aislamiento, bullying y problemas emocionales como ansiedad y depresión.

Según Lambert, “un niño con obesidad no solo enfrenta estigmatización, sino que también puede desarrollar trastornos de la conducta alimentaria, lo que agrava aún más la situación”.

Este círculo vicioso se refleja incluso en el rendimiento escolar, afectado por problemas de atención y aprendizaje derivados de malos hábitos alimenticios.

Soluciones posibles

Aunque la situación parece desalentadora, tanto Nakab como Lambert consideraron que revertir esta tendencia es posible, siempre que se adopte un enfoque integral que combine educación, políticas públicas y acción comunitaria.

En ese sentido, ambas profesionales destacaron la necesidad de regular la publicidad de alimentos poco saludables dirigida a niños, implementar impuestos a bebidas azucaradas y garantizar opciones nutritivas en las escuelas. “Es crucial que los gobiernos asuman su rol en crear un ambiente saludable para las infancias”, opinó Nakab.

Asimismo, la alimentación saludable debe instalarse desde los primeros mil días de vida, con énfasis en la lactancia materna y la introducción de alimentos frescos. “No basta con enseñar qué comer, sino también cómo y cuándo hacerlo”, enfatizó Lambert, quien sugirió “volver a las preparaciones caseras y dejar de lado los alimentos rápidos y fáciles”. “Eso tiene que ser instalado desde que la mujer quede embarazada y desde los inicios de la alimentación, porque después cuesta mucho revertirlo”, consideró.

Por último, más allá de los deportes organizados, ambas expertas instaron a fomentar el juego al aire libre, correr en plazas y moverse de forma cotidiana. “La actividad física no solo combate el sedentarismo, sino que también reduce la ansiedad y mejora la calidad de vida general”, aseguró Lambert.

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