Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 10, 35-45)
Por monseñor Hugo Norberto Santiago
Obispo de la Diócesis de San Nicolás
«Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”».
Palabra del Señor.
El servicio da alegría
Con un gran contenido de verdad hay un aforismo hindú que dice: “Yo dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría”. El servicio libre da alegría porque proviene del amor a una persona, a la cual, porque uno la ama, la quiere promover. Esta realidad se ve con mucha claridad en el servicio de una madre o un padre con sus hijos. La entrega, el trabajo para que los niños crezcan sanos, tengan una buena educación, evolucionen en su inteligencia, su responsabilidad, sean personas con valores y lleguen a ser “alguien”, justifica en los padres una entrega generosa. Más aún si su hijo sufre una enfermedad repentina o ha caído en la esclavitud de las adicciones, el intento de liberarlo suele expresar una entrega hasta el sacrificio de sí por parte de los padres. Finalmente, esa actitud de servicio y entrega por otro es evaluada por la persona años después y no solo no se arrepiente de lo hecho, sino que, más allá de los resultados, experimenta una profunda alegría. Esa alegría es el “beso de Dios” confirmando que se ha hecho lo correcto.
El servicio concreta el bien común
Vale la pena no perder la memoria: la última pandemia superada ha puesto a la luz que lo noble de una humanidad servidora está vivo, porque han existido actores sociales que dejaron la vida por el servicio al bien común: médicos y enfermeras sobrecargados y agotados sirviendo horas extras en los hospitales para curar y acompañar la soledad de los infectados hasta entregar su vida, porque se contagiaron y murieron; empresarios que siguieron pagando los sueldos aunque sus empleados no podían asistir al trabajo debido a su edad o a enfermedades de base que padecían; docentes que acompañaron a los niños y adolescentes a través de las redes sociales sufriendo presiones de todos lados; fuerzas de seguridad que al velar por el cumplimiento de los protocolos se enfermaron y murieron; cocineras de comedores comunitarios que, exponiéndose a la enfermedad, no renunciaron a un servicio voluntario para que niños y adultos tengan un plato de comida. Todos ellos, inspirados por la sabiduría de Dios, entendieron cómo son las cosas y nos señalaron un camino a seguir: administrar nuestra vida para el bien común, incluso por encima de nuestro bien personal si la situación lo pide. Jesús dice claramente que quienes obran como ellos entran en el Reino de los Cielos; la alegría en el corazón es un signo de esa entrada.
Buen domingo.