El Obispo de la Diócesis San Nicolás celebró la Misa central del 41º aniversario mariano. En su homilía, destacó que “María con su escucha del Ángel nos enseña que escuchar es un modo de amar, un modo de hospitalidad, es decirle al otro, “vos sos importante para mí”. Aquí, los extractos del mensaje de Monseñor Hugo Santiago.
De la redacción de EL NORTE
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1. La felicidad del hombre -varón y mujer- está en los vínculos, en la calidad de la relación con Dios, consigo mismo, con los demás y con las cosas.
2. Antes del pecado el hombre era feliz porque era amigo de Dios, con el pecado rompe esta relación y muerde el polvo de una soledad que ya nadie podrá llenar. Antes del pecado Adán y Eva eran complementarios, se amaban y se necesitaban, entre ellos había armonía, después del pecado se seducen egoístamente y se dominan -ahí comienza la violencia familiar-. Antes del pecado, Caín y Abel eran hermanos y amigos, después del pecado de sus padres, Caín mata a Abel. Antes del pecado entre la naturaleza y el hombre había armonía, después del pecado no sólo la naturaleza no da los frutos esperados, sino que el hombre explota irracionalmente la tierra, arrasándola y provocando daños muy difíciles de reparar en la Casa Común que es la creación.
3. Con Jesús que nos rescata a través de su cruz y María como corredentora, de pie junto a la cruz, Dios rescata al hombre restableciendo los vínculos, las relaciones, la armonía.
4. Un símbolo de lo que Dios hace en nosotros restableciendo los vínculos, nuestra capacidad de relación y nuestra felicidad, es cuando Jesús cura a un sordomudo. Con ello nos indica que, para restablecer nuestra capacidad de vincularnos, Dios tiene que sanar nuestra capacidad de escuchar, de decir palabras edificantes y de poner gestos concordes con esas palabras.
5. En efecto nuestra sordera en las relaciones humanas se manifiesta cuando mientras el otro nos habla, en vez de escucharlo estamos pensando en qué le vamos a contestar o directamente no nos interesa oírlo y lo matamos con la indiferencia.
Escucha
6. María con su escucha del Ángel nos enseña que escuchar es un modo de amar, un modo de hospitalidad, es decirle al otro, “vos sos importante para mí”. Cuando hacemos esto con la Palabra de Dios estamos reconociendo lo importante que es Él para nuestra vida y entonces somos bendecidos porque dejamos que Jesús entre en nuestra persona y se transforme en nuestro compañero de camino, y restableciendo nuestra relación con Dios salimos de la soledad y el sinsentido de la vida, vuelve nuestra felicidad, nuestra alegría, como en María después de escuchar al Ángel Gabriel y dejar que el Espíritu Santo entre en su persona.
7. Desde la capacidad de escucha de María, nos dimos cuenta que escuchar sana. De hecho, los sacerdotes, que solemos pasar horas escuchando a quien viene afligido, nos pide un consejo o viene a celebrar el Sacramento de la Reconciliación, luego de contarnos su problema o sus faltas, de exponernos su situación, suele decirnos: “gracias padre, tengo paz”. En realidad, muchas veces, lo único que hicimos fue escuchar sin casi decir una palabra; es cierto que Dios intervino dando paz, pero es cierto también que Dios actuó a través de una actitud humana: escuchar.
8. Esto nos hace constatar que la escucha, de verdad, sana y contiene; al escucharlo, tu interlocutor tiene la real sensación de que él es valioso para vos, que compartes su vida, que haces un verdadero gesto de amor porque has dejado lo propio y has dedicado tu valioso tiempo para escucharlo. La escucha contiene y libra de la orfandad, razón por la cual es algo que tenemos que tener presente todos, pero especialmente los padres con sus hijos. No lo olvidemos, la escucha libra de la orfandad.
9. María Santísima, con su escucha del Ángel en la anunciación y con su “si” al pie de la cruz aceptando ser nuestra Madre, nos enseña algo más maravilloso todavía, la escucha y el consentimiento que damos a la Palabra de Dios nos hace entrar en comunión con Él, su Espíritu Santo se une a nuestro espíritu humano y eso tiene como fruto, el amor, la alegría y la paz, constatamos que la relación con Dios nos da felicidad y ya no lo queremos dejar.
Palabras
10. Luego de que Jesús nos rescató desde su cruz, volvimos a tener una relación transparente con nosotros mismos y nos dimos cuenta que nuestras palabras humanas van cargadas con nuestros sentimientos positivos o negativos, por eso dejan marca en la persona de nuestro interlocutor.
11. De acuerdo a lo que digas y como lo digas, los destinatarios de tus palabras quedarán agradecidos o heridos, tus palabras pueden dar vida o destruir, alegrar o entristecer, herir o sanar. Por eso, para restablecer la relación entre nosotros, tenemos que decir palabras que sanen, animen y abran el camino de la esperanza.
12. Hoy nos damos cuenta que debemos decirle a María: ¡Madre, líbranos de palabras que nos hieran y rompan los vínculos; ayúdanos, para que nuestras palabras sirvan para unir, animar, alegrar y dar esperanza como las de Jesús que dice: “¡Vengan a mí los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré!” ¡Pidan y recibirán, llamen y se les abrirá, busquen y encontrarán!” “Ustedes son mis amigos”
Gestos
13. Finalmente, María al pie de la cruz, con su gesto de fidelidad a su Hijo en las buenas y en las malas, nos enseña que, para terminar de sanar nuestros vínculos, además de las escucha y las palabras edificantes, tenemos que poner gestos que confirmen nuestras palabras. María no sólo le promete fidelidad a Dios, sino que acompaña Jesús desde la alegría de la anunciación al dolor de la cruz.
14. Está bueno decirle al amigo, al esposo o a la esposa: “estaré siempre a tu lado” y confirmar esas palabras estando acompañándolos cuando están enfermos, la vida los golpea, se sienten solos o están tristes.
15. La vida eterna como vida feliz será “relación” dice el Papa Benedicto XVI.
Ahora, la vida eterna comienza aquí y si la felicidad está en los vínculos, tenemos que cultivar la relación con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con la casa común que es la creación.
16. Ven queridos amigos, María nos enseña que nuestra felicidad no depende de nada material, por eso está al alcance de todos; María nos dice que la alegría no depende de los éxitos que puedas tener en la vida; la alegría no depende del poder y reconocimiento que hayas alcanzado, la felicidad depende de cuánto hayas logrado amar y ser amado. En esos vínculos, la tristeza compartida se hace mitad tristeza y la alegría compartida se hace doble alegría.
17. A nosotros que, tal vez buscábamos la alegría en caminos extraviados, de consumo, de éxito, de placer, de poder, de tener, María nos socorrió, vino en nuestra ayuda diciéndonos que si queremos cantar de alegría como
Ella cantó, tenemos que buscar nuestra alegría y felicidad en la relación con Dios y con aquellos que convivimos, mediante la escucha, las palabras edificantes, y los gestos que confirmen esas palabras. Escucha y palabras que son expresión de amor mutuo y de allí brota la alegría, de amar y que te amen, de que otro diga tu nombre y te piense. ¡Gracias Madre por enseñarnos el camino para restablecer nuestros vínculos!
¡Viva María del Rosario de San Nicolás!