Argentina ganó los tres partidos que jugó, no recibió goles y espera los cuartos de final sabiendo que aún está lejos de mostrar su mejor versión. Atlanta, New Jersey y Miami se tiñeron de celeste y blanco. Quizás hasta más de lo que se esperaba.
Ezequiel Guisone
Enviado especial a Estados Unidos
En la previa, uno podía imaginar que la gran fiesta argentina en la Copa América la íbamos a encontrar en Miami, una ciudad con muchos compatriotas residentes y una movida grande y organizada que ya viene trabajando desde hace rato con vistas a la Copa del Mundo de 2026. Y fue así, porque en el día previo al partido ante Perú no alcanzó con un solo banderazo, sino que hubo tres puntos distintos de concentración de hinchas. Todos multitudinarios.
Pero también lo que se vio en Atlanta y Nueva Jersey sorprendió. Antes del debut en el Mercedes Benz, las camisetas albicelestes se multiplicaron. En una ciudad que tiene muy pocos argentinos residiendo, colapsaron los vuelos internos, los buses de larga distancia y los autos de alquiler para que miles de hinchas llegaran hasta la sede del debut de la Scaloneta. La imagen de los hinchas en Times Square en Nueva York también fue inolvidable en el día previo del segundo choque ante Chile.
En los tres escenarios, Argentina “fue local”. Una condición que en esta Copa solo podrá ser disputada con Colombia (el entusiasmo de los cafeteros es impactante), México y –en menor medida- Brasil. ¿Los locales? Están en otra cosa.
Recorrido interestatal
Desde el lunes 17 que pisamos tierra norteamericana, hasta el sábado 29 en el que Argentina cerró la fase de grupos, recorrimos casi 5 mil kilómetros por las carreteras de la Costa Este. Así lo decidimos a la hora de plantear esta Copa América que sirve como antesala logística (de mucha menor escala, claro está) de lo que será el Mundial 2026. Desde Miami, el alquiler de un vehículo por unos 100 USD finales por día fue una buena opción para un grupo de cinco periodistas que emprendimos la travesía. Algo más de 10 horas nos llevaron hasta Atlanta por la interestatal 75 Norte. Fue nuestro primer contacto “real” con Estados Unidos, luego de dos días en la amigable Miami.
En Atlanta no entendían por qué habíamos viajado tanto para ver a un equipo de fútbol soccer. El guardia de seguridad de una gasolinera nos reconoció (“sin ofender”), que el fútbol le parecía un deporte muy aburrido. En los comercios lo que manda es el autoservicio; los empleados están únicamente para cobrar y no se caracterizan por su sociabilidad. Una vez familiarizados con ese autoservicio (luego de varios intentos frustrados), nos fuimos adaptando al medio.
Una hora sentados en el exterior de aquella gasolinera 24hs nos pintó el panorama. Comida chatarra (por más que intentes conseguir algo saludable, te va a costar muchísimo encontrarlo), camionetas gigantes y costosas, gritos, peleas y personas en situación de calle. Fue un desfile incesante de personajes de esos que se ven en las películas.
La I-85 y la I-95 Norte nos depositaron después de 1400 km en dos tramos a la siguiente sede. Nueva York es una locura. Si en Atlanta la gente te ignoraba, en la Gran Manzana directamente en los comercios te desprecian. Las luces de la 5ta Avenida; el fabuloso Times Square de la 7ma y el interminable verde del Central Park contrastaron en buena parte con la popular ciudad de Newark, en el estado de Nueva Jersey, donde nos instalamos por cuatro días. Allí tuvimos otro contacto real con Estados Unidos. Hasta pasamos un buen tiempo en el sótano de un chalet de tres pisos. Muchos hombres y mujeres viviendo en las calles y en los autos. Los almacenes en su mayoría tienen dueños y empleados puertorriqueños y dominicanos, lo que los diferenció notablemente en el trato con otras localidades y nos acercó un poco a nuestras costumbres.
Todavía quedaba el tramo más largo: los 2000km de vuelta hasta Miami por la I-95 Sur. Otro viaje de dos días para volver al punto de partida y decir presente en el tercer triunfo argentino del sábado. Casi 5000 km en total en un recorrido inolvidable, con paradas obligadas y caminatas “perdidas” en pequeños pueblos como Staunton o Dillon, con gente amable y hospitalaria. “No solemos ver argentinos por estos lados”, nos contaban, como si fuésemos una especie exótica. Imposible contarles lo que genera la Scaloneta en el pueblo argentino, que es lo que explica las semejantes travesías e historias que están viviendo miles de compatriotas por estos días en Norteamérica.
Ahora comienza otro capítulo. En la cancha, el más importante. A partir del jueves, una derrota no te da revancha: si perdés, te volvés a casa. Para nosotros llegará el momento de pisar los aeropuertos y los vuelos internos low cost estadounidenses, conocidos por su mala reputación. Como sea, de la manera que sea, la historia continuará en unos días en Houston.
Mirá los otros vlogs de EL NORTE
Vlog 1
Vlog 2