En Washington y Buenos Aires advierten que el organismo pedirá reformas que implicarán más inflación y menos crecimiento, pero aclaran que si no hay acuerdo, el panorama será peor; la “tercera vía” que se explora si no se firma un programa.
Más allá de la discusión simbólica sobre las sobretasas y el plazo del acuerdo, el equipo económico debe preocuparse por las medidas que le exigirá el Fondo Monetario Internacional (FMI), o rogar por que, si no llegan a un consenso, se abra una ventana para refinanciar la deuda al menos por dos años.
Aunque Economía y el staff del Fondo creen que hay voluntad para cerrar un acuerdo antes de fines de marzo próximo, no son pocos los que mantienen su escepticismo debido a la complejidad de la negociación que hay que sellar en tan pocos meses, tanto en términos técnicos como políticos.
En este sentido, la apuesta del ministro Martín Guzmán y del delegado ante el FMI, Sergio Chodos, es que el nuevo auditor regional del organismo que comenzará su gestión en enero, Ilan Godfajn, adopte un enfoque pragmático y no tense demasiado la cuerda entre las partes. Y si bien algunos economistas argentinos han destacado que el expresidente del Banco Central de Brasil es un “duro” y “ortodoxo”, en Washington destacan que es “pragmático” y que no es un “halcón”, por lo que se adaptará al mandato político que reciba respecto de la Argentina, aunque con mayor conocimiento de la situación local que la vicejefa del área, Julie Kozack.
En particular, Chodos, a quien en el FMI elogian por su habilidad política pero cuestionan por su falta de comprensión analítica de los problemas del país, ha intentado fortalecer en la negociación a Kozack, por encima del jefe del caso argentino, Luis Cubeddu, ya que creen que el técnico venezolano conoce demasiado la realidad local como para aceptar los atajos que le propone Economía.
Fuentes con acceso a la negociación aclararon a Infobae en Washington que el ministro y Chodos han privilegiado en el último año el diálogo con Kozack y han tratado de evitar el contacto con Cubeddu, sin entender que la decisión de firmar o no el programa no será ni de ellos ni de Golfajn, sino de los ministros de los países del Grupo de los Siete.
Al respecto, advirtieron que si el Gobierno sigue poniendo el foco en cuestiones “intrascendentes” relativas al esquema financiero del nuevo programa y no avanza en acordar en las medidas de fondo que le exigirán para llegar a un acuerdo, debería pensar en un “atajo” para que le “reperfilen” la deuda al menos hasta 2024.
La mejor opción
Si bien esta no es una opción sencilla, la calificada fuente consultada en la capital de los EE.UU. cree que “es la mejor para las dos partes: al Gobierno le evitaría tener que anunciar e implementar reformas en las que no cree y al FMI le evita ponerse en el medio del tiro al blanco si se firma el programa y tiene que ir cada tres meses a Buenos Aires para que cualquier dirigente del oficialismo los señale como los culpables de la crisis económica”.
Más aún, la fuente consideró que la administración demócrata preferirá una solución intermedia como la mencionada a la espera de un cambio de gobierno en Argentina a fines de 2023, de modo tal de no aparecer como los responsables de una eventual debacle del país -si cae en default- pero sin comprometerse tampoco a otro acuerdo fallido.
Mientras tanto, en Buenos Aires el exministro Dante Sica consideró que el FMI le pedirá al Gobierno “consistencia fiscal, trabajar sobre las tarifas y que cuidemos la cuenta de dólares acumulando reservas y para eso no dejar que se siga atrasando el tipo de cambio. Estas cuestiones van a tener impacto sobre el tipo de cambio, la inflación y el crecimiento económico, que será mediocre”.