En una extensa entrevista, el exbasquetbolista bahiense recordó algunas de sus visitas a la ciudad para jugar frente a Regatas y repasó su amplia y exitosa carrera actuando en la Liga Nacional, en Europa y en la Selección argentina. “Soy un privilegiado y un tocado por la varita mágica por todo lo que viví”, confesó el “escopetero”, que jugó en el ámbito profesional durante 24 años.
FACUNDO MANCUSO
Aunque jugó hasta cuando quiso y fue él quien terminó dejando al básquet más allá de que se retiró a los 44 –y no a la inversa como suele ocurrir en la mayoría de los casos–, Juan Alberto Espil se siente un “jubilado joven”, a sus 52 años. Es sí un abuelo joven, que extraña a su pequeña nieta de un año y medio, que vive en Coronel Dorrego con sus padres, y a la que no ve desde hace más de cinco meses por culpa de la pandemia. Alejado por completo del básquet, reside en Monte Hermoso, en donde se ocupa de algunos emprendimientos personales, después de haber estado ligado a la función dirigencial en Bahía Basket y en la Confederación Argentina tras haber dejado la actividad oficial como jugador en 2012.
Distendido y sin apuro, días atrás se prestó para una linda charla telefónica en la que repasó toda su brillante carrera. Se expresó con claridad y simpleza, pero hablando con la misma ligereza con la que armaba su tiro. “Estoy muy feliz y muy contento, queriendo hacer otra cosa que no sea básquet, cambiando de vida y tratando de disfrutar de otras cosas”, comentó en el inicio de la entrevista el bahiense, cuarto goleador histórico de la Liga Nacional con 12.472 puntos (a pesar de que actuó por doce años en España e Italia) y emblema de la Selección argentina en la década del 90. Esas épocas en las que Espil brillaba eran las mismas en las que cada dos semanas los viernes y los domingos multitudes se llegaban al Club de Regatas para ver a los mejores basquetbolistas del país enfrentando al equipo nicoleño en sus primeras temporadas en la “A”. De eso también habló Espil. “Fui muchas veces a jugar a San Nicolás, he ganado, he perdido; lo que sí no era fácil jugar en San Nicolás, la gente sabía, entendía de básquet, era muy pasional y te lo hacía saber”, afirmó, para luego contar entre risas una anécdota por una situación que le tocó vivir en la vieja “Ribera” (lo cual hoy seguramente no lo haría reír). “Recuerdo una vez que me apagaron un cigarrillo en la espalda cuando estaba por sacar debajo de uno de los aros en cancha de Regatas”, recordó Espil, quien luego rememoró su momento de mayor felicidad jugando en nuestra ciudad. “Gané un partido impresionante con GEPU, con un triple casi sobre la chicharra, en un partidazo que se definió en dos suplementarios. La pelota fue por arriba del tablero y entró, fue un golazo, del que siempre me acuerdo”, relató al referirse al encuentro disputado un martes 23 de marzo de 1993 (televisado en vivo y en directo para toda la Argentina), en el que el elenco puntano venció a los regatenses tras dos suplementarios por 125 a 124, con esa conversión agónica de Espil, figura y goleador de GEPU esa noche con 39 puntos y de todo el campeonato, en el que los suyos terminarían obteniendo el título.
Sin embargo, esa no fue su única remembranza de su paso por San Nicolás. “Jugué un cuadrangular terrible en San Nicolás, en cancha de Regatas en 1987. Era la etapa final de un Provincial de Clubes por el ascenso a la Liga B, en el que estaban además de Regatas, Argentino de Junín, Quilmes de Mar del Plata y mi equipo, Liniers. Hubo una batalla campal entre la gente de Regatas y Argentino, fue tremendo, porque tuvimos que salir corriendo por uno de los portones. Jugué un gran torneo, le ganamos a Regatas cuando ya Liniers no tenía opciones. Y por nuestra victoria termina Quilmes saliendo primero (NdeR: también ascenderían Regatas y Argentino)”, apuntó Espil, quien había llegado a Liniers de la mano de su padre, que había jugado en esa emblemática institución de Bahía Blanca.
Consideró que en esa visita del 87 a San Nicolás, “ni siquiera soñaba con la posibilidad de vivir del básquet, mucho menos de jugar en la Selección argentina dos mundiales y un juego olímpico o de llegar a Europa y jugar allí 12 años, por eso digo siempre que soy un privilegiado y un tocado por la varita mágica por todo lo que viví”. De todos modos Espil reconoció que “a partir de ese Regional y de esas finales en San Nicolás” se le abrió la puerta “para llegar a la Liga con Estudiantes, al año siguiente”, en donde fue dirigido por el legendario Alberto “Beto” Cabrera. Marcó Espil que en esos años previos a su arribo a la elite le gustaba ver jugar al uruguayo “Fefo (Wilfredo) Ruiz y al Pacífico de (Marcelo) Richotti; o a (Miguel) Cortijo, (Carlos) Rafaelli, cuando venían de Buenos Aires”. Y se acordó de Julio Ariel Rodríguez. “Al Lunguito también lo recuerdo de Pacífico y de Olimpo, y después fue compañero mío en la Selección, un crack era”, aseguró el escolta que sobresaliera no solo en GEPU, sino además en Atenas de Córdoba, Boca, Obras y Bahía Basket en la Liga.
De goleador a jugador completo
Más tarde, Espil precisó que “en esa época de Estudiantes, y después en GEPU y en Atenas”, él “era un mero goleador que tiraba treinta tiros por partido y metía veinte, con más de 25 puntos de promedio todos los años”. “Cuando llegué a Europa empecé a ser otro jugador –sostuvo–, aprendí muchísimo, a disfrutar del juego en sí, no solo a disfrutar de anotar”. Y a propósito de ello destacó que cuando regresó en el 2008 a la Argentina para jugar en Boca “ya era otro tipo de jugador, más cerebral, más pasador”. En su análisis, fue todavía más profundo Espil y ató aquella mejoría suya a la que fueron teniendo los integrantes de la Generación Dorada por haber saltado de tan jóvenes al básquetbol europeo. “Cuando vos jugás con los mejores jugadores te convertís más rápido en mejor jugador y esa es la mejor forma de crecer, por eso pasó lo que pasó con la Selección argentina en los últimos tiempos”, evaluó el “escopetero”, que al mismo tiempo aseveró: “No tengo duda de que si la camada nuestra, la de jugadores como (Marcelo) Milanesio, (Héctor) Campana, (Esteban) De la Fuente, (Diego) Osella, (Hernán) Montenegro y tantos otros hubiesen tenido la posibilidad de llegar a Europa siendo jóvenes como luego lo pudieron hacer los chicos que vinieron después de nosotros y la mayoría de los integrantes de la actual selección, se hubiesen podido lograr muchas cosas antes”. Al respecto, argumentó: “En nuestra época ni infraestructura había; íbamos al Cenard a entrenarnos y no teníamos ni agua caliente. Nosotros teníamos la calidad, pero no estábamos acostumbrados a jugar mucho tiempo seguido contra los mejores. Nosotros siempre jugábamos contra los mismos. Podés hacer 40 puntos contra Brasil o contra Uruguay, pero a la larga no te sirve”. “Tampoco estaba tan avanzado el tema del cuidado físico y alimenticio, algo que yo empecé a vivir recién cuando llegué a España”, resaltó.
En cuanto al gen del jugador nacido aquí, Espil apuntó: “Yo viví en Europa cómo se valora al basquetbolista argentino; por su talento, su calidad y su carácter. Tiene la fama de hacer de todo sin frustrarse, por su mentalidad ganadora”. “Siempre vamos a ser competitivos, se vio en el último Mundial”, subrayó el notable exanotador, que tuvo como sueño hasta el día en el que colgó las botas “jugar en la NBA”.
Por último, como un mensaje a las futuras generaciones de basquetbolistas, Espil les recomendó a los chicos “que vean al deporte como algo secundario y que lo primero es la educación, porque el estudio es fundamental”. Y remarcó que “después si les gusta y se destacan, en este caso en el básquet, que tengan perseverancia y que sean fuertes mentalmente para prepararse si se presentan algunos golpes; que los van a haber”. “Hay que tener un equilibrio sin dejar de confiar en uno mismo. El tiempo solo te lleva y te va poniendo en el lugar que te merecés. Es importante no conformarse y siempre intentar progresar para ser mejor”, remató con una seguidilla de frases Espil, el “asesino de redes” que hasta se dio el lujo de “volcarle” la pelota en la cara a Michael Jordan. El que los hinchas de Regatas sufrieron tantas veces; el mismo que ahora los conduce a la nostalgia con esta nota y los lleva a revivir sus mejores años deportivos, tan felices como lejanos.