Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos (Mc 1, 21-28)
Por monseñor Hugo Norberto Santiago
Obispo de la Diócesis de San Nicolás
“Jesús entró en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: ‘¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios’. Pero Jesús lo increpó diciendo: ‘Cállate y sal de este hombre’. El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen! Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea”. Palabra del Señor.
La autoridad surge de la coherencia
La persona de Jesús es descripta por el Evangelio de este domingo diciendo: “Todos estaban asombrados porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas”. La palabra autoridad tiene su raíz en la palabra “autor”, es el creador, el que hace lo que dice. También se suele decir de una persona “es un hombre de palabra”, es decir, cumple lo que prometió. Probablemente pocos argentinos tengan dudas de que vivimos una crisis de autoridad en la familia, en las instituciones intermedias y en los ámbitos político gubernamentales. En la familia hay que preguntarse por qué los hijos, a menudo, no realizan lo que los padres les dicen. En las escuelas está claro que los docentes se suelen descomprometer para no lidiar con los padres que defienden a veces injustamente a sus hijos que no estudian y quieren ser aprobados o son indisciplinados y no quieren que los sancionen. Más de una vez he escuchado decir a docentes: “Para no tener problemas con los padres, lo apruebo, aunque no sepa, el perjudicado va a ser el hijo”.
La incoherencia genera escepticismo. Pero es a nivel gubernamental nacional donde cada vez somos más escépticos porque quienes nos gobiernan no son coherentes, por lo tanto, no tienen autoridad: exigen grandes esfuerzos al pueblo y ellos se enriquecen con asignaciones altísimas, que deciden ellos mismos y que nosotros pagamos con nuestros impuestos. Recuerdo que el año pasado, un diario de tiraje nacional publicó que lo que ganaban los senadores y diputados nacionales era “veintiséis veces la asignación de un jubilado” –aún hoy podemos hacer las cuentas partiendo de la base de la asignación de una persona jubilada–. Entonces uno se pregunta: ¿tienen derecho a exigirnos?, ¿no habría que achicar los gastos de la política? Aceptando que lo que hacen es importante y hay que retribuirlo, por decir una cifra, si se asignaran un salario que fuese “diez” veces más que lo que gana un jubilado, ¿no estaría bien? Otro aspecto importante es el avasallamiento del Poder Judicial por parte del Poder Ejecutivo, perjudicando la autonomía de poderes del Estado nacional, tan importante para evitar gobiernos dictatoriales.
La crisis de representatividad
La incoherencia quita autoridad, aunque ejerzamos un puesto muy importante. La autoridad se gana siendo lo que uno representa: si represento al bien común, tengo que ajustar mi vida al bien común; si represento a la Justicia, tengo que impartir justicia sin dejarme sobornar; si soy sacerdote, tengo que vivir como tal, rechazando todo lo que no sea acorde a la vocación. La falta de coherencia nos hace caer en la “crisis de representatividad”, un lastre que los argentinos cargamos desde hace tiempo; en otras palabras, la persona que hemos elegido para un cargo de bien común no nos representa, no cumple la función para la cual la elegimos, no está a la altura de las expectativas que generó cuando se postulaba para un cargo. Por eso le pedimos a Jesús para nuestras familias, instituciones intermedias y nacionales: “Danos la gracia de la autoridad que se construye desde la coherencia con lo que somos”.
Buen domingo.