El aumento de caudal del Paraná representa, por el momento, una amenaza solo para los productores que poseen ganado en el Delta. Analía Esperón, delegada de la Sociedad Rural Argentina para la zona de San Nicolás, explica que “el escenario nos pone en alerta”. “Veníamos sacando el animal gordo, para faena, a pesar de que aún no había alcanzado el peso que proyecta el productor. Ahora, por la crecida, estamos trayendo algo de cría también”, cuenta la –también– capitana de un buque de carga. El problema adicional es la falta de campos para alojar esa hacienda, lo cual obliga a arrendar tierras en otras provincias. Ese mayor costo podría trasladarse al precio de la carne.
De la redacción de EL NORTE
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La de Analía Esperón es –seguramente– la voz mejor calificada para graficar el actual escenario de creciente del Paraná en esta región. No solo por su extensa trayectoria como productora y capitana de barco de traslado de ganado, sino, además, porque cuenta con información actualizada y previsiones a corto y mediano plazo sobre el comportamiento de las aguas.
“Frente a San Nicolás, en el Departamento Las Lechiguanas, Gualeguay y Victoria, el agua empezó a venir por la cantidad de días de sudestada que tuvimos. Esa es la razón del aumento de caudal. Lo que está anunciándose como creciente del río aún no llegó a esta zona”, explica la capitana del buque de carga «Cual».
“Hacia el lado de Los Hornillos sí se está empezando a ver mayor presencia de camalotes. Ese es un escenario típico de las inundaciones, que empieza a comprometer la navegabilidad porque no se puede ver bien por dónde se está navegando. Además, comienzan a soltarse los troncos”, cuenta Analía.
“Este panorama no nos toma por sorpresa. Lo veíamos venir. De hecho, hace dos meses estuvimos trabajando con el ingeniero Juan Borús, responsable del Alerta Hidrológico de la Cuenca del Plata, quien nos comentaba que la llegada del fenómeno El Niño era un hecho, aunque no se conocía todavía con qué intensidad. La previsión que teníamos era que el fenómeno iba a ser de modalidad severa recién para el otoño próximo. Pero los tiempos se adelantaron, a tal punto que después de 25 años se debió abrir la represa Itaipú”, relata Analía. En efecto, la represa binacional paraguaya-brasileña tomó esta medida para aliviar el caudal de agua que llega hasta el embalse. La operación debió adelantarse por la rápida tendencia de subida de la cota y la expectativa de nuevas precipitaciones en el sur de Brasil. “Yaciretá, en tanto, está menguando la onda de la crecida hacia toda esta zona”, explica Analía.
Según el último reporte del Instituto Nacional del Agua (INA), a la altura de San Nicolás el nivel del Paraná no va a superar los 3 metros, lo cual contradice notablemente las previsiones que circularon en los últimos días. En concreto, el INA estima un promedio de altura del Paraná en San Nicolás de 2,76 m para noviembre, 2,77 m en diciembre y 2,76 m para enero de 2024. “Están diciendo que podría llegar a los 4 o 4,5 metros, pero esa no es una previsión del INA. Puede llegar a ocurrir, claro, pero lo cierto es que esa no es información que esté avalada por el INA”, aclara Analía, la capitana de barco.
El ganado
Analía Esperón es, además, delegada de la Sociedad Rural Argentina (SRA) por San Nicolás. Por su función, conoce al detalle la situación de los productores ganaderos de la región que crían animales para engorde en la zona de islas.
Las recientes precipitaciones a lo largo y ancho del país causaron estragos en las zonas linderas a los ríos debido a crecidas en sus caudales. Una de ellas, las costas del Paraná. Mucha actividad ganadera sucede allí, teniendo que forzar a los productores a realizar masivos movimientos de hacienda.
El Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales (IEEyNI) de la Sociedad Rural Argentina estima que pueden verse afectadas poco más de 5 millones de cabezas, en las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco, Buenos Aires y Santa Fe.
El mayor impacto se vería en la costa este del río, ya que en las provincias litorales están en peligro entre un 30% y 37% de su stock provincial. Por el lado de la costa oeste, la más afectada es Santa Fe, con 6 departamentos aledaños al río y un 15% de su stock en alerta.
“De acuerdo al último registro del Senasa, en el Partido de San Nicolás hay entre 15.000 y 20.000 cabezas de ganado. No todo en zona de islas, pero sí la mayor parte”, afirma Esperón. “Por la crecida, estábamos trasladando hacienda desde lugares muy alejados. Para tener una idea, se encuentran a siete horas de navegación en viaje de ida, y otras seis de regreso”. El barco de Analía es de los más grandes puesto que cuenta con cinco jaulas. Debido a la severa sequía, mucho ganado que se criaba en zona continental se trasladó hacia las islas dado que no había oferta forrajera para el campo. Y la alimentación con cereal es muy costosa porque la cosecha –también por la sequía– fue muy baja.
“La hacienda que hay en el Delta es, en su mayoría, novillo. Estábamos sacando el animal gordo, para faena. Pero era ganado que aún no había alcanzado el peso que proyecta el productor. Ahora, por la crecida, estamos trayendo algo de cría también”, cuenta Analía Esperón, propietaria de un buque de carga que es sometido a inspecciones cada seis meses.
“Este escenario ha generado un problema adicional: no hay lugares para depositar el ganado que se trae del Delta. Yo soy productora, y me están ofreciendo campos en la zona de La Paz (Entre Ríos) o Santiago del Estero. Es decir, lejísimo. Además, el contrato de arrendamiento se hace por dos o tres años, cuando el productor está necesitando el campo por una situación de emergencia, durante tres o cuatro meses. Es costo termina siendo brutal”, sostiene Analía, quien también integra el Consejo Regional Buenos Aires Norte del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria).
Conciencia social
“Si no encontramos una solución a este tema, ese costo altísimo se termina trasladando al precio de la carne que consumimos todos los argentinos. Y lo que tenemos que lograr es que la carne sea accesible para el bolsillo de la gente”, suplica Analía Esperón, quien tiene una fuerte conciencia social y ambiental en materia de producción ganadera. De hecho, integra la Comisión de Sostenibilidad en la SRA, que fomenta la ganadería de pastura natural. “Yo trabajo para que la vaca esté junto al ternero. Que tenga sombra y agua. Que el ‘guachaje’ (terneros separados de sus madres) no esté sometido al castigo de quienes los mueven pegándole”, asevera. “Yo concibo la producción de esa manera. No hay otra. Tenemos que ser responsables. También con el cuidado de los humedales. Es una lucha difícil porque hay intereses en tensión. Pero es una lucha necesaria”, insiste. Analía Esperón forma parte de Wetlands International, una organización mundial que trabaja para mantener y restaurar los humedales y sus recursos para la gente y la naturaleza. Se trata de una organización global independiente, sin fines de lucro, apoyada por miembros gubernamentales y ONG. “Soy vegana. Y tengo amigas que me dicen ‘Ana, yo quisiera comer carne de vacas que sean felices’”, cuenta entre risas.
“Hoy la producción intensiva lleva a consumir un producto que no es el de antes. Todo se ha acelerado, y en esa cadena de comercialización el que menos recibe es el productor que debe esperar cinco años hasta que la vaca esté preñada, y luego criar el ternero. Mi lucha es producir con responsabilidad, asumiendo que el objetivo de rentabilidad debe ser a largo plazo. Hay quienes piensan que tener ganado en el Delta es negativo, cuando en realidad el ganado bovino es un controlador natural del forraje de las islas. Insisto, tenemos que ser responsables en todo lo que hacemos porque esa es la única manera de tener un país mejor”, concluye.