A las 2:05 del domingo 3 de mayo de 1987, en un show llevado a cabo en la disco Highland Road, se produjo una de las tragedias imborrables para la memoria histórica de San Nicolás. Esa noche, unas 2500 personas copaban el lugar. Cuando Soda Stereo estaba tocando Persiana americana, de repente se desprendió un balcón donde había unos 200 fanáticos, y la noche terminó con cinco muertos, todos aplastados. Luego de 36 años, habló con EL NORTE Gustavo Castellani, médico de la ex Clínica Alvear en aquel entonces y contó el horror vivido esa madrugada.
De la Redacción de EL NORTE
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La presencia de Soda Stereo en San Nicolás resultaba una fiesta sin precedentes, tanto para el público local como para el de los pueblos cercanos. La banda ya había actuado en el lugar dos años antes, sin ningún tipo de contratiempos. En 1987, en cambio, la banda se encontraba en su pico máximo de popularidad, lo que suponía una presencia mayor de público que la vez anterior.
Cinco minutos pasadas las dos de la mañana del domingo 3 de mayo, Soda Stereo irrumpió en el escenario de la discoteca ante el griterío de los fanáticos. Signos, el tema que daba nombre justamente a su último trabajo discográfico, fue el encargado de abrir la noche. Gustavo, Zeta y Charly recibieron el aplauso del público por una versión sin fallas de uno de los mejores registros de la placa del grupo.
“Terminamos de tocar el primer tema. La gente aplaudió muchísimo. Entonces presenté Persiana americana”, relataría Cerati tiempo después. “Expliqué que ese tema estaba incluido en nuestro nuevo álbum y empezamos con la introducción… Es una introducción muy lenta”, agregaría Charly Alberti. “Es una introducción que no tiene nada que ver con el ritmo que adquiere el tema después”.
Lo primero que cayó, causando una gran explosión sonora, fue una de las torres de iluminación que se ubicaban a un costado del escenario. Apenas segundos después, y al escuchar el ruido, los jóvenes del balcón (de apenas un metro y medio de ancho, y cuatro de largo) se asomaron para ver qué sucedía, lo que provocó una avalancha y el posterior derrumbe con el trágico saldo de cinco jóvenes fallecidos que estaban en planta baja, junto a decenas de heridos.
La labor de los médicos
En medio de los rescates que estaban realizando, los ambulancieros iban derivando los pacientes a los distintos nosocomios locales. En ese momento, todavía estaba funcionando la ex Clínica Alvear, donde el médico de guardia era Gustavo Castellani. Joven profesional en aquella época, apenas 28 años y hacía dos que se había recibido, le tocó presenciar algo que, en su larga trayectoria, jamás volvió a vivir.
“Las guardias sinceramente eran bastantes tranquilas, nunca teníamos más de dos personas por noche. Sin embargo, esa madrugada llegó una ambulancia con dos personas. No llegué a preguntar qué les había pasado que el ambulanciero me cuenta que se derrumbó una parte de la confitería (Highland Road), que había miles de personas y que no podían calcular la cantidad de heridos”, contó Castellani en diálogo con EL NORTE.
“Empezaron a llegar ambulancias, una atrás de otra, no paraban. En total fueron 20 pacientes aproximadamente que debimos atender. Estábamos el médico terapista, el telefonista y yo, suficiente para una noche normal pero no para esa madrugada. Imaginarás que, en esa época, no existían los celulares, por lo que la labor del telefonista fue clave”, añadió.
Un calvario
Una sociedad sin saber qué sucedía comenzó a movilizarse. Si bien es cierto que el boliche estaba en pleno centro nicoleño, el lugar parecía lejano por la enorme preocupación que conllevó enterarse de tan horrible suceso.
“Tuvimos la suerte de que se enteró toda San Nicolás porque había pasado solo media hora y ya habían llegado la gran mayoría de los médicos de la clínica. El trabajo era arduo, afortunadamente y teniendo en cuenta las condiciones del nosocomio, ninguna de las personas que llevaron eran de gravedad”, detalló Castellani.
“Eso referido a lo médico. Tuvimos que coser a varios, principalmente en la cabeza, porque les habían caído partes de la estructura, golpes en todo el cuerpo, politraumatismos; fue realmente un trabajo jamás antes visto”, agregó de inmediato.
Otra de las terribles partes de esta historia fue tener que atender a los familiares de las personas que estaban internadas o siendo asistidas por los médicos. “Venían padres que buscaban a sus hijos, desesperados porque no los encontraban. A muchos les tuvimos que decir que no sabíamos dónde estaban, incluso se nos había complicado comunicarnos con el Hospital San Felipe o la Clínica San Nicolás”, manifestó Castellani.
“Yo de la guardia me fui a las 8:30 y todavía venía gente a preguntar por los pacientes. La desesperación fue gran parte de esa noche. Tuve otras experiencias realmente fuertes, pero la verdad que nunca viví algo como la tragedia de Highland Road”, concluyó.