“Nuestros cuerpos, nuestros procesos biológicos, han sido demonizados a lo largo de la historia, propiciando la construcción de diversas significaciones negativas (…) Poder hablar de estos temas, compartir nuestras vivencias es la punta del ovillo para poder sacarlos del clóset”, manifiestan las autoras.
Por Lic. Marité Gutiérrez y Ps. Fabiana Conti.
La menstruación y la menopausia son dos procesos que las mujeres hemos aprendido a disimular. Ni sangrar ni sudar están bien vistos en “las damas”. A los sudores, olores y otros procesos corporales “inadecuados” socialmente, los dejaremos de lado en esta oportunidad. Hoy vamos a dedicarnos a analizar y pensar algunas cuestiones que, de tan “naturales”, aún se encuentran casi invisibles o generando polémicas cuando se ponen en agenda.
Si existen procesos fisiológicos sobrecargados de significaciones sobre lo que es la femineidad, en un ordenamiento binario y biologicista, en la vida de las personas menstruantes; son la menarca y la menopausia. Dos hitos, signados sólo por la presencia o ausencia de la sangre en nuestras vidas.
Nuestros cuerpos, nuestros procesos biológicos, han sido demonizados a lo largo de la historia, propiciando la construcción de diversas significaciones negativas, relatándolos desde lo abyecto.
Creemos que es necesario despegar la histórica asociación que se establece entre feminidad y menstruación, como así también la que asocia a la menopausia con la supuesta pérdida de la misma.
TERRITORIOS Y DISCURSOS HEGEMÓNICOS
Si pensamos en nuestra menarca ¿qué recordamos?, ¿la esperábamos?, ¿nos habían informado acerca de su ocurrencia?, ¿sabíamos a qué nos enfrentábamos?, ¿qué significado tenía en nuestras vidas?, ¿qué mitos tuvimos que soportar?, ¿qué ideas nos eran transmitidas desde las mujeres mayores que nos rodeaban o entre nuestras compañeras?, ¿cómo sabíamos qué había que hacer, qué podíamos esperar?
La experiencia de cada una ha sido absolutamente diferente y esto fue producto de muchos factores: individuales, familiares, sociales, religiosos, culturales.
En el II Congreso Internacional de Salud Menstrual (2021), Paola Cuello Ortiz nos dice: “Siento que nuestros cuerpos, mi cuerpo, es mi primer territorio. Cuerpos que han sido territorio de conquista por muchos años, para muchas… Nos han enseñado a olvidarnos de nuestro cuerpo, a no tenerlo presente, a no tener registro. A naturalizar el dolor, a no sentir placer. Y todo eso que hemos naturalizado a través de diferentes discursos que, los pienso como si fueran hilos, invisibles, que nos atraviesan en esta trama del territorio mismo que habitamos. (…) Estos hilos son discursos hegemónicos, nos moldean, y nos han impuesto formas de sentir, de pensar, de creer en relación al ser mujer (…) en relación a la menstruación también. Que menstruar es algo sólo de mujeres, que tiene que doler, que nuestra sangre da vergüenza. Todo eso nos ha atravesado y ha dejado huella en nuestros cuerpos. Entonces, cuán importante es tomar conciencia de todo esto y transformarlo. Las herramientas están en nuestras manos”.
DISIMULO E INVISIBILIZACIÓN
Con mayor o menor conciencia el inicio de esa etapa dio lugar a un cambio rotundo en la relación con nuestro cuerpo atravesado por todos los factores de los que hablábamos antes .Desde la menarca hasta la menopausia nos pasaron un montón de cosas vinculadas a la sexualidad, a la salud, al placer, al displacer, en algunos casos a la maternidad y finalmente a la llegada al climaterio.
Sería interesante preguntarnos por qué se pone tanto énfasis en disimular o invisibilizar un proceso fisiológico que nos ocurre a más del 50 % de la población mundial.
Si pudiéramos recorrer una línea de tiempo, recordando la experiencia personal; descubriríamos las diferentes construcciones colectivas que se fueron tejiendo a lo largo de ese camino. Encontraríamos su primer hito con el inicio de la menstruación, hasta llegar al cierre-apertura, de ese otro ciclo que tiene menos prensa en este mundo donde la productividad es uno de los imperativos más acuciantes: la menopausia.
ESTIGMATIZACIÓN SOCIAL DEL ENVEJECER
Uno de los logros de los feminismos en los últimos tiempos ha sido el de instalar en las agendas todo lo concerniente a la educación y gestión menstrual. Si bien aún se requieren desarrollos de políticas públicas para la gestión, de forma digna, justa y libre de estigmas, es necesario abogar también por políticas sobre el climaterio y la menopausia.
Milagros Kirpach y De Paoli, desde NOPAUSA (@nopausaig) un espacio dedicado a desafiar los tabúes y los límites de la menopausia nos dicen: “Tal es la desinformación e invisibilidad que ni siquiera la llamamos por su nombre correcto. Hablar de menopausia para referirse al climaterio es como decirle vagina a la vulva. Un error común y que se ha perpetuado en el tiempo tanto en la educación informal como formal. Técnicamente, la menopausia no es más que el fin de la menstruación”.
En una sociedad que premia la belleza y la juventud como dos valores indisolubles, sobre todo en las mujeres, la menopausia se relaciona con la decadencia de envejecer y el edadismo impacta directamente en el malestar asociado al climaterio. “La desesperanza que sentimos no se cura a través de los psicofármacos porque no estamos enfermas, sino heridas por la estigmatización social del envejecer”.
Poder hablar de estos temas, compartir nuestras vivencias, temores, y pareceres, es la punta del ovillo para poder sacarlos del clóset.