Guillermo Insúa
[email protected]
El insistente reclamo ‘Queremos Justicia’ se ha convertido en uno de los eslóganes más escuchados en boca de los argentinos que son víctimas de injusticias varias. Se ve todo el tiempo, en la tele, en movilizaciones, en cada uno de los ámbitos en los que el ciudadano sin privilegios siente que el Poder Judicial, sea federal o provincial, se esconde detrás de su propia arquitectura burocrática.
Está claro que en este país la Justicia es un servicio carísimo si lo medimos en términos de la contraprestación recibida. Miles de millones de pesos recaudados en impuestos se destinan por año a sostener la estructura salarial, edilicia y organizativa de los distintos juzgados. Recursos que parecen servir únicamente para sostener un ‘statu quo’ que no garantiza celeridad, eficiencia ni, mucho menos, justicia.
De un lado del mostrador están los funcionarios, jueces y fiscales, muy cómodos en sus burbujas de pretendido asepticismo. Del otro lado, fuera de toda zona de confort, hay una sociedad que ante cada hecho injusto pasa –invariablemente– de la indignación a la resignación.
El escándalo por presuntas vacunaciones irregulares que destapara este medio no escapa a este orden establecido. El 6 de febrero EL NORTE revelaba posibles irregularidades en la campaña de vacunación por entonces dirigida solo a intensivistas y personal de salud en contacto con pacientes. Más tarde la agenda nacional se escandalizaba con la revelación de personalidades que hacían valer sus influencias para saltarse la larga fila de espera en la campaña de vacunación contra el COVID.
Por mano propia
Desde aquel 6 de febrero a esta fecha ha pasado mucho, y también nada. Entre lo mucho que ocurrió está el allanamiento al Hospital San Felipe que posibilitó secuestrar la prueba que confirma que personas ajenas al grupo prioritario de vacunación recibieron una y hasta dos dosis de inmunización contra el coronavirus. También se fueron conociendo nombres y apellidos de los que se saltaron la fila.
Los argumentos, muy endebles, presentados a modo de excusa por parte de estos privilegiados no han hecho más que potenciar la indignación de quienes hacen lo que hay que hacer: esperar el turno. Esa bronca se transformó en desconsuelo entre quienes han perdido a un familiar en esta interminable batalla contra el virus. De hecho, el padre de una víctima fatal de covid en San Nicolás quiso trompear a uno de los vacunados VIP en la costanera nicoleña. El episodio, presenciado por varios testigos que intervinieron para evitar que el encuentro termine a las trompadas, no es otra cosa que una reacción ante la inacción. Justicia por mano propia, la llaman. En realidad, un acto de descargo ante la inacción de la propia Justicia.
Lo curioso, o no tanto, es que jueces y fiscales no se conmuevan ante lo injusto. Que decidan no avanzar con una causa tipificada a prima facie como abuso de poder e incumplimiento de deberes de funcionario público que, y esto es lo verdaderamente grave, revela prerrogativas incluso cuando lo que está en juego es la salud de las personas.
Defensores de privilegios
Este concierto de injusticias también tiene defensores públicos que utilizan distintos medios para justificar lo que no tiene justificación alguna, forzando la inclusión del escándalo de vacunados VIP como parte de la grieta política. En ese sinsentido, un medio de comunicación digital dirigido por el vacunado VIP Horacio Verbitsky se atrevió a acusar a este diario de liderar una estrategia de desprestigio contra la campaña de vacunación en San Nicolás. Ja, es lo primero que se puede esbozar ante tamaño cinismo. La moral de los inmorales en defensa de la injusticia. Privilegiados pretendiendo excusar a otros privilegiados.
Mientras tanto la calle sigue reclamando justicia, ya con la voz cansada y con tono de resignación. El tiempo suele ser lapidario –también– al momento de echar luz a las cuestiones sombrías.
Pero ante la resignación no cabe la claudicación. De ahí que es preciso exigirles a quienes tienen la responsabilidad de hacer justicia que trabajen. Porque hay una sociedad que espera respuestas, sean cuales sean. La causa, mientras se escriben estas líneas, sigue en la nada. La Justicia, ergo, también.