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viernes, octubre 18, 2024
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Edición N°

La deuda alimentaria es violencia de género económica y patrimonial

LA EFEMÉRIDE DE JUNIO PONE EN AGENDA LAS CONSECUENCIAS DEL INCUMPLIMIENTO DE RESPONSABILIDADES PARENTALES

El 68% de los progenitores varones no convivientes incumple su responsabilidad parental. Cuando hablamos de feminización de la pobreza, nos referimos a una estadística que respalda esa afirmación: el 85% de las familias monoparentales están a cargo de una mujer. De ese universo, el 68,3 % vive bajo la línea de pobreza, y 23,6 % son indigentes.

De la Redacción de EL NORTE
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´El informe 2022 Incumplimiento de la obligación alimentaria en la Provincia de Buenos Aires. Un problema estructural que profundiza las desigualdades de género´, presentado por el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, determinó que el 67 % de los padres no paga la cuota alimentaria o lo hace de forma eventual; sólo el 32 % de los padres no convivientes abonan regularmente la cuota alimentaria; y en los casos que sí se cumple el pago mensual, sólo el 10% de las madres considera que el monto alcanza para cubrir gastos y necesidades de niños.

Así, el 68 % de los progenitores varones no convivientes no paga la cuota alimentaria. Ese incumplimiento profundiza las desigualdades de género y condiciona el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres.  De todos modos, los cuidados no se reducen a los alimentos. También deben tenerse en cuenta: la ropa, las zapatillas, los útiles escolares, los regalos de cumpleaños de los amigos, el transporte, la vivienda, las salidas recreativas, las actividades extraescolares, la salud, y una interminable lista de necesidades sobre el costo económico que implica criar a una persona.

HOGARES MONOMARENTALES

El incumplimiento de la cuota alimentaria está contemplado como un acto de violencia de género económica y patrimonial, según la Ley 26.485 de Protección Integral contra la Violencia hacia las mujeres.

Las violencias no discriminan según clase social, pero que sí existe un impacto diferenciado cuando se intersectan distintos tipos de dimensiones que profundizan la vulnerabilidad ante el ejercicio de la violencia. De esta forma, los hogares monomarentales —que representan el 12% (cerca de 1,2 millones) de los hogares argentinos— son los que más limitados se ven a la hora de desarrollar estrategias para enfrentar esta situación. En una sociedad donde el tiempo es dinero, quienes sufren mayormente la pobreza de tiempo somos las mujeres. Si además, esas mujeres no cuentan con otro sostén afectivo ni económico, esa pobreza se profundiza. La pobreza de tiempo afecta la autonomía y el desarrollo de las mujeres.

Cuando hablamos de feminización de la pobreza, nos referimos a una estadística que respalda esa afirmación: según un informe de la Dirección Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia, el 85% de las familias monoparentales están a cargo de una mujer. De ese universo, el 68,3% vive bajo la línea de pobreza, y 23,6% son indigentes. Detrás de esos números, hay historias de vida.

Desde la Dirección de Economía, Igualdad y Género, con miras a rever precisamente esta situación e incorporar perspectiva de género, se elaboró, junto con el INDEC, el Índice Crianza: una estimación que servirá como una herramienta para que jueces y juezas lo tengan como un valor de referencia para saber cuánto destinan las familias a la crianza de niños, niñas y adolescentes.

MITOS ASOCIADOS A LOS ROLES DE CUIDADO

Los roles asociados al cuidado, asignados de acuerdo al género, tienen mucho que ver con todo esto. El mito se refuerza una y otra vez, asegurando que las mujeres cuidamos mejor, contenemos mejor. No es que cuidamos mejor, es que no nos queda otra opción. Las brechas salariales, de actividad, las cifras de empleo, subempleo, desempleo, incluso de violencia, tienen su raíz en ese reparto de mandatos. Cuando las mujeres nos quedamos cuidando, dejamos de trabajar de manera remunerada, dejamos de participar en diferentes ámbitos de desarrollo vitales, nos quedamos cuidando. Lo que cuesta ver es que todas esas situaciones arrastran y multiplican desigualdades.

Recientemente el Ministerio de Justicia bonaerense y el Ministerio de Transporte concretaron una medida para las personas que quieran renovar la licencia de conducir en la Provincia de Buenos Aires: deberán presentar un certificado de libre de deuda en el Registro de Deudores Alimentarios Morosos (RDAM) con el fin de reducir el porcentaje de adultos que adeuden la cuota alimentaria a sus hijos.

Sin embargo, los datos sobre la cantidad de inscripciones en el RDAM dejan en evidencia que las desigualdades económicas son consecuencia de un sistema patriarcal y heteronormativo: el 98,8 por ciento personas registradas son varones.

CORRESPONSABILIDAD SOCIAL

En medio de la discusión por un proyecto de ley que amplíe el sistema de licencias, vale remarcar la importancia de invertir en políticas de transferencia de tiempo para que los varones dejen de tener tan solo dos días por nacimiento, y existan licencias más igualitarias y obligatorias.

Los datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo de 2022, dependiente del INDEC, arrojan que los hombres destinan menos tiempo a las crianzas que las mujeres: 3 horas y media no bastan para la dedicación que implica las responsabilidades paternas. Como consecuencia, son las madres quienes se hacen cargo de manera continua de las crianzas, lo cual les quita tiempo disponible para el trabajo, el disfrute y el descanso.

Del mismo modo, la creación de un Sistema de Cuidados que pueda abordar estas problemáticas de manera integral y articulada es una política urgente. Porque no se trata solo de la corresponsabilidad entre los géneros, al interior de los hogares, sino de desatar otro de los nudos y avanzar hacia la corresponsabilidad social, en donde la carga del cuidado pueda salir de las familias, para pasar a ser un asunto de la sociedad en sus otras esferas: el mercado, el Estado, y la comunidad.

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