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sábado, octubre 19, 2024
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“Ni Una Menos”: del grito colectivo a los desafíos que persisten

“Cuando hablamos de violencia de género, identificamos una dirección precisa, que va desde el lugar donde históricamente se acumuló el poder (lo masculino) hacia las posiciones menos favorecidas en este sistema”, analizan las autoras y refieren a la necesidad de ‘transformar la estructura patriarcal, generadora de todas las violencias, promoviendo la construcción de modos de vinculación que destierren la obediencia y la opresión’.

Intervención urbana en la marcha de San Nicolás del 3 de junio por Ni Una Menos. EL NORTE

Por Marité Gutiérrez y Fabiana Conti
[email protected]

Cada 3 de junio, desde aquel del 2015, el clamor de ese grito colectivo nos conmueve, nos moviliza, nos interpela. Un grito que ha trascendido fronteras, que ha conseguido la adhesión indiscutida de vastos sectores sociales y que sigue resonando.

Nos resulta insoslayable invitarlos a reflexionar sobre el 3J. Como recordábamos
hace un tiempo, el trabajo en torno al abordaje de la(s) violencia(s) de género está en el origen de nuestro encuentro y nuestro accionar como feministas, hace más de dos décadas. Rememorarlo nos permite ver cuánto se ha avanzado, cuánto se ha hecho visible, cuánto desnaturalizado, cuánto legislado, cuánto se ha construido… Y no obstante ello, cuán desconcertante resulta advertir que los femicidios no han aumentado, pero tampoco descienden. Consideramos que este es un debate necesario, habida cuenta de que contamos con herramientas legales, teóricas y aquellas provenientes de la militancia activa y de una profunda sensibilización social, impensada hace apenas una década. ¿Por qué nos siguen matando?, ¿cómo convertir este clamor potente, indiscutido, en respuestas frente a tanto dolor? ¿Por qué pareciera no ser suficiente todo lo realizado hasta ahora? Preguntas aún sin respuesta que intentamos respondernos en este y todos los días.

NI UNA VÍCTIMA MÁS

“Ni Una Menos es un colectivo que reúne a un conjunto de voluntades feministas, pero también es un lema y un movimiento social”, leemos en su Carta Orgánica, un documento histórico, que sintetiza el sesgo de identidad de un movimiento plural, transversal, pero ante todo, profundamente solidario y reconocido: todas y todos sabemos de qué se
trata el “Ni Una Menos” y advertimos con claridad una sanción social para los agresores inimaginada hace apenas unos años.

Resulta impactante ver cómo las calles reciben, de manera pacífica y amorosa, a millones de personas en todo el mundo bajo una causa común; testimonio genuino y de una potencia arrolladora y nacida en nuestro país: “Decir Ni Una Menos no es un ruego ni un pedido. Es plantarse de cara a lo que no queremos: ni una víctima más –afirman las
impulsoras del movimiento–. Y es enunciar a la vez que nos queremos vivas, íntegras, autónomas, soberanas. Dueñas de nuestros cuerpos y nuestras trayectorias vitales. Dueñas de nuestras elecciones: cómo queremos, cuándo queremos, con quién queremos… Decir Ni Una Menos es tejer una trama de resistencia y solidaridad; es el patriarcado el que inventa el guion de la rivalidad entre mujeres, del pánico moral frente a quienes no se reconocen ni varones ni mujeres tal como pretende modelarnos este sistema que asfixia. Son las redes de afecto que también son políticas las que nos permiten hacer visibles las opresiones”.

TRANSFORMAR LA ESTRUCTURA PATRIARCAL

Cuando hablamos de violencia de género, identificamos una dirección precisa, que va desde el lugar donde históricamente se acumuló el poder (lo masculino) hacia las posiciones menos favorecidas en este sistema. Señalar su carácter estructural se vincula con el hecho de que no se limitan a cierto tipo de vínculos o contextos, sino que atraviesan las instituciones y se manifiestan en todo tipo de interacciones. Este señalamiento, producto de las luchas históricas y de los desarrollos teóricos abonados desde los feminismos, se desborda y se encarna en la consigna iniciada en 2015, posibilitando observar de manera más cercana los privilegios y opresiones cotidianas a los que nos somete el patriarcado: la brecha salarial, la feminización de la pobreza, la falta de remuneración y la naturalización de las mujeres en el lugar de las tareas de cuidado, las sentencias de una Justicia patriarcal, forman parte de ese entramado de violencias que requiere ser modificadas para
poder ser erradicadas. Por ello este movimiento es profundamente político: nos impulsa a transformar la estructura patriarcal, generadora de todas las violencias, promoviendo la construcción de modos de vinculación que destierren la obediencia y la opresión.

FUERZA IMPARABLE

Una de las políticas públicas que en lo cotidiano nos permiten abordar estas cuestiones es, sin lugar a duda, la Educación Sexual Integral (ESI).Consolidar su implementación plena, en todos los niveles y modalidades educativas, posibilita identificar las desigualdades e inequidades de poder y transformar los patrones socioculturales machistas que siguen impregnando los vínculos entre los seres humanos. Si la consigna “Ni Una Menos. Vivas nos
queremos”se erigió como una barrera frente al hartazgo y la impotencia generadas por
los femicidios, la proclama “Nos mueve el deseo” logra darle la encarnadura al motor que impulsa este movimiento imparable, expresado con bella firmeza en el documento fundacional del colectivo y hoy hacemos nuestras: “Apostamos a seguir desbordando los cercos en los que la sociedad patriarcal nos confina, a seguir hablando para las que no se reconocen feministas pero tienen prácticas de autonomía, para las que se sienten oprimidas pero no identificaron la causa, para las que simplemente quieren vidas libres de violencias, para quienes se escurren de la diferencia de géneros, para los varones que revisan sus prácticas y, también, para quienes aún no lo hacen: hablamos para todas y para todos”. Ni Una Menos. Vivas nos queremos.

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