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sábado, octubre 19, 2024
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MADRE NO SE NACE, SE HACE

FEMINISMOS PARA LA VIDA COTIDIANA

“Poder pensar nuestras maternidades, con todas las diversidades que se engloban en el término,  apunta a recuperar la experiencia sin idealizarla, a poder develar las contradicciones y los sentimientos ambivalentes que nos provoca, para poder vivirla en libertad  y con conciencia”, reflexionan las autoras y proporcionan una serie de herramientas.

Tenemos un desafío por delante. Podemos cuestionar esos roles que nos han sido impuestos, darles nuestra propia impronta. ILUSTRACIÓN WEB.

Por Lic. Marité Gutiérrez y Psic. Fabiana Conti.

Las mujeres, feministas o no, transitamos nuestras maternidades con todas las contradicciones que ella trae. Sin hablar de ellas, elaborándolas en silencio, sintiéndonos culpables, malas madres, falladas por no sentir  así o asá, o por no cumplir el rol delineado al detalle por las sociedades patriarcales y capitalistas en donde hemos ejercido nuestro rol.

Al decir de Esther Vivas, “una maternidad feminista es una maternidad desobediente, una maternidad insumisa, que rompe con los arquetipos que nos han impuesto a lo largo de la historia, que rompe con la maternidad patriarcal que ha encerrado a las madres en el hogar y que ha infravalorado el trabajo de los cuidados.”

Poder pensar nuestras maternidades, con todas las diversidades que se engloban en el término,  apunta a recuperar la experiencia sin idealizarla, a poder develar las contradicciones y los sentimientos ambivalentes que nos provoca, para poder vivirla en libertad  y con conciencia.

QUIENES SE CREEN CON DERECHO A OPINAR…

En torno a la maternidad habría mucho para decir, elegimos algunas cuestiones que nos parece interesante poder pensar juntas.

Como bien dice Beatriz Gimeno, si nada se valora más en una mujer que ser una buena madre, nada es tan denostado como serlo mala. ¿Y quién es mala madre? La que no se somete a las reglas, la que desea, la que no se adapta, la que no quiere a su prole más que a sí misma, la que no cumple con la abnegación, el sacrificio, la disponibilidad permanente y completa, la que no antepone los deseos de sus hijos e hijas a los propios, etc.

La mala madre es antipatriarcal y por ende es sancionada, discriminada, y criticada con  una dureza inusitada, que se contrapone con la liviandad con la que se juzga a los varones que no ejercen su paternidad como se espera de ellos.  Y estas críticas, provienen de todos lados. Desde nuestro entorno más cercano, familiar o amistoso. Desde las madres  o padres de la escuela a la que concurre nuestra prole. Desde la institución escolar o deportiva que los acoge. Buena parte del mundo donde nos movemos cree tener el derecho de opinar, interpretar y juzgar sobre cómo ejercemos la maternidad. Si somos cumplidoras y buenas o un auténtico desastre.

NECESARIA INDIVIDUALIDAD

Durante mucho tiempo, y aún hoy para muchas  mujeres  ha sido difícil pensar otra forma de ser mujer. Ser madre ha sido un rol empoderante, que cura las heridas que las mujeres intentamos llenar con el amor. Ha sido un amor imaginado como incondicional, un amor seguro. Sin embargo, cuando no se recibe lo que hemos creído dar a manos llenas, sobreviene la hostilidad, enojo, angustia,  frustración. Porque sí es un amor que espera retribución, no es desinteresado. Negarlo es mentirnos a nosotras mismas. ¿Quién no le ha dicho a sus hijos e hijas todos los sacrificios que ha hecho para traerlos al mundo y para llevar adelante la crianza, ya sea en soledad  o junto a nuestra pareja. Y si no se lo hemos dicho pretendemos que lo averigüen, que lo conozcan y lo valoren.

Compartimos este concepto de Marcela Lagarde que nos alerta al decir que “sin individualidad corremos el riesgo de ser una mujer habitada, con la expresión de Gioconda Belli”. Cuando las mujeres hemos sido habitadas por otros y esos otros ya no están en nuestra vida, sentimos el vacío. Estamos vacías porque el centro de nuestra vida, de nuestros pensamientos, afectos y deseos lo ocupaba la otra persona. Esa experiencia, esa vivencia, conducen a la falta de libertad. Nadie puede ser libre si está subordinada a un ser más importante que ella misma.

CUESTIONAR ROLES, Y EJERCERLOS CON LIBERTAD

Y cuestionamos el concepto de madre vitalicia. Si bien cuando somos madres, lo somos para toda la vida. Eso no implica que una tenga que seguir funcionando en un rol maternal para toda la vida. Hacerlo implica generar un vínculo de dependencia y control a doble vía y eso no es bueno para nadie. Cuando nuestros hijos e hijas crecen nos relacionamos con varones y mujeres adultas,  que toman sus propias decisiones, que eligen en libertad, que diseñan su propia vida. Si dejamos de lado esa incondicionalidad a ultranza y le damos  tiempo y espacio a nuestros deseos, nos relacionamos desde un lugar de reciprocidad adulta. Más maduro y respetuoso de las individualidades.

Hemos sido educadas para funcionar como satélites de los deseos ajenos, sabemos descifrarlos y satisfacerlos. Y no sólo como madres, sino que muchas veces nos descubrimos maternando los otros roles que desplegamos, aún en el trabajo fuera del hogar.

Pero cuando se trata de darle curso a los propios deseos, tenemos dificultades no sólo para reconocerlos sino también para legitimarlos y hacerlos realidad.

Tenemos un desafío por delante. Desde feminismos para la vida cotidiana creemos que podemos cuestionar esos roles que nos han sido impuestos, darles nuestra propia impronta.

Visibilizar lo que de tan sacrosanto no se cuestiona y poder elegir en libertad si deseamos ser madres, o no. Y si así fuera, cómo ejercer el rol desde un lugar libre, amoroso y posibilitador tanto para nosotras como para nuestros hijos e hijas.

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