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miércoles, noviembre 27, 2024
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LILIANA SCARAFIOCCA: “NO HAGO NADA QUE NO ME HAGA FELIZ”

Extraordinaria artista de nuestra ciudad, es docente y referente respetada y admirada. Sus obras son un derroche de talento.        

Liliana Scarafiocca, de 50 años, fue invitada del programa “Retrato, en vivo”, conducido por Marcelo Pellegrini, y además de mostrar sus increíbles cualidades en la pintura, contó su historia y el novel inicio en el arte, que se produjo a los 4 años de edad.
Claro que también describió su etapa de estudio postsecundario, que la llevó a recibirse de farmacéutica y comenzar también allí a forjar su vida laboral en otra de las profesiones que eligió. 

Lo primero que te pregunto es qué tema en particular te gusta pintar
–Yo pinto de todo, pero en particular, me gusta pintar la figura humana y gusto mucho de observar las diferentes expresiones y plasmarlas con todos sus detalles, que son muchos y forman parte del total del trabajo.

¿Dónde naciste?
–En la Clínica de Empalme. Mi mamá se llama Manuela y siempre fue ama de casa. Muy compañera mía y de mi hermana Stella. Siempre me gustó dibujar y pintar desde pequeña.

¿De quién heredaste ese don?
–En mi familia nadie fue profesional. A mi mamá le gustaba dibujar y pintar y fue una autodidacta. Uno de mis tíos también lo hacía muy bien desde chiquito y una prima muy cercana que, principalmente, pinta caballos; y tengo una sobrina que también va por el lado de la pintura.

¿Cómo fueron tus comienzos?
–En una academia con Analía Balmaceda. Yo era muy chiquita y me aceptaron igual, y todos los años íbamos a lo de Dorita Ríos a rendir examen. Hasta los 14 años estudié allí y me encantaba, pasaba sábados enteros pintando. Hacíamos copias y perfeccionamiento de alguna técnica cada año.

¿En qué barrio vivías cuándo eras niña?
–En barrio Los Tilos. Y la academia quedaba a tres cuadras, así que iba caminando con mi carpeta inmensa, los bastidores y todo el material necesario, que podíamos comprar cuando mi papá, que trabaja en Somisa, cobraba el aguinaldo. Ahí adquiríamos el material para todo el año. Lo comprábamos en un negocio que se llamaba YUP y que estaba en barrio Talleres, frente a la plaza.

¿En qué escuelas cursaste tus estudios?
–En la León Gauna y la Comercial, para luego pasar a la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas y, después, todo el arte y lo humanístico. Me encantan las materias que no tienen nada que ver con la pintura y lo artístico, es medio raro, pero a mí me fascina y me gusta mucho estudiar.

Farmacia, pinturas, trabajos, docencia, la casa… ¿Cómo te las arreglás?
–Además, trato de hacer actividad física y voy a aquagym en el Club Náutico. Hace muchos años que voy con las chicas y formamos un grupo que se llama Las Cotorritas. Son muy divertidas y la pasamos muy bien, aunque en este último tiempo, las abandoné un poquito.

¿De qué manera creás y llevás adelante una obra tan excepcional como la tuya?
–Es todo un proceso. Primero armás, y yo, por ejemplo, trabajo por series. Creo una temática determinada y voy trabajando distintos cuadros que tienen un hilo conductor. De todas formas, la creatividad no tiene que ver con la copia. Hay conceptos que están muy diluidos en las tendencias.

¿Qué sería una copia propiamente dicha?
–Cuando tomás la obra de un artista y la copias tal cual, que muchas veces, es un muy buen ejercicio. No podés firmarla como propia. Ahora, si yo te pinto a vos tal cual estás sentado en este momento, no es una copia. El concepto está equivocado.

¿Cuál fue el motivo por el que elegiste farmacia por sobre el arte?
–Un tío me asesoraba y me dijo que estudie algo relacionado con matemáticas, que yo no tenía dificultad. Mi amiga Patricia D’Alleva se fue a estudiar Farmacia y yo la seguí, más como amiga que como amante de esa profesión. Igual, después que me recibí dejé de pintar porque no tenía más tiempo, ya que trabajaba, pero después de años decidí volver a la Facultad de Bellas Artes para hacer materias sueltas que me interesaban.

¿Qué buscás con tus obras y tu arte?
–Necesito pintar para ser feliz y es lo que hago. No hago nada que no me haga feliz y en eso incluyo la pintura, el taller donde doy clases, los desafíos y hasta el trabajo en la farmacia.