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San Nicolás de los Arroyos
viernes, octubre 18, 2024
Edición Diaria
Edición N°

“AQUÍ VIVIERON”: CASA LUDOVICA

JUAN HIDALGO MADARIAGA

“Ser mamá. La esperanza con una firme constancia. La alegría, siempre. Reinventarse. Sostener y sostenerse. Abrazo enorme a todas las mamás que ponen alma, corazón y vida al lado de sus hijos hospitalizados, lejos de casa”, introduce la docente nicoleña y autora del escrito biográfico en esta nueva versión que comienza a circular.

Por Karina Madariaga*

Yo conozco este estado…
Una llega hecha un fantasma,
después de noches y noches de dormir en el suelo.
Trae los párpados vencidos
y los huesos crujientes
y arrastra una bolsa o la mejor de las veces un bolsito o valija…
Y trae como bandera un SAMO
o una planilla de Servicios Sociales
y esa venia y el registro cumplen los requisitos y entonces… ¡Entrás en la Casa!

Pero tres segundos antes de mostrar los papeles
ya te habían recibido el calorcito de una sonrisa y la confianza
porque saben, todos saben, que sos Mamá y eso es sagrado.
Sos Mami y estás empujando, acompañando,
dando a luz reiteradas veces…
El fantasma es una mamá que necesita descansar.
¡El sueño de una cama…!
El milagro de un tecito…
La magia de una ducha caliente…
¡Sábanas limpias!
¿No será mucho pedir…?

La Casa sabe que este ejército de mujeres destempladas,
esta legión de mujeres en batón, chancletas, bufanda,
estampas y lunares, rayas y nylon… son mamás.
Saben que somos mamás…
Salimos a destiempo,
con lo puesto y a los rajes.
Salimos disparadas
de nuestras propias casas,
de nuestras ciudades natales…
Muchas dejaron sus provincias
y vieron pasar montañas, lagunas, ríos, ferrocarriles, pueblos, trenes, autopistas…
Y estamos todas en la Casa.

Yo conozco este estado.
No pueden contármelo.
Somos las que sabemos que es acá y así.
Nuestros hijos yacen sanando a media cuadra.
Cualquier timbre conmociona y te crispa desde los talones a la nuca.
El llanto se agolpa y todos saben
que saliste corriendo de nuevo,
que saliste de raje de nuevo…
¡al Hospital!

La Casa es una Casa de papel donde te llaman “¿San Nicolás?”
y te das vuelta a ver quién te llama.
“Ah, Villa Gesell, te vi esta mañana, te traje la comida que quedó”.
Y Villa Gesell sonríe porque ese día todavía no había hecho
los papeles en el comedor y no tendría su ingesta.
Y así Mercedes, Ramallo, Ciervo Petiso, Carro Quemado,
Junín, Santiago del Estero, Bahía Blanca, Leubucó,
Trenque Lauquen, Mar del Plata
y toda la geografía nacional que confluye en la Casa.
Un mapa cambiante de madres que no cesa.

Cuando estamos solas
compartimos el tercer piso.
Esa cocinita sabe que llorás, reís, peleás, te amigás y te separás.
Todas a flor de piel,
rezando por los hijos,
la medicación que no llega,
la obra social que no se pone las pilas,
la obra social que no tenés…
la leche que te tomaron, la heladera que quedó abierta
y la naranja que te tiraron a la basura sin saber…

Cuando estás sola no estás sola.
Te toca cualquier mamá
como compañera de cuarto.
Y eso cambia.
Cambia todo el tiempo,
Hablás mucho o no hablás nada.
Cada una llora por su lado
o las dos lloramos juntas.
No decimos nada
o nos decimos todo
de una camita a la otra,
sin conocernos las caras,
en lo oscuro.
Amigas sin rostro.
Amigas en carne viva.

Y un día tenés un alta ambulatoria con tu hijo
y ves a las madres detrás de los hijos
y ves a los hijos detrás de las madres
Sondas. Bolsas. Parches. Vendas.
Sillas de rueda.
Barbijos de antes de la pandemia.
Bastones canadienses.
Rarísimos dispositivos desconocidos.
Cosas que se enchufan y hacen ruido.
Hermosos aparatos/ remedios/ procesos
que los traen de vuelta a ambular y estar juntos en una Casa.
Aunque no sea la tuya.
Pero todas sabemos que es acá y así.

Y la Casa tiene a los chicos con sus madres.
Y el jardín es otra cosa.
Y los juguetes tienen sentido.
Y pasás al Comedor de la planta baja
y ellos se hacen amigos
o no se hablan
o son amigos de toda la vida,
porque hace veinte minutos compartieron un juego
y hablaron de sus medicinas.
Y ellos hablan de medicamentos
como si fueran doctores…

Y llorás un poquito, y “por qué llorás si está bien, ma, tranquila”.
No hay mensajes que alcancen en el celular,
y una quiere todos los mensajes.
Seis meses de mensajes. Siete meses de mensajes.
Una red que sostiene desde la pantalla en lo oscuro.
Una Casa que cobija a media cuadra del Hospital.
Casa. Casita. Casa.

*Mamá.

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