“Kukú” es el máximo goleador de la historia del fútbol nicoleño. El pasado fin de semana, marcó de penal ante Conesa su tanto número 300, todos con la camiseta de Regatas. “Creo que goleador se nace. Son centésimas de segundo para definir”, tiro el delantero de 38 años. Una historia llena de pasión y capítulos increíbles.
De la redacción de EL NORTE
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Juan Cruz Varas escribió la fecha pasada un nuevo capítulo en su libro pintado de azul y naranja. Con el gol como protagonista, claro. Un penal sobre la hora ante Conesa desató su festejo número 300 en el fútbol nicoleño, todos con la camiseta de Regatas. Un record pocas veces visto. Los pibes del club lucen con orgullo la camiseta “11” que le pertenece, y algunos más grandes y osados hasta lo han inmortalizado con tinta sobre su piel.
“Son cosas locas y raras”, reconoció Kukú. “Yo por ejemplo tengo un tatuaje de Messi, pero verlo así en el ámbito local es muy loco. Cuando uno de los chicos que se lo hizo me mandó una foto y vi que era cierto, no lo podía creer. Es una locura, no me deja de sorprender nunca. Yo me siento un chico común, como cualquiera, que me levanto y voy a laburar, que juego al fútbol porque me gusta, porque es mi pasión, y estas cosas hasta te dan más ganas. Hay gente que está haciendo un montón de cosas por mí”, definió, tan sorprendido como entusiasmado.
Hizo inferiores en Somisa y llegó a debutar en Primera con 16 años, de la mano del Topo Viglione y Luis Szittiay. Pero jugó apenas 4 o 5 partidos. “Dejé el fútbol, y volví recién a los 21. Esa edad es complicada, cuando te preguntás ¿qué hago? Y encaré para otro lado. Es una decisión de la que me arrepiento”, confesó el delantero.
A juzgar por lo que fue luego su carrera, no parecería haber equivocado tanto el camino, pero él sabe que esos años alejado del fútbol son los que no le permitieron intentar un camino en el profesionalismo.
“Cuando retomé a los 21 ya era papá; tuve varias oportunidades para ir a Defensores, que era una escalera como para arrancar, como hicieron muchos que hoy son profesionales, pero no me quise arriesgar, porque tenía un trabajo fijo que me hacía vivir bien. No lo dudé en ningún momento. Sentí que el error lo había cometido a los 16 cuando dejé, y ya está. Ahora me toca jugar acá, y no fue mala la decisión”, reconoció el delantero, y redobló la apuesta: “Hay muchos goles por hacer. Arranquemos el viernes si se puede”, tiró entre risas, refiriéndose al partido que el Náutico afrontará esta tarde ante Los Andes por Copa Nicoleña, en el que debe remontar un 0-2 sufrido en la ida.
Azul naranja
Ya era socio de Regatas, y a los 18 años empezó a trabajar. “Se me complicaba el fútbol porque trabajaba 12 horas, entonces no tenía tiempo para entrenar. Jugué un par de torneos de la isla en el club y me invitaban a sumarme, pero la primera vez que fui me dijeron que no”, recordó.
Al poco tiempo, se sumó a la cuarta que dirigía Leo Lima, y no tardó en empezar a ir al banco de Primera hasta debutar de la mano de Gustavo García. “En los 17 años que llevo jugando en la Primera de Regatas tuve tres técnicos. Con Gustavo jugué apenas un fin de campeonato, después arrancó Leo (Lima) que estuvo 10 años, y después fue el turno del Tano (Sergio Barbieri). Seguro que se aprende mucho, pero en cuanto a la posición de delantero y goleador, creo que uno lo saca uno de adentro, son centésimas de segundo. Creo que se nace goleador. Hay goles que se hacen porque los pensás, porque te los imaginás. Me ha pasado mil veces. Me imagino la jugada antes. Me pasó en uno de los goles más importantes, de cabeza a Social (el primero del empate en la final en La Emilia). Cuando se fue la pelota afuera me lo imaginé así como fue: van a tirar el centro, que iba a ir ahí, que la iban a peinar y que yo tenía que aparecer. Cuando venía la pelota en el aire me digo: ‘¡No puedo tener tanto culo por Dios!’”, tiró y desató la risa de todos en su visita al programa La Deportiva, de Radio U 89.9.
Ese partido ante el Celeste de Ramallo, que le dio a Regatas el tercer título de su historia, fue quizás el capítulo más increíble de la historia goleadora de Varas. “Estaba con pubalgia, ya me había infiltrado para jugar la semifinal con Somisa y supuestamente la infiltración iba a durar un mes, pero jugué 20 minutos con Somisa y no podía ni caminar hasta mi casa. El médico no aconsejaba volver a infiltrar porque era fuerte, pero yo le insistí y me infiltré de vuelta. Igual estaba muy mal. Ese día trabajé hasta las 14 en la fábrica y me dolía hasta caminando. Estábamos perdiendo y dudaba en entrar, ya me dolía en la entrada en calor. Matías Fernández Viña me mandó crema, spray, me masajeó y le dije al Tano que estaba para jugar”, recordó. Con el partido 1-0 en favor de Social, Varas ingresó y en menos de diez minutos cambió la historia: metió dos goles y asistió a Álvarez para el 3-1, “Después de eso estaba para salir, no daba más, pero ya no teníamos más cambios”, expresó.
Su figura se agigantaba cada vez más. Las banderas con su cara, su nombre y sus goles se multiplicaron hasta ser decenas. “Al ser uno de los más grandes del plantel, uno siente una responsabilidad mayor que los demás. Como la mayoría de mis compañeros son más chicos, trato de apoyarlos, ayudarlos, darles una mano en lo que más pueda”, señaló, y reconoció que “Ahora tengo muchas más ganas de entrenar que cuando tenía 20, que era bastante vago”.
Su familia lo bancó como nadie y su pasión en algunos momentos lo exigía. El nacimiento de sus dos hijas también estuvo marcado por la pelota. “Valentina nació a las 12.40 y yo a las 15.30 estaba jugando. Ese día Gustavo (García) me mandaba mensajes para ver si yo estaba, y Carlitos Trotta (su suegro) me pedía que fuera a la cancha”, recordó entre risas. “El nacimiento de mi otra hija era una cesárea programada y nosotros teníamos que jugar la final con Belgrano; yo estaba trabajando de tarde y no podía entrenar, entonces le pedí al médico programarla para un lunes, que me daban tres días en el trabajo así podía ir a las prácticas”, contó después. “Y no es joda, eh”, advirtió.
Pensar en llegar a 400 goles lo ve lejano, por eso prefiere ir por el objetivo grupal. “Ganar títulos es hermoso, y me animo a decir que en este club más todavía”, dijo, y cerró: “Hay chicos compañeros que empezaron a laburar y por ahí no vienen a entrenar. Me gustaría que se den cuenta que entrenar es un momento lindo de tu día, que no lo tomen como una carga. Tenemos un grupo bárbaro, nos reímos, tratamos a todos por igual. Y me encanta que sean hinchas de Regatas, que empiecen a sentir esto”.